Gacelas, búfalos, hipopótamos, elefantes, rinocerontes…¿debo preocuparme por ellos?
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Son cada vez más numerosos los españoles que viajan durante el verano a algún país africano. Quienes afrontan esta maravillosa aventura suelen preocuparse por los animales salvajes –cada vez menos– que merodean por allí y que tal vez han visto en documentales emitidos por alguna cadena de televisión.
¿Son realmente peligrosos estos animales salvajes en África? Muy poco. Yo, por ejemplo, he visto siempre a los elefantes bastante lejos, cuando iban a beber agua a una gran charca del Parque Nacional de Hwange, en Zimbabue. Andaban también por allí algunas gacelas y búfalos. Tampoco me preocuparon demasiado los hipopótamos, rinocerontes, jirafas, ñus y cebras que observé en varios lugares de Kenia.
He tenido en mis manos una joven serpiente pitón en Uidah, Benín; sabía que es inofensiva, pero su piel me produjo una sensación de fría aspereza. He sujetado con fuerza entre los dedos una víbora justamente por detrás de su cabeza triangular, con la ayuda de un keniano, mientras me informaba que su mordedura puede matar a una persona en pocos minutos; el hombre las capturaba y las llevaba a un centro de Nairobi, donde le extraían el veneno para preparar suero antiofídico.
Ni los elefantes, ni los leones, ni los rinocerontes, ni las serpientes son los animales más peligrosos de África. El más asesino es un pequeño mosquito que transmite la malaria (palabra derivada del italiano que significa mal aire) o paludismo (derivada del latín palus, ciénaga). Se trata del anofeles hembra, responsable de la muerte de medio millón de personas al año.
Hasta la fecha, no se ha conseguido elaborar una vacuna eficaz, aunque se están logrando importantes avances para conseguirla. Nos han informado recientemente que científicos de la Universidad alemana de Tubinga han logrado el cien por cien de protección con una nueva estrategia de inmunización; pero aún no se ha conseguido una vacuna segura.
A falta de una vacuna, para prevenir la malaria se toman antipalúdicos antes de iniciar un viaje a zonas infectadas, siempre según prescripción médica. Yo he tomado algunos, como Nivaquine y Lariam, desaconsejados años más tarde por sus nefastos efectos secundarios, sobre todo el Lariam. Confieso que a mí no me causaron ningún trastorno; pero manifiesto también que durante mis últimos viajes a África dejé de tomar profilácticos contra la malaria, aunque extremé las precauciones: camisas con mangas largas, eficaces repelentes contra los mosquitos y el uso de mosquiteras. Me fue muy bien, pero no aconsejo a nadie que lo haga.
Hay otros bichitos bastante incordiantes como la pulga de la arena. Me hablaron de ella en el populoso barrrio de Kimbanseke, cerca de Kinshasa, capital de la República Democrática de Congo, en donde la llamaban tuku-tuku; pero su nombre científico es tunga penetrans. No imaginé que comprobaría muy pronto sus efectos en mi propia carne. A los pocos días de volver de un viaje a Congo, en el verano de 1996, noté un escozor en los dedos gordos de los pies. Los palpé y noté que estaban algo abultados justamente debajo de las uñas. Me acordé del tuku-tuku.
Un joven africano ugandés me confirmó en Madrid que efectivamente en mis dedos había depositado sus huevos la pulga de la arena. Él mismo se encargó de sacarlos con un palillo muy afilado. Fue escarbando pacientemente alrededor del nido para poder extraerlos sin que estallaran, porque esto podría causar una infección. Los huevos estaban embolsados y los sacó con gran habilidad. Sentí un gran alivio.
Existen otros mosquitos que es preciso evitar a toda costa, como el del dengue. Menos común pero igualmente peligrosa es la tripanosiomasis o enfermedad del sueño, producida por la picadura de la mosca tsetsé. Puede contraerse también la amebiasis, producida por la ameba; para evitarla hay que beber agua hervida y filtrada y no comer verduras frescas.
Asimismo, existe la posibilidad de adquirir la esquistosomiasis o bilharziosis, transmitida por el gusano esquitosoma; penetra en la piel en contacto con aguas estancadas infestadas de caracoles de agua, que son sus reservorios naturales. O la oncocercosis o ceguera de los ríos, que transmite al ser humano la picadura de moscas negras del género Simulium.
Estos animalejos e insectos son los más peligrosos que puede uno encontrarse en África y en las zonas tropicales en general, porque apenas se ven. La prudencia y seguir los consejos de los médicos antes de desplazarse a los países africanos son el mejor método para evitar el ataque de estos minúsculos pero alevosos asaltantes.