Después de ciertas comprobaciones de la autopsia todavía en proceso, monseñor Jean-Marie Benoît Balla habría sufrido horribles maltratos antes de ser arrojado al agua.
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El descubrimiento, el pasado 2 de junio, del cuerpo sin vida de monseñor Jean-Marie Benoît Balla, de 58 años, obispo de Bafia (Camerún) en las aguas del río Sanaga, a un centenar de kilómetros de Yaundé —y a la espera de los resultados de las pesquisas judiciales sobre las circunstancias de su muerte— ha provocado una gran emoción e indignación en la región.
Llevaba ejerciendo su ministerio allí desde hacía casi quince años, aunque por todo el país, desde 1983, la lista de religiosos y prelados muertos en circunstancias “sospechosas” no deja de aumentar. Menos de tres semanas antes de la trágica desaparición del obispo, uno de sus colaboradores cercanos —el rector del seminario menor de San Andrés en Bafia—, Armel Djama, era encontrado muerto en su dormitorio sin que las razones de su fallecimiento hayan sido todavía aclaradas. Monseñor Balla había celebrado sus exequias algunos días antes de su propia desaparición.
Mons. Jean Marie Benoît Balla nació el 10 de mayo de 1959 en Oweng, en la diócesis de Mbalmayo, en el centro de Camerún. Después de varios años como capellán en escuelas, fue nombrado superior del seminario menor de Yaundé, capellán de la Congregación de las hijas de María y profesor del seminario mayor de Nkolbisson. Fue nombrado obispo en 2003 por Juan Pablo II.
¿Suicidio? ¿Asesinato?
El obispo desapareció la noche del 30 al 31 de mayo —después de una misteriosa llamada telefónica—, según informan los medios cameruneses, aunque no le gustaba viajar de noche, según se sorprendieron sus colaboradores en el obispado. Su vehículo fue recuperado tres días después de su desaparición, sobre un puente que daba al río, sin rastro de sangre o signos de violencia en su interior. Había un mensaje a la vista en el asiento trasero: “Estoy en el agua”, que hizo pensar al principio en un suicidio.
¿Suicidio? ¿Asesinato? Ninguna hipótesis se descarta. Sin embargo, tras los primeros elementos de la investigación y algunas filtraciones, el asesinato parece ser la opción preferente de los investigadores. Los siete médicos forenses al cargo de la autopsia han revelado que el obispo tenía un brazo y una pierna rotos y su órganos genitales habían sido mutilados como durante un acto de tortura, informan algunos medios.
Por otra parte, entre los indicios que apoyan la tesis del asesinato, se ha desvelado que el cuerpo del obispo habría sido sacado del agua con las sandalias del revés y que sus pulmones no contenían “ni una gota de agua”. Además, según algunos conocidos del obispo, monseñor Balla sabía nadar perfectamente y “no podría morir tan fácilmente en el agua”.
“Esperamos a las serias investigaciones por parte del Gobierno. Hay que profundizar en las pesquisas para saber qué le sucedió, cómo pudo terminar allí. Un obispo de la entereza de monseñor Jean-Marie Benoît Bala no se suicidaría (…) y además es un caso de lo más extraño en la historia de la iglesia. Los obispos no se suicidan”, ha declarado el arzobispo de Bamenda, monseñor Cornelius Esua Fontem. La Iglesia local está consternada por lo sucedido y por todo el país se han organizado numerosas celebraciones religiosas en su memoria.
Lista negra
La muerte de monseñor Jean Marie Benoît Balla se suma a una larga lista de religiosos, sacerdotes, obispos, encontrados muertos en Camerún desde 1988 en circunstancias sospechosas y cuyos autores nunca fueron atrapados.
El asesinato más destacado fue el de monseñor Engelbert Mveng, uno de los intelectuales más grandes de Camerún, que tenía “una independencia de espíritu y de juicio sin concesión”, informa Mondafrique. Mveng, el primer jesuita camerunés, había sido ante todo historiador, artista y teólogo. Fue hallado estrangulado en su cama el 21 de abril de 1995.
Su horrible asesinado nunca se resolvió, tampoco el del sacerdote Joseph Mbassi, director del célebre diario católico L’Effort camerounais, encontrado asesinado y mutilado, y famoso por sus investigaciones sobre los traficantes de armas; ni el caso de 1991 del obispo emérito de Garua, monseñor Yves Plumey; ni el asesinato en 1992 de dos religiosas francesas, Germaine Marie Husband y Marie Léone Bordy, después de ser violadas.