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La mujer-madre está discriminada porque los directivos son poco flexibles

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Salvador Aragonés - publicado el 17/06/17
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Si no hay familia, no hay hijos, y si no hay hijos no hay recambio generacional

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La falta de “flexibilidad” es un punto central que discrimina a la mujer-madre (o esperando serlo) en el trabajo y hace muy difícil la conciliación familia-trabajo. Así lo asegura Nuria Chinchilla profesora del IESE (Instituto de Estudios Superiores de Empresa, de la Universidad de Navarra), especializada en conciliación entre trabajo y familia, en unas declaraciones en exclusiva para Aleteia.

Esta falta de flexibilidad se observa tanto a nivel de empresa como a nivel de sector público y sindical. “O las empresas se organizan de cara a la familia o acabamos con la sociedad. Pues si no hay familia, no hay hijos, y si no hay hijos no hay recambio generacional y la sociedad muere”, afirma Nuria Chinchilla.


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El pasado día 15 de mayo, Día Internacional de la Familia, el Foro de la Familia y The Family Watch han coincidido en solicitar “un apoyo real” a la familia y medidas para superar el “parón demográfico”.

Dice la profesora Chinchilla: “Hay que repensar la empresa  de modo que pueda integrar la maternidad y la paternidad a fin de que las personas que en ellas trabajan puedan hacer compatible su trabajo con la familia y con su tiempo libre”. Según Nuria Chinchilla, en Europa y en América “hay un sesgo inconsciente que nos hace ver la realidad desde un punto de vista masculino. La centralidad del trabajo está en la empresa”.

Dice la profesora Chinchilla que quienes trabajan en las empresas no son robots, sino personas. La sociedad actual solo será sostenible si desde la política, la empresa y la sociedad civil se tienen en cuenta tres criterios que ella llama “las tres “efes”:

  1. Feminidad
  2. Familia
  3. Flexibilidad

“El hombre usa más el conocimiento abstracto y la mujer tiene mucha inteligencia emocional, que trae en su ADN”. Entonces, la solución está en combinar estas dos aportaciones, crear sinergias, afirma la profesora.

Es sabido, y demostrado, que el cerebro del hombre y el de la mujer son distintos, pues ya desde los quince días de su concepción se construye un cerebro que será distinto para el hombre que para la mujer. La empresa, que está pensada desde una visión masculina, debería “abrirse al ojo femenino” (feminidad) para una visión más completa, señala Nuria Chinchilla.

WORK

Shutterstock-Diego Cervo

Por otro lado, nadie vive en una isla, sino que crece y se forma en el seno de una familia, que por cierto es la “institución más querida y valorada” por todos los hombres con independencia de su cultura, su edad, su condición social. Por lo tanto es necesario favorecer a la familia, porque todas las personas son distintas y todas las personas tienen necesidades personales y familiares distintas, aunque trabajen dentro de una misma empresa y en análogos puestos de trabajo: unos pueden ser solteros y otros casados o con pareja con uno, dos, tres o más hijos y con mayores dependientes en las diferentes etapas vitales.

Por esto, se necesita “flexibilidad”. Con los avances hoy de la tecnología, dice la profesora Chinchilla, los trabajadores y trabajadoras de una empresa no necesitan estar permanentemente “dentro” de ella. Hay personas –mujeres con hijos especialmente– que trabajarían muy bien desde casa algunas tardes la semana, conectando su ordenador al servidor central de la empresa.

Hay personas -no solo mujeres con hijos, también padres y millenials – que ya trabajan muy bien desde casa, con flexibilidad horaria. Cuando una mujer tiene personas dependientes –niños, ancianos o minusválidos– si trabaja en casa, aunque tenga quien cuide de la casa y los niños, todo funciona mejor y se nota mucho la presencia de la madre.

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Shutterstock

Los sindicatos no colaboran demasiado con la flexibilidad, pues consideran que si a una persona, para cubrir sus necesidades familiares y personales, necesita trabajar unas horas desde casa, todo el mundo debe tener derecho a hacer lo mismo: el café para todos significa rigidificar la flexibilidad. Son poco flexibles. O si una trabajadora o trabajador tiene suficiente con media hora para comer ¿por qué esperar dos horas para volver al trabajo como los demás?

Los “milenials” hoy quieren que se les dirija y se les evalúe por objetivos y no por “horas de estar” físicamente en la empresa. De este modo tienen más tiempo para dedicarlo a la familia, o a sus aficiones personales. Saben o quieren organizar mejor “su” tiempo.

Por otro lado, señala Nuria Chinchilla, hay que encajar los horarios de la escuela con los del trabajo. No vale que los profesores decidan hacer jornada continuada y terminar a las tres de la tarde, sin haber consultado a las familias. Las actividades extraescolares no empiezan hasta las cinco de la tarde. ¿Qué hacen los niños en esas dos horas? Y también ¿es justo cargar a los hijos con actividades extraescolares simplemente porque los padres están trabajando? Ya desde pequeños les volvemos adictos al trabajo/actividad.

Y también es increíble, añade, que los gobiernos no ayuden a la creación de guarderías (de 0 a 3 años), cuando los padres deben dejar al hijo a partir de los cuatro meses con un coste muy elevado. Si tienen dos hijos, más elevado todavía, y si tres, no digamos. ¿Cómo esperamos terminar con el parón demográfico?

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