Una iniciativa que permite vincular el turismo con los pueblos originarios
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Basta con poner un pie en tierra para que la alegría de los indígenas de la localidad de Jatari Campesino, en la provincia ecuatoriana de Chimborazo, comience a llenar los corazones de sus visitantes.
Es que una vez que el Tren de Hielo 1 hace una parada en el lugar -una propuesta vinculada a Ferrocarriles del Ecuador y que propone un recorrida interandina desde Riobamba-, estos indígenas comienzan a mostrar lo mejor de sí.
Recientemente, como parte de una estrategia para posicionar este lugar a nivel turístico, fue inaugurado un mural pintado por el artista Pablo Sanguano, con la ayuda de niños y adultos de la comunidad, que permite retratar las fiestas populares y las características más destacables de este pueblo, reproduce un informe de El Comercio.
“El mural cuenta nuestra historia. Ahora podemos contarles a los turistas quiénes somos, a qué nos dedicamos y cómo vivimos en la comunidad mientras les mostramos esta imagen, que nosotros mismos ayudamos a pintar”, expresa a ese medio Luz María Charig, una de las integrantes de la comunidad encargada de guiar a los turistas y darles la bienvenida.
Un tren que les cambió la vida
La llegada de este tren a tres comunidades indígenas de la provincia de Chimborazo le cambió la vida a sus pobladores, quienes tiene la oportunidad de presentarle a los visitantes sus tradiciones, costumbres y artesanías.
Precisamente, entre las propuestas del viaje del Tren de Hielo -que permite disfrutar de un maravillo paisaje andino, además de contemplar aspectos del famoso volcán Chimborazo- está la presentación de las costumbres de los indígenas puruhaes, que habitan esa zona del país.
“Nunca nos imaginamos que tendríamos que tratar con gente de tantos países. Me gusta cuando los turistas me preguntan quién soy y cómo es mi ropa, porque me siento importante”, expresa María Paula Lema, otra de las indígenas locales.
Prendas de lana de alpaca, además de gorros, guantes y bufandas tejidas a mano son algunas de las cosas qué más deleite causan en los turistas.
“Nuestras artesanías no tienen tinturas ni fibras artificiales. Están hechas con lana de los camélidos que criamos”, comenta otra de las mujeres cuyo sustento depende de esta incursión turística.
Otro de los atractivos, de la mano de una caminata en un lugar de gran altitud, es el museo de hielo dedicado al conocimiento de un oficio casi extinto desde que existen las neveras y refrigeradores como el de los hieleros (personas que se dedicaban a ir hasta la montaña a cortar hielo para llevar a las ciudades).
“Apostamos por el turismo comunitario, porque tenemos mucho potencial en las comunidades indígenas y es una excelente oportunidad para generar empleos e ingresos económicos”, sentencio Napoleón Cadena, alcalde de Riobamba, en diálogo con El Comercio.
Y los turistas agradecidos, pues saben que además de deleitarse con costumbres que quizás desconocían, también de paisajes para almacenar en la memoria, están contribuyendo al sustento diario de varias familias dispuestas a dar lo mejor de sí cada vez que ellos bajan del tren y pisan su tierra.
Con información de El Comercio y Tren de Hielo