Una cruda realidad extendida por países de América Latina y que comienza como un juego de niños
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No se trata de la escondida, la mancha, la rayuela o algún otro juego clásico de niños. Todo lo contrario. Se trata de observar a sus mayores, mirarlos con ojos románticos, imitarlos y soñar con ser igual que ellos cuando sean grandes, o sea, narcotraficantes.
Esta preocupante situación está cada vez más extendida entre algunas favelas de Río de Janeiro (Brasil). Recientemente, la Policía Militarizada se vio sorprendida luego de descubrir que una denuncia sobre una banda armada en la comunidad Dos Gardenais, en la zona de Jacarapaguá, en realidad tenía que ver con un grupo de chicos que estaba jugando con armas de fogueo (suelen tener un bloqueador para evitar balas reales) y que se divertían mientras simulaban ser traficantes de droga.
Esta anécdota, reproducida por la agencia ANSA, forma parte de la cruda realidad que se vive en zonas marginales donde el futuro de estos niños está marcado por la delincuencia y las drogas.
“Los chicos juegan con aquellos que vivencian en su día a día y con lo que proyectan para su futuro, y lo que vemos en este caso es que ellos quieren ser delincuentes”, explicó el antropólogo Paulo Storani a la agencia ANSA.
Para este especialista, que tomó algunos conceptos desarrollados por el hijo del famoso narcotraficante colombiano Pablo Emilio Escobar Gaviria, esto es na clara señal de que el delito se ha “glamuralizado” y que se “romantiza” la imagen de los delincuentes.
Justamente, el hijo de Escobar, de nombre Juan Pablo, quien decidió cambiar su nombre por el de Juan Sebastián Marroquín Santos, le echa parte de la culpa algunas series emitidas por streaming (Netflix) como Narcos, que transforma la imagen de un narcotraficante en la de un héroe. Y en eso coinciden algunos especialistas, que no dudan en afirmar que los niños son “permeables” a este tipo de imágenes.
Es que en el “campamento” localizado por la Policía brasileña llamó la atención la minuciosidad de los menores para imitar a sus mayores, pues había armas parecidas a las reales, además de bolsitas de harina para simular la cocaína.
Lo que para muchos puede ser interpretado como una clara señal de un mundo al revés (los “narcos” son héroes y los policías bandidos), para otros forma parte de la cotidianidad y mientras nada cambie, todo seguirá igual o peor.
Pero lo que sucede en las favelas de Río no es exclusivo de esa zona de América Latina. En otros países -donde el narcotráfico desde hace años también está extendido, como, por ejemplo, México, Colombia y en otros lugares de forma más reciente como Argentina o Uruguay– la figura del narcotraficante se ha transformado en un punto de admiración de las nuevas generaciones.
En ciudades mexicanas como Ciudad de Juárez, entre otras, uno de los anhelos de los niños es poder convertirse en capos de la droga o tener algún estilo de vida vinculado al narcotráfico.
Y aquí surge la gran pregunta, ¿qué futuro les espera a estos niños? La respuesta no parece de toda alentadora si se observan las estadísticas y el vínculo de las nuevas generaciones con este flagelo. Por lo tanto, la situación requiere de una medida urgente para que el mundo y el futuro de estos niños se pueda dar vuelta, algo que en definitiva es posible, y hay múltiples ejemplos de personas que han salido adelante a pesar del contexto crítico.
Pero claro, esta decisión de parte de quienes pueden colaborar tampoco es un “juego de niños” y debe ser asumida con la total responsabilidad y dedicación que merece.