Este periodo de la vida se convierte en una etapa de riesgo nutricional
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Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), lo ha definido como el período de la vida que transcurre entre los 10 a 19 años, y se divide en “adolescencia temprana” que es de los 10 a 14 años y en “adolescencia tardía” de 15 a 19 años.
Es una etapa un poco compleja porque se caracteriza por cambios importantes, tanto a nivel biológico, emocional, social como cognitivo en los que el niño se desarrolla para convertirse en adulto.
Se produce un gran aumento en la velocidad de crecimiento corporal, ya que en este periodo se adquiere el 50% del peso definitivo, el 25% de la talla, y la mitad de la masa esquelética.
Los requerimientos de energía y de nutrientes son elevados pero distintos en ambos sexos, esto ocurre porque la composición corporal es diferente en función del sexo, hay un notable incremento de la masa magra en los varones, y de la masa grasa en las mujeres.
En cuanto a las necesidades de vitaminas y de minerales también están aumentadas sobre todo las de hierro, zinc y calcio. La demanda de hierro por ejemplo se debe al incremento de la masa magra y del volumen sanguíneo, por lo que la ferropenia (disminución del hierro) es más frecuente a esta edad. Por está razón es que se aconsejan alimentos ricos en hierro, y también en vitamina C que ayuda a aumentar la absorción de hierro.
Además, en ocasiones los adolescentes suelen adquirir nuevos hábitos de consumo de alimentos, debido a diferentes factores, entre ellos se encuentran: influencias psicológicas y sociales o de amigos, el hábito de comer fuera de casa, el rechazo a las normas tradicionales de la familia o en la búsqueda de autonomía. Por lo tanto, este periodo de la vida se convierte en una etapa de riesgo nutricional porque a todo esto se le suma la elevada demanda de nutrientes que tienen.
Algunos errores frecuentes en de la alimentación:
Suprimir o restringir comidas. Su estilo de vida a veces los lleva a comer fuera de casa y estas las remplazan por pequeñas ingestas poco nutritivas y calóricas que favorecen la obesidad y las caries dentales.
Ir con frecuencia a restaurantes de comidas rápidas o comer alimentos precocidos congelados en la casa, esto también produce cambios en los hábitos alimentarios porque son alimentos muy ricos en grasas, colesterol, azúcar y sodio.
Comer en casa mirando la televisión o el celular. Este mal hábito lleva al sedentarismo y a picotear entre horas. Porque no prestan atención a lo que están comiendo, no realizan ningún tipo de actividad física y además se pierde comunicación en ese momento con la familia.
Evitar el desayuno, o que sea muy pobre, puede ser por falta de tiempo o por no tener la costumbre. El desayuno no puede faltar, es la comida más importante del día porque nos brinda la energía necesaria para enfrentar el resto del día y evitar problemas de aprendizaje y rendimiento escolar.
Hacer dietas restrictivas. En esta etapa comienza la preocupación por la imagen corporal con un ideal de belleza determinado, por lo que pueden aparecer regímenes para adelgazar de cualquier lugar, sin certezas o dietas no convencionales, vegetarianas, macrobióticas, entre otras. Es muy importante observar y estar atentos porque pueden conducir a una ingesta insuficiente de calorías y de nutrientes.
Consumo de alcohol. Es la edad donde comienzan a probar alcohol, lo que lo mejor es tomar precauciones y hacerlo con moderación, porque solamente aporta calorías vacías y tiene efectos negativos sobre el apetito, los órganos y distintos sistemas.
Consumo de snacks. Dentro de estos se encuentran golosinas, bebidas azucaradas, papitas, alfajores, galletitas dulces, entre otras. Suelen consumirlas diariamente, pero no es lo recomendable ya que puede desplazar a los alimentos y bebidas de interés nutricional como lo son la leche o el yogur, las frutas y vegetales, cereales y por lo tanto lo ideal es que se consuman, pero de modo ocasional.
Algunos consejos:
Realizar las 4 comidas principales
Practicar 1 hora diaria de actividad física moderada
Fomentar el consumo de frutas, verduras y alimentos integrales.
Disminuir las horas de inactividad física y estimular la práctica de deportes.
Erradicar la omisión del desayuno.
Por lo menos una de las comidas principales realizarla con la familia.
La alimentación de nuestros adolescentes siempre debe favorecer a un adecuado crecimiento y desarrollo y las familias somos los primeros que debemos ayudar a promover hábitos de vida saludables, para prevenir trastornos nutricionales ya que esta etapa puede ser la última oportunidad de preparar nutricionalmente a los jóvenes para una vida adulta más sana.