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A lo mejor no sabías que muchos de estos santos fueron soldados o guerreros que peleaban por su patria o para el estado, muchos de ellos perseguían a los mismos cristianos antes de abrazar esa misma fe.
Aquí mencionamos a los más conocidos, pero fueron numerosos los militares que al final se convirtieron en guerreros de Cristo.
San Sebastián
Fue soldado del ejército romano en tiempos de Diocleciano cumplía con la disciplina militar, pero no participaba en los sacrificios paganos por considerarlos idolatría. Como cristiano, ejercitaba el apostolado entre sus compañeros, visitando y alentando a otros cristianos encarcelados por causa de su religión.
Acabó por ser descubierto y denunciado al emperador Maximiano), quien lo obligó a escoger entre poder ser soldado o seguir a Jesucristo. El santo escogió seguir a Cristo. Los soldados del emperador lo llevaron al estadio, lo desnudaron, lo ataron a un poste, y lanzaron sobre él una lluvia de flechas, dándolo por muerto.
Sin embargo, sus amigos se acercaron y, al verlo todavía con vida, lo llevaron a casa de una noble cristiana romana llamada Irene, esposa de Cástulo, que lo mantuvo escondido y le curó las heridas hasta que quedó restablecido. Sus amigos le aconsejaron que se ausentara de Roma pero Sebastián se negó rotundamente.
Se presentó ante un emperador desconcertado, ya que lo daba por muerto, y le reprochó enérgicamente su conducta por perseguir a los cristianos. Maximiano mandó que lo azotaran hasta morir, y los soldados cumplieron esta vez sin errores la misión, tirando su cuerpo en un lodazal. Los cristianos lo recogieron y lo enterraron en la Vía Apia, en la célebre catacumba que lleva el nombre de San Sebastián. Muere en el año 288.
San Jorge
La leyenda, posiblemente originada en el siglo IV, cuenta la historia de Jorge, un romano que tras morir su padre Geroncio, oficial del ejército romano, se trasladó con su madre Policromía hasta la ciudad natal de ésta, Lydda (actual Lod, en Israel). Allí, Policromía pudo educar a su hijo en la fe cristiana y poco después de cumplir la mayoría de edad se enroló en el ejército.
Debido a su carisma, Jorge no tardó en ascender y, antes de cumplir los 30 años fue destinado a Nicomedia como guardia personal del emperador Diocleciano y este en el 303, emitió un edicto autorizando la persecución de los cristianos por todo el imperio. Jorge, que recibió órdenes de participar, confesó que él también era cristiano y Diocleciano ordenó que le torturaran para que apostatase, aunque sin éxito. Por ello se ordenó su ejecución y fue decapitado frente a las murallas de Nicomedia el 23 de abril de 303.
Santa Juana de Arco
Juana de Arco conocida como la doncella de Orleans, a los trece años, Juana confesó haber visto a san Miguel, a santa Catalina y a santa Margarita, y declaró que sus voces la exhortaban a llevar una vida devota y piadosa. Unos años más tarde, se sintió llamada por Dios a una misión que no parecía al alcance de una campesina analfabeta: dirigir el ejército francés, coronar como rey al delfín en Reims y expulsar a los ingleses del país. Luchó firmemente por su patria, pero al final fue entregada al poder de los enemigos, condenada en un juicio injusto y quemada en la hoguera.
San Expedito
San Expedito fue comandante de la XII legión romana, llamada “La Fulminante”, que luchó contra los bárbaros en la región de Alemania. Cercados por sus enemigos, sin comida ni agua, sólo un milagro podía salvar a los soldados.
Cuando los bárbaros se acercaron para el ataque final, los soldados romanos se arrodillaron y se pusieron a rezar como habían visto hacer a los cristianos, pidiendo a Dios una solución urgente, produciéndose el milagro del agua, desde ese momento muchos de los soldados se convirtieron al cristianismo y Expedito fue tocado por la gracia divina. Murió mártir decapitado.
San Ignacio de Loyola
San Ignacio nació probablemente, en 1491, en el castillo de Loyola en Azpeitia, cerca de los Pirineos. Su padre, don Bertrán, era señor de Ofiaz y de Loyola, jefe de una de las familias más antiguas y nobles de la región. Y no era menos ilustre el linaje de su madre, Marina Sáenz de Licona y Balda. Iñigo era el más joven de los ocho hijos y tres hijas de la noble pareja. Íñigo luchó contra los franceses en el norte de Castilla.
Pero su breve carrera militar terminó abruptamente cuando una bala de cañón le rompió la pierna durante la lucha en defensa del castillo de Pamplona. Este hecho sería determinante en su vida, pues la lectura durante su convalecencia de libros religiosos lo llevaría a profundizar en la fe católica y a la imitación de los santos. Propuso entonces peregrinar a Jerusalén, para lo cual necesitaba llegar antes a Roma, pero antes pararía en Montserrat y Manresa, donde comenzó a desarrollar sus Ejercicios espirituales, base de su espiritualidad
San Francisco de Asís
Cuando Francisco era joven participó de la guerra que estalló entre las ciudades de Perugia y Asís , el joven cayó prisionero de los peruginos. La prisión duró un año, y Francisco la soportó alegremente. Sin embargo, cuando recobró la libertad, cayó gravemente enfermo. La enfermedad, lo fortaleció y maduró su espíritu.
Cuando se sintió con fuerzas suficientes, determinó ir a combatir en el ejército de Galterío y Briena en el sur de Italia. Con ese fin, se compró una costosa armadura y un hermoso manto. Pero un día en que paseaba ataviado con su nuevo atuendo, se topó con un caballero mal vestido que había caído en la pobreza; movido a compasión ante aquel infortunio, Francisco cambió sus ricos vestidos por los del caballero pobre.
Esa noche vio en sueños un espléndido palacio con salas colmadas de armas, sobre las cuales se hallaba grabado el signo de la cruz y le pareció oír una voz que le decía que esas armas le pertenecían a él y a sus soldados. Francisco partió a Apulia con el alma ligera y la seguridad de triunfar, pero nunca llegó al frente de batalla. En Espoleto, ciudad del camino de Asís a Roma, cayó nuevamente enfermo y, durante la enfermedad, oyó una voz celestial que le exhortaba a "servir al amo y no al siervo" y el joven obedeció
San Longinos
El centurión Cayo Casio Longinus, que estaba al mando de los soldados romanos en el momento de la Crucifixión de Jesucristo en el Gólgota, fue, según algunas tradiciones cristianas, quien traspasó el costado del cuerpo de Jesús con su lanza; conocida como La Santa Lanza.
El centurión sufría de una infección a los ojos que le impedía de ver bien dejándolo casi ciego. Al atravesar a Jesús con su lanza, un torrente de sangre y agua bañó su cara y sanó la infección en sus ojos. Luego, se convirtió y fue martirizado. También se lo suele identificar con el centurión que, ante la muerte de Jesús, exclamara: “En verdad, este era el Hijo de Dios”
San Martín de Tours
Nació en Hungría, pero sus padres se fueron a vivir a Italia. Era hijo de un veterano del ejército y a los 15 años ya vestía el uniforme militar. Un día de invierno muy frío estando de militar en Amiens (Francia se encontró por el camino con un pobre hombre que estaba tiritando de frío y a medio vestir. Martín, como no llevaba nada más para regalarle, sacó la espada y dividió en dos partes su manto, y le dio la mitad al pobre.
Esa noche vio en sueños que Jesucristo se le presentaba vestido con el medio manto que él había regalado al pobre y oyó que le decía: "Martín, hoy me cubriste con tu manto". Tan pronto Martín tuvo esta visión se hizo bautizar, luego se presentó a su general que estaba repartiendo regalos a los militares y le dijo: "Hasta ahora te he servido como soldado. Déjame de ahora en adelante servir a Jesucristo propagando su santa religión".
El general quiso darle varios premios pero él le dijo: "Estos regalos repártelos entre los que van a seguir luchando en tu ejército. Yo me voy a luchar en el ejército de Jesucristo, y mis premios serán espirituales".
San Román Romano
San Román fue un legionario romano que se convirtió al cristianismo mientras asistía al martirio de San Lorenzo. Como narra la “Passio Polichronii et aliorum Sanctorumdurante” sobre el martirio del diacono Lorenzo, Román tuvo la visión de un ángel que aliviaba el sufrimiento del mártir y decidió pedir el bautismo. El procurador Decio, enfurecido por la resistencia física de Lorenzo, quiso detener el tormento.
Romano, silencioso, se acercó al diácono con una jarra de agua y se hizo bautizar inmediatamente, pero fue sorprendido y detenido, lo golpearon violentamente y después de haberse declarado públicamente cristiano fue llevado fuera de la Porta Salaria y decapitado.
San Teodoro de Amasea
San Teodoro nació en Asia Menor a mediados del siglo III. Enrolado en el ejército romano, Teodoro alcanzó una gran fama en su época tras derrotar a un peligroso dragón (algunos sugieren que era un cocodrilo). Cuando se negó a ofrecer un sacrificio a los dioses alegando que era cristiano, los jueces romanos decidieron darle tiempo para reflexionar; sin embargo, pocos días después Teodoro entró de noche en el templo de Cibeles en Amasea (Turquía) y lo incendió, destruyéndolo por completo. La paciencia de los magistrados se agotó, y Teodoro fue condenado a muerte. San Teodoro fue el primer patrón de Venecia.