“Amar en los límites es donde se prueba la santidad”
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En una cálida entrevista, Berenice Crudo nos concedió la oportunidad de conocer algunos detalles sobre su canción Me Amó y se Entregó por Mí, su misión como músico, y pequeños secretos de su fortaleza espiritual. Su primer disco titulado Enciende mi ser incluye once canciones llenas de sentimientos y mensajes profundos que revelan su madurez cristiana, su historia personal y su rica experiencia como catequista, comunicadora y ministra de liturgia a lo largo de muchos años.
¿Qué te motivó a componer la canción Me Amó y se Entregó por Mí?
Compuse la canción teniendo presente la última frase de San Pablo en Gal 2, 20 que correspondía a un lema de uno de los dos retiros anuales que dábamos en preparación al sacramento de confirmación en una parroquia. Estuve once años dirigiendo un grupo de catequistas con los que preparábamos entre 50 y 80 jóvenes anualmente para recibir este sacramento. El objetivo del primer retiro era hacer pasar a los jóvenes por la experiencia de la Pascua que es fundamental en la vida de cualquier cristiano. En las estrofas de la canción menciono algunos momentos de sufrimiento y de la crucifixión de Jesús y en el estribillo me pregunto que más necesito -o necesitas tú- para creerle a este Dios que se entrega en la cruz. Es una canción de Pascua que además dice que el Señor “se entregó siempre en oración” porque Jesús oró siempre en los momentos más importantes de su vida confiándose a su Padre. Mi canción busca cuestionar si dejamos todo en manos de Dios y si nos animamos a hacerlo. La idea es que las personas se pregunten: qué más espero yo (de Dios) y mirando la cruz encuentren la respuesta.
¿Existe alguna palabra que puede describirte como persona y artista?
Aunque caiga en un “cliché”, voy a decir algo de corazón: sobre todo me siento hija de Dios. Soy alguien que busco hacer su voluntad. En mi experiencia de vida nunca tuve un momento especial de conversión porque desde pequeña siempre sentí las ganas de rezar. En el colegio dominico “Guardia de Honor del Santísimo Rosario” donde hice la primaria había una capilla preciosa. En algunas ocasiones, prefería dejar a mis amigos -con los que me encantaba jugar durante el recreo- para estar sola rezando en la capilla. Son recuerdos desde cuando era muy chiquita. Siempre sentí la necesidad de contarle mis cosas a Jesús en la cruz y a María del Rosario que tenía una imagen en la capilla.
En la vida he tenido que atravesar experiencias muy difíciles. Mi papá falleció con un cáncer terrible. Mi única hermana tiene discapacidad. Y una de mis hijas sufre también una grave discapacidad que requiere mucho de mi tiempo y dedicación. Todos me preguntan cómo hago en situaciones extremas. Yo nunca le pregunté a Dios por qué me tocó vivir esto a mí. Creo que el dolor y la enfermedad son también parte de la vida en este mundo y que puedo afrontar todo lo que me ocurre mucho mejor de la mano del Señor que (si estuviese) alejada de Él. Dios me ha revelado en oración que debo ser la mamá que mi hija necesita y no la mamá que yo quisiera ser. He aprendido que amar en los límites de uno (mismo) y de los demás es donde se juega la santidad y (eso) está (para mí) clarísimo. Por eso, en los momentos difíciles le entrego mis hijas (y me entrego yo también) a Dios junto con mi esposo Pablo, mi compañero que es teólogo y un gran hombre de fe. Juntos buscamos la santidad en lo que hacemos a pesar de que no es fácil. Nos acompañamos en nuestros proyectos como en la gira de conciertos y conferencias que estamos preparando para mi álbum.
¿Tienes alguna misión especial como músico católico?
El músico católico tiene que ser canal de gracia divina, ya sea que pueda juntar multitudes o se encuentre en una reunión con pocas personas. Tiene que procurar que el canto trascienda los aspectos externos como el sonido, las luces, o el escenario para que quien escuche no se vaya solamente con haber tenido una linda experiencia de escuchar un concierto, una misa, una oración comunitaria o un retiro. Tiene la misión de contagiar más allá de una alegría temporal o pasajera. Al momento de cantar, el músico tiene que ayudar a que las personas transformen su corazón. El desafío es inspirar para que haya algo que se mueva y renueve en él o en ella y que lo sienta más allá de la piel y del cuerpo. Que sienta la presencia de Dios para que se vaya “ardiendo”. Lo he experimentado muchas veces y he vibrado. Eso me determinó a ser quien soy (como músico) y ahora estoy haciéndolo profesionalmente. Sentía que Dios me animaba a dar un paso adelante.
Hace muchos años que yo sirvo musicalmente en diferentes maneras y he estado también en las misas de Corpus Christi en la Plaza de Mayo como locutora ayudando a guiar la liturgia junto a quien es hoy el Papa Francisco, en ese entonces el Obispo Mario Bergoglio. He hecho muchas cosas como locutora y profesora de comunicación en colegios secundarios. Todo eso fue parte de mí y es parte de lo que soy. Sin embargo, donde yo siento que Dios me llama para hacer algo más es en la música. Es allí donde puedo servir mejor porque creo que Dios quiere utilizarme así para llegar a los demás.
El éxito de un músico es que al terminar un servicio (sin importar el número de personas que tenga en frente) sienta la certeza absoluta de haberse entregado por completo, con todas sus capacidades y que, a través de su música, esas personas puedan encontrarse con Dios. Sé que Él puso dones y talentos en mí para hacer esto (la música). Y cada vez que lo hago siento la reconfirmación que Dios me quiere en esta misión. Cantar y transmitir el mensaje del Señor es una certeza clara y firme.
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Por Fabián E. J. Aguirre Nava