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La muerte de Noriega: El poder supremo acaba; los hombres fuertes también

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Macky Arenas - publicado el 30/05/17
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Cinco años en el poder en Panamá y 25 en la cárcel… ¿valió la pena?

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El poder supremo acaba. Los hombres fuertes también. Manuel Antonio Noriega acaba de morir. Tenía 83 años de edad. Fue gobernante de facto en su país, Panamá, durante apenas un período y pasó en prisión medio siglo. En marzo pasado había sido sometido a una delicada operación cerebral después de la cual sufrió complicaciones que derivaron en una hemorragia  y se mantenía en estado crítico.

Estuvo en una cárcel estadounidense por espacio de dos décadas a donde fue a parar después de una intervención militar norteamericana en su país, acusado de graves y múltiples delitos como narcotráfico,  lavado de dinero y asesinato, entre otros. Recientemente fue regresado a su país y a su familia por razones humanitarias y se mantenía en prisión domiciliaria.

Con lento caminar, un poco más de peso y 81 años a cuestas, pero lúcido como para no esquivar la pena, llegó a Ciudad de Panamá no precisamente para ser un hombre libre. Vivía en la selva circundante al canal, húmeda y sola.  Gobernaba Martinelli.

Por primera vez, pidió perdón a Panamá. “Las heridas habrían podido cerrarse antes”, dijo un ex -embajador panameño en la OEA, pero 25 años después fue cuando el dictador panameño rompió el silencio y habló desde la cárcel El Renacer a un canal de TV local. Fue el epílogo de un régimen de terror que se instaló en el país centroamericano desde Toriijos hasta Noriega.

Noriega ocupó el inédito cargo de Jefe Máximo del Estado Panameño entre 1983 y 1989. El militar se había formado en la Escuela de las Américas, conocida por ser el centro de adiestramiento estadounidense de los gobernantes militares latinoamericanos en las décadas del 70 y 80.

Después de perder el poder, a principios de 1990, el exmandatario hizo un intento fallido por refugiarse en la embajada del Vaticano en Panamá para evitar ser llevado ante una corte estadounidense. El nuncio lo convenció de que se entregara al gobierno panameño, pero el otrora “hombre fuerte” era una carga. La inestabilidad política los llevó a entregarlo, a su vez, a la Administración para el Control de Drogas, (DEA, por sus siglas en inglés) y salir del paquete.

Y es que el récord era pesado. En 1985 el líder opositor Hugo Spadafora fue asesinado por órdenes de Noriega. Igualmente cargaba sobre sus espaldas la muerte del capitán Moisés Giroldi, quien se levantó en su contra en 1989. También estuvo encerrado en Francia una temporada pues parecía que en Panamá no lo querían ni preso. En 2011 volvió a su país de origen, donde seguía cumpliendo una pena de más de 60 años por asesinatos y desapariciones durante su régimen.

Durante el episodio del perdón dijo textualmente: “Quiero cerrar el círculo de la era militar: pido perdón si he hecho daño a alguien”. No cabe duda de que para muchos panameños será difícil otorgarle lo que pide. En cuanto a Dios, Él sabrá. Lo cierto es que, una vez en Panamá, le ofrecieron villas y castillos si le cargaba la mano a diarios opositores del momento. Se negó. Después de 25 años tras las rejas confesó haber logrado“la paz de espíritu que tanto buscó y no iba a permitir que nada la enturbiara”.  

Uno se formula una pregunta lógica: ¿valió la pena tanto nadar para morir en la orilla? Es el espejo trágico donde debe verse cada caudillo trasnochado en este continente. Quién sabe si por eso valió la pena el episodio Noriega.

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