Cómo vivir sabiamente con el dinero que Dios te ha confiado
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Muchos de nosotros crecemos y nos involucramos en la vida profesional con un deseo sincero de donar dinero a causas benéficas. Pero la mayor parte de las veces nos conformamos con ese simple deseo, puesto que la familia, el negocio, la empresa o los compromisos sociales nos dejan “sin nada”.
Todd DeKruyter es el autor del libro Navigating Life with More than Enough (Navegando en la vida con más que suficiente) en el que combina sus experiencias personales y su profesión como asesor financiero. El tema de ese libro es ayudar a las personas a considerar cómo vivir sabiamente con el dinero que Dios les ha confiado.
Producto de ese texto, DeKruyter ha escrito un artículo en la revista estadounidense Relevant sobre las cuatro maneras que él considera pertinentes para apoyar a los demás, antes de que tengamos dinero extra en nuestro presupuesto, o antes de que lleguemos al “éxito económico” en donde nos sobre mucho dinero (que de ordinario ya no daremos a nadie).
1.Reconsidera tu definición de riqueza.
Si tú tienes más del dinero suficiente, es tiempo de pensar con seriedad acerca de cómo dar a los demás. Pero cómo definimos “suficiente” es algo muy relativo.
De acuerdo con una encuesta realizada en 2011 por la empresa Gallup, la mayor parte de los estadounidenses (quizá, por extensión, buena parte de los occidentales) piensa que necesitaría el doble de lo que ahora gana para ser rico. Los que ganan 50.000 dólares al año dicen que necesitan 100.000 para ser ricos, y los de 100.000 necesitarían 200.000 para calificar como ricos.
Nuestro concepto de ser ricos depende en buena medida de quienes nos rodean. Cuando vemos más allá de Estados Unidos (o de nuestro propio país) y consideramos la economía global, el concepto cambia drásticamente.
El uno por ciento de los que se encuentran en la cima de las ganancias en EE.UU. (aquí se puede investigar lo propio de cada país) son los que ganan más de 500.000 dólares al año o tienen cinco millones de dólares en bienes. Pero si extendemos nuestra visión, veremos que, a nivel global, el uno por ciento es aquel que gana 32.000 dólares al año.
2. Enfoca tu impacto
Además de dar a tu iglesia local, hay muchas otras oportunidades de tener impacto con tus donativos en la comunidad a tu alrededor. Misiones globales, escuelas, centros de atención a mujeres embarazadas, niños en pobreza, madres solteras, refugiados huyendo de conflictos,…
Es fácil reconocer las necesidades y las oportunidades que hay en el mundo y decir: “no puedo con todo; son demasiados problemas”.
Como todas las verdades a medias, hay algo cierto en esto. No se puede cambiar todo de una vez ni transformar siempre todo lo que hay de malo en el mundo. Pero sí es verdad que somos responsables de aquello que podemos cambiar.
Dios nos ha dado a cada uno de nosotros cargas individuales para aliviar necesidades específicas de la Iglesia y del mundo. Piensa acerca de tus propuestas, acerca de las necesidades y temas que te mueven hasta las lágrimas. Visualízalos. ¿Y si sólo hubiese tres, tal vez cuatro, cosas que podrías decir con tu vida? ¿Quisieras que esas cosas se dijeran accidentalmente o quisieras escoger las que se dirán?
Utiliza esas prioridades para enfocar tu donación.
3.Ve por el impacto a largo plazo
En su libro Mero cristianismo, C.S. Lewis escribe: “Si lees la historia te toparás con el hecho de que los cristianos que hicieron más por el mundo presente fueron aquellos que pensaban más en el mundo futuro… Desde que los cristianos dejaron de pensar en el otro mundo, se volvieron inefectivos en éste. Apunta al cielo y lanzarás adelante la tierra; apunta a la tierra y no obtendrás nada”.
Nuestras modestas donaciones parecerían nada frente a las grandes necesidades del mundo. Difícilmente vamos a poder ver la diferencia si donamos o gastamos ese dinero en nosotros mismos. Pero, ¿cuánto tiempo nos van a durar las cosas que deseamos comprar? Compara las cosas que puedes comprar en la tierra con el tesoro guardado en el cielo.
4.Da
No conozco cuál es tu situación pero si yo veo mis cargas, mis necesidades, mis planes, casi siempre me quedo sin aliento, sin impulso para donar dinero.
Encuentra tiempo esta misma semana, siéntate y considera los temas y las oportunidades que tienes para dar; luego pídele a alguien en el que confíes que esté a tu lado y te apoye en contabilizar tus donativos. No te arrepentirás.