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No confundas cama con amor

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Luz Ivonne Ream - publicado el 28/04/17
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Hormona mata neurona, en castidad se discierne mejor

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Este tema me parece por demás importante sobre todo para los jóvenes de hoy, bombardeados con tanta información al respecto, mucha de ella invitando a vivir una sexualidad totalmente irresponsable y promiscua, que resta dignidad personal.

Una de estas ideas erróneas es que el sexo es una necesidad vital y que está bien que “lo practiques” cada vez que lo “sientas” …Claro, si tu cuerpo lo pide, dale lo que pida… ¡Mentira! Necesidad vital es comer, beber agua, dormir… necesidad que si no se satisface a corto plazo lleva a perder la vida. ¿Cuándo has visto a alguien en la sala de emergencias de un hospital o muriéndose por falta de actividad sexual? Sin embargo, sí has sabido de casos de personas que mueren por inanición o deshidratación.

El sexo es un apetito, un instinto, una expresión del amor que no puede ser reducido a mera biología; es un regalo que está al servicio del hombre para un fin muy específico: comunicar amor.

Para los creyentes es un don al que Dios le dio ese toque de placer para hacernos copartícipes de su poder creador, es decir, ser co-creadores con Él. ¡Enorme privilegio que hay que valorar en su justa medida!

Si hoy te encuentras en una relación que te gustaría llevar al altar, formar un vínculo que sea para toda la vida y no sabes cómo hacerlo, la respuesta es muy simple: vive un noviazgo casto y elige de manera inteligente y no visceral.

Cuando una pareja elige no vivir la castidad en su noviazgo hay muchísimos riesgos como el no saber elegir a la persona indicada para compartir la vida. De hecho, aunque los peligros para ambos son muy similares, generalmente la mujer es la que más arriesga y te lo voy a explicar desde un plano psicológico.

Cuando una mujer entrega su cuerpo, la parte del cerebro que entra en funcionamiento es la del cerebro límbico y no la de la corteza cerebral, quitándole así su capacidad de razonar y de tener un pensamiento crítico con respecto a ese hombre que le ha proporcionado tantísimo placer.

En ese estado, la mujer corre el riesgo de elegir al hombre equivocado porque no es capaz de verlo con objetividad ni hacer discernimientos tales como si es ese el que hombre que le conviene o no.

Y cuando hablo de conveniencia me refiero a si realmente ese hombre será un apoyo para ayudarle a alcanzar su plenitud -santidad para los creyentes- como fin primario de su existencia y del matrimonio.

De hecho, es posible que los amigos y los familiares le digan que ese hombre no le conviene y le intenten hacer ver todos sus defectos como lo infiel que es, lo flojo, lo vicioso…lo patán, etc. y sin embargo, ella lo defienda a capa y espada porque no tenga la capacidad de verle defecto alguno, y en el remoto caso de llegárselos a ver, los pase por alto creyendo que no son para tanto.

O peor aún, puede tener el pensamiento erróneo de que ella -con su amor- lo cambiará cuando se casen. ¡Nada más falso que eso! Esa ceguera emocional es peligrosísima. Eso no es amor, a eso se le llama “encamamiento” o en-cama-miento porque en-la cama-mentimos, estamos siendo incapaces de percibir el verdadero interior del otro.

Pero, ¿qué está pasando con la mujer que no tiene capacidad de ver todo lo que los demás ven? Que su capacidad de discernimiento quedó anulada y está tomando decisiones únicamente con sus emociones, es decir, está como en un estado de “apen-tontamiento” y su inteligencia emocional -adiós- está anestesiada por la euforia que los encuentros sexuales le proporcionan.

Y lo peor es que en cada encuentro esta sensación, esta ceguera se incrementa y se hace más fuerte. En cada relación sexual se genera -estén enamorados o no- un tipo de “pegamento moral” que une a la pareja, lo que genera un sentido como de “pertenencia” del uno al otro.

Hay una sensación de no poder despegarte emocionalmente del otro, aunque ya no lo quieras y en el remoto caso de que te des cuenta de que esa persona no te conviene, no sabrás como zafarte de esa relación porque te sientes adherida a ella. Enorme riesgo porque por esta adhesión que experimentas puedes llegar a aceptar maltratos y faltas de respeto.

Así que no te conviene. ¡Hormona mata neurona! Creas en Dios o no, seas moral o no, conviene que practiques la castidad porque con pureza te vuelves más inteligente, es decir, se te quita lo “apen-tontado” que te puede acarrear una relación sin continencia.

Ahora está el otro lado, la pareja de novios que elige vivir la castidad y no experimentar plenamente su sexualidad hasta casarse. En este caso, la mujer casta sabrá elegir de manera inteligente si ese es el hombre que le conviene o no porque su poder de discernimiento no estará anestesiado.

Podrá utilizar su parte analítica o corteza cerebral para juzgar y tomar la mejor decisión. Tendrá la capacidad de hacerse preguntas de manera objetiva, de ver defectos y de esa manera tomar la mejor decisión.

La finalidad de un noviazgo casto y puro es ayudarte a que tomes la decisión más importante de tu vida de manera racional: esa persona me conviene o no, me aporta o me denigra, me hace ser mejor persona o me resta dignidad… Me ayudará a alcanzar la plenitud o mejor corro…. Recuerda que la virtud de la castidad es atemporal y no es moda, es un estilo de vida.

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