Es una gran alegría que, en medio de tantos miedos, dificultades y dudas, pueda responderle al Señor…
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Mi nombre es Gustavo Enrique Vélez Sánchez, tengo 18 años y pertenezco a la comunidad parroquial de Nuestra Señora de San Juan de los Lagos, en la I Vicaría Episcopal de México. Hoy quiero compartir contigo mi historia vocacional.
Todo comenzó con una discusión entre mi abuela materna y mi mamá. Mi abuela había salido molesta de casa, y yo fui corriendo tras ella; la busqué por varias partes, hasta que por fin la encontré en una iglesia, participando de la Eucaristía. En aquella ocasión mi abuela me dijo que yo podía ser como el padre que en ese momento celebraba la Misa.
Al domingo siguiente, me levanté muy temprano, me arreglé y le dije a mi abuela que teníamos que ir a Misa. Al llegar a la iglesia, sólo estaban una señora barriendo y un señor arreglando las flores. Me dispuse a ayudar a la señora a limpiar las bancas y me quedé con mi abuela a la Misa.
Cuando la celebración terminó, la misma señora me invitó a ser monaguillo. Yo acepté. Pasó el tiempo y me convertí en catequista.
La gente me decía: “tú vuelas por ser sacerdote”. En una ocasión asistí como animador de los monaguillos a un encuentro organizado por la arquidiócesis de México. Conviviendo con algunos seminaristas, uno de ellos me preguntó: “¿Te gustaría ser sacerdote?”.
Cada vez las preguntas eran más constantes. Cuando veía a mi párroco, el padre Víctor Manuel Higuera Aguilar, me surgía esa inquietud. Me llamaba mucho la atención que era muy solidario y entregado a su ministerio. Y al ver la forma en que se hacía cercano a la gente, me daban ganas de ser como él.
Fue ahí cuando la inquietud se volvió más fuerte, pero no me animaba a decírselo a nadie. Finalmente, un día se lo comenté a una amiga, y ella me dijo que hablara con mi párroco.
En una ocasión, el padre Víctor Manuel, en su homilía, pidió orar por las vocaciones sacerdotales y eso me animó mucho. Al día siguiente le pedí a la secretaria una cita con él para hablar de lo que me inquietaba.
El padre me recibió y me explicó lo que implicaba seguir a Dios por ese camino, pero también me dijo que probablemente Él me estaba llamando para servirle como sacerdote.
Por aquellos días me contactó con el padre Luis Gerardo Cortez, quien llevó mi proceso vocacional. Ahora me encuentro con Gracia de Dios en el Curso Introductorio, y es una gran alegría que, en medio de tantos miedos, dificultades y dudas, pueda responderle al Señor y decirle como la Virgen María: “Hágase en mí según tu palabra”.
Los invito a orar por la vocaciones, y si tú sientes esa inquietud, dale el “sí al Señor”, que Él te dará la fuerza para lograr lo que espera de ti.
Artículo publicado originalmente por el SIAME