Epopeya sobre el genocidio de los armenios cristianos

La barbarie aún no reconocida por los turcos es ahora recreada por el cine más clásico

La promesa es una película cuyos elementos nos hacen pensar en un tipo de gran producción que hacía tiempo no veíamos en pantalla, tanto en sus mejores elementos como en los peores. Dirigida por Terry George, la acción comienza en 1914, poco antes de que el Imperio Otomano entre en la Primera Guerra Mundial, para narrar un relato épico que tiene como centro de su denuncia el pocas veces tratado genocidio armenio llevado a cabo por los turcos y que, hoy en día, sigue sin reconocer.

https://www.youtube.com/watch?v=k4LebZQVWTE

Se centra principalmente en tres personajes, Michael (Oscar Isaac), un joven armenio que llega a Constantinopla a estudiar medicina habiendo dejado atrás a su prometida, Maral (Angela Sarafyan). En la capital conocerá a otra joven armenia, Ana (Charlotte Le Bon), quien comparte vida con el periodista norteamericano Chris (Christian Bale). Cuando la guerra estalla, el destino de los personajes se irá bifurcando en una auténtica odisea.

La película de George presenta una producción de gran cuidado, que transmiten unas imágenes impresionantes, en algunos casos de gran belleza y con soluciones visuales en muchos momentos de gran inteligencia apoyadas por la fotografía de Javier Aguirresarobe. Hay algo en La promesa que nos remite a una concepción del gran espectáculo cinematográfico en aquello que aborda, pero todo tamizado por un triángulo amoroso que adentra la película en los terrenos del melodrama épico y que, sobre todo en su parte final, lo peor de La promesa, acaba por lastrar gran parte de sus estupendos resultados.

No se trata tanto, o simplemente, de la presencia de una gran producción a nivel económico (rodada en su gran mayoría entre España y Portugal), sino de un tono, de unas intenciones, de llevar a cabo un relato trágico tanto a nivel individual como colectivo, de relatar el terror a través de las vidas de unos personajes alrededor de los cuales se sucede la barbarie. También de potenciar el elemento emocional y romántico en varias direcciones, en casi todo momento sin excesos, salvo, como decíamos, en algún momento al final.

Aunque en su arranque La promesa parece transitar por un terreno amable, cuando comienza el conflicto bélico, la narración se va endureciendo, llegando a mostrar la masacre de los armenios cristianos en toda su crudeza, sobre todo alrededor de Michael, figura sobre la que recae una tragedia tan enorme que, sin embargo, no le impide el seguir luchando, como demuestra en esa parte final en la que casi cuatro mil armenios llegaron a las costas para ser salvados por un buque de guerra francés, todo precedido de unas imágenes que mostraban el éxodo armenio, refugiados de una masacre que les llegó más o menos sin aviso.

La promesa es una película que tiene una claro componente comercial, pero no duda en narrar lo cruento del genocidio, con cierta distancia sobre los hechos a la par que apelando a la emotividad y a la empatización del espectador. Lo hace mediante un espectáculo que retrotrae una idea de gran cine que pocas veces encontramos en el cine actual, que puede parecer fuera de época, y sin embargo, consigue a través de un relato real pretérito recordar, para nuestra realidad, las barbaries que se siguen cometiendo en la actualidad.

Ahí reside gran parte de su fuerza, pero también, y sobre todo, en cómo George ha puesto en marcha un espectáculo cinematográfico no exento de profundidad, de una gran belleza visual y un sentido de la epopeya en un sentido clásico que de vez en cuando no está nada mal de recuperar para mostrar las posibilidad del cine digital para adaptarse a los relatos clásicos.