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La Virgen de “Vacaciones en Roma”

Our Lady of Divine Love - © Antoine Mekary / ALETEIA

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Marinella Bandini - publicado el 15/05/17
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La Virgen del Divino Amore en Viale del Policlinico

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En las historias de la guerra, en Roma, la Virgen nunca falta. Sobre todo la Virgen del Divino Amore. Una bella edicola o nicho dedicada a ella se conserva apoyada en Mura Aureliane de Castro Pretorio, a dos pasos del Policlínico Umberto I, donde eran internados los heridos de guerra.

Estamos frente a una verdadera capilla, cerrada con una puerta. Arriba de la entrada el escrito “Ave María” y un techo de teja que resguarda de la lluvia. Dentro, bajo una bóveda de mosaico azul, se encuentra un pequeño altar y arriba, dentro de un nicho de piedra, el mosaico policromado de la Virgen del Divino Amore.

Se cuenta que la “Virgencita” fue colocada ahí por un superviviente en recuerdo a una de las masacres del periodo entre el 19 de julio de 1943 (primer bombardeo en San Lorenzo) y la entrada de los aliados a Roma, el 4 de junio de 1944.

Diversas noticias hacen referencia a los milagros obrados por la Virgen y vinculados a los combates.

Por ejemplo, algunos civiles huyeron de una ráfaga de metralleta aérea resguardándose detrás de los muros, bajo la imagen de la Virgen, a quien atribuyeron su salvación. Pero también hay quien milagrosamente salió ileso después de caer sobre las vías del tranvía.

A estos episodios les seguía una acción de gracias. De esta forma, el muro empezó a llenarse de placas de mármol votivas, y pronto quedó completamente cubierto.

Es difícil imaginar la escena, al mirar hoy esa pared totalmente desnuda. Las placas las quitaron y las pusieron en el Santuario de la Madonna del Divino Amore en los años 60, en concomitancia con la realización de nuevas infraestructuras y la eliminación de la acera que corría a lo largo del muro.

Pero ese muro, aún blanqueado por el mármol de las placas fue inmortalizado en algunas escenas de la película Vacaciones en Roma. A la pregunta de Audrey Hepburn (Ana), Gregory Peck (Joe) cuenta: “El pueblo viene aquí, reza, y por cada gracia recibida pone una de estas lápidas”. “Es conmovedor” es la respuesta de ella.

Y es conmovedor cómo la devoción ha permanecido viva incluso después de que el muro fuera desnudado. La edicola siempre está limpia y ordenada, las velas encendidas, las flores frescas. A izquierda del mosaico está una placa de mármol que reza:

“Perché nessuno dimentichi e disperi

il Comune di Roma

vuol qui venerata questa immagine sacra

che a noi rimasti nella guerra

senza più scampo

tra la schiavitù e la morte

sola sorrise”.

“Para que nadie se olvide y desespere

el Municipio de Roma

quiere que sea venerada aquí esta imagen sagrada

que nos quedó de la guerra

sin más escapatoria 

entre la esclavitud y la muerte

sola sonríe”

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