Los consejos del profesor Thomas Lickona: como padres hay que informar, comprender y ayudar a los hijos
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Sabemos que la pornografía es muy mala para el cuerpo y para el alma de nuestros hijos y de nuestros alumnos, pero ¿cómo defenderlos de esta lacra social, cuando en las escuelas y en la sociedad es tan abundante? ¿Cómo hablarles del peligro de la pornografía?
El profesor Thomas Lickona lo cuenta en un en estudio que presentó en el Congreso Congreso “Character, Education and Digital Lifestyles“, promovido por Interaxion Group en la Pontificia Universidad de la Santa Cruz en Roma. Thomas Lickona des un psicólogo del desarrollo y profesor emérito de la Universidad del Estado de Nueva York en Cortland, y fundador y director del Center for the 4th and 5th Rs – Respect and Responsibility, (www.cortland.edu/character). El estudio se titulaba “Luchar contra la pornografía”.
Según el profesor Lickona “es bueno tener un plan de acción y de prevención en familia para hacer conscientes a nuestros hijos de los peligros de la pornografía. Todo depende de su edad. Con los niños más pequeños, deberíamos buscar en primer término proteger su inocencia, evitando que vean imágenes pornográficas. Para esto, fundamentalmente hace falta prevención. Para los adolescentes, en cambio, el discurso es distinto.
“Deben conocer la verdad –afirma en unas declaraciones publicadas en Family and Media— sobre la industria pornográfica y los peligros y los trastornos psico-físicos que produce esta industria. Como padres deberíamos ser conscientes de cómo la pornografía es tóxica y venenosa, además de ser perversa e inmoral. Un sentimiento de repulsa e indignación debería inspirarnos para hacer todo lo posible y proteger a nuestros niños de este veneno social”.
Pero ¿cómo hacer esta prevención? El profesor Lickona dice que Desgraciadamente, se está produciendo un aumento de la exposición de los niños a la pornografía en Internet. Los expertos estiman que en los Estados Unidos y el Reino Unido, la edad media de los muchachos que padecen la primera exposición es en torno a los 11 años. Esto quiere decir que la educación y la prevención hay que aplicarla a partir de la escuela primaria, para evitar complicidades y dependencias precoces.
Y añade: “Si descubrimos que nuestros niños ya han hecho uso de material pornográfico, accidental o intencionadamente, lo primero es comprender, escuchar cómo ha sucedido, y explicar, con cariño pero muy claramente, por qué la pornografía es algo malo y perjudicial, y cómo evitarla en el futuro. Si se tiene fe, también hay que rezar por ellos. Los niños expuestos a la pornografía pueden reaccionar con ansiedad, repugnancia, vergüenza, miedo, tristeza, o una combinación de todas estas emociones”.
“Los niños que han visto intencionalmente material pornográfico pueden reaccionar con vergüenza y culpa cuando sus padres lo descubren. Es una respuesta normal cuando se hace algo que sabemos que está mal. Nuestra tarea como padres es ayudar a un niño a ir más allá de este sentimiento de culpa y de vergüenza, y hacer un plan concreto para evitar este tipo de comportamientos en el futuro”.
Para los estudiantes de las escuelas medias y superiores, añade el profesor Lickona, “normalmente recomiendo sentarse con ellos y ver juntos algunos sitios web específicos como Fight the New Drug y Porn Kills Love. Estas páginas web han sido creadas por jóvenes que han promovido un movimiento global con base científica para argumentar y formar a las personas contra los peligros de la pornografía. Ambos sitios web contienen breves vídeos que presentan los daños reales que “la pornografía puede producir al cerebro, al corazón, y al mundo”.
Resaltando que el sexo es un don de Dios, una dádiva que ha puesto Dios en manos de los hombres, aconsejo a los padres y profesores lo siguiente, en función de la edad de los hijos, dice el profesor:
1.- La pornografía trata a las personas como objetos en nombre de un falso placer sexual, y sólo para el beneficio económico de los productores. Todo esto es erróneo, porque cada persona tiene una dignidad humana y nunca debería ser explotada;
2.- El sexo es siempre manifestación de amor entre dos personas. La pornografía separa el sexo del amor y da un retrato falso de la sexualidad;
3.- La mente almacena todo. Una vez que se es prisionero de imágenes pornográficas resulta muy difícil desprenderse de ellas.
4.- La pornografía intoxica el cerebro, como una droga. Puede crear rápidamente dependencia, y además reducir la capacidad de tener una relación sexual normal con otra persona en la vida real.
5.- Para los chicos, la pornografía generalmente va acompañada de la masturbación, otra costumbre que es difícil romper. Ambos hábitos reducen la capacidad de auto-control y de autoestima;
6.- Si la costumbre de consumir pornografía se produce dentro del matrimonio, puede provocar serios problemas entre marido y mujer, arruinando la relación íntima entre los esposos;
7.- Vista desde una perspectiva de fe, la pornografía va contra el plan de Dios, porque el sexo es un don de sí a otro dentro del amor y del respeto entre los cónyuges, y no un mero apareamiento, como los animales. La pornografía viola la pureza que Dios espera de nosotros.
8.- El reciente libro del sociólogo alemán Gabriele Kuby, The Global Sexual Revolution, afirma que la revolución sexual tiene como objetivo el derrocamiento de la moralidad sexual. ¿Cuál es el desafío que tienen los padres respecto de la pornografía y el ambiente sexualmente permisivo creado por la revolución sexual?
9.- La revolución sexual ha normalizado la pornografía. Debemos hablar con nuestros hijos y hacerles entender el daño que puede hacer la pornografía corrompiendo el corazón y alma. Nuestros niños necesitan entender que tener una moral no es algo negativo que despoja a nuestra vida de la diversión. Al contrario, los valores morales nos ayudan a construir y fortalecer nuestro carácter, a tener amor propio, a construir relaciones de amor verdadero, y a encontrar la felicidad auténtica.
Necesitamos dar a nuestros hijos sólidas razones para salvaguardar su intimidad sexual para el matrimonio. Podemos utilizar por ejemplo frases del tipo “la intimidad sexual es muy importante, y es parte de algo más hermoso y grande”. Y es un don que recibimos de Dios “para ofrecerlo a la que será nuestra compañera o compañero para toda la vida. Es la unión de los cuerpos entre dos personas que se aman y una unión de dos vidas que se toman de la mano para convertirse en Padres y Madres de una nueva vida”.
En cuanto a las familias, lo que va bien, asegura el profesor Thomas Lickona, es importante llegar a una especie de “Contrato familiar acerca de los medios de comunicación e internet”, que puede estar colgado en la pared. Y, aunque parece extravagante y divertida, es muy educativa.
Estos son los siete puntos del contrato familiar:
1.- No hay tele si no se han hechos antes los deberes ni durante las comidas. Hay que pedir siempre permiso antes de encender la televisión, y ver solo programas aprobados;
2.- En algunos momentos es bueno tener apagada la televisión para centrarnos en otras actividades de familia, como leer libros o conversar todos juntos;
3.- Todos los videojuegos deben ser siempre vistos por un progenitor, y tener un límite de tiempo;
4.- Hay que apagar los móviles durante las comidas y las horas de sueño;
5.- Bloquear los sitios web pornográficos con filtros especiales de control parental es una buena cosa.
6.- Establecer normas para el uso de Internet: por ejemplo, siempre tiene que haber una aprobación por parte de los padres, sobre todo cuando se trata de descargar algo.
7.- En cuanto a las películas, hay que evitar las de contenido sexual explícito. Hay muchos sitios de orientación, como por ejemplo Screenit y Kidsinmind.
Para ayudar a nuestros niños a comprender nuestras razones, que a primera vista pueden parecer exageradas o demasiado represivas, podemos decirles: “El tiempo tiene mucho valor. Tienes que aprender a mirar la tv interesante, a saber elegir los programas y las películas que merecen tu tiempo. Lamentablemente hay muchos contenidos que no son buenos y que conviene evitar. En esto tienes que fiarte de nosotros”. La mayor parte de las investigaciones demuestran que cuando nuestros hijos son conscientes de que nuestro ejercicio de autoridad se basa en una buena intención, y que tienen como fin su bien, están mucho más dispuestos a aceptar nuestras reglas y restricciones.