Es uno de los rasgos más importantes que cultivar en un niño. Aquí están las herramientas que necesitas como padre o madre.
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Apple enseña a nuestros hijos que pueden tener imágenes, conocimiento y experiencias cada vez que quieran. Nintendo les enseña que los juegos son misiones inmediatas en un mundo exótico. Inflatable Fun Factory y Six Flags les enseñan que hay emociones inimaginables a un tique de entrada de distancia. Hershey’s y Coca-Cola les enseñan que siempre hay dulces baratos disponibles. Pero ¿quién se dedica a enseñar a nuestros hijos el valor de la espera y de la gratificación retrasada? ¿Y qué importancia tiene este hecho?
A principios de la década de 1960, Walter Mischel y sus colegas empezaron con una idea sencilla. Desarrollaron un estudio en el que ofrecían dos opciones a niños de 4 años: puedes comer un malvavisco ahora, o, si puedes esperar hasta que volvamos, puedes comer dos malvaviscos. Los niños se quedaban solos durante 15-20 minutos con un malvavisco (o nube o esponjita de azúcar) y las cámaras ocultas.
Más entusiastas y competentes
Entre 10 y 15 años más tarde, esos mismos niños fueron evaluados según múltiples factores. Los resultados fueron asombrosos. Cuanto más esperaban los niños por los dos malvaviscos, más probable era que sus padres les calificaran de ser más atentos, competentes, organizados, entusiastas, optimistas e inteligentes. Quizás lo más sorprendente fue descubrir la conexión entre el número de segundos que tardaba un niño de 4 años en comer el malvavisco y su puntuación en las pruebas de razonamiento SAT en la escuela secundaria.
Aquellos que no agarraban el malvavisco puntuaban una media de 200 puntos más que quienes sí lo hacían. Los que esperaban más, incluso si terminaban por ceder a la tentación, por lo general tenían mejor puntuación que quienes no podían resistir devorarla directamente. En su seguimiento como adultos, resultó que quienes retrasaron el momento tuvieron matrimonios mejores, mejor salud, mayor satisfacción laboral y mejores hábitos financieros.
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¿Qué significaba todo esto? ¿Era esta simple medición del autocontrol un sustituto para alguna otra cosa, como la inteligencia? Un estudio publicado en 2010, A gradient of childhood self-control predicts health, wealth, and public safety [Un gradiente del autocontrol infantil predice la salud, la riqueza y la seguridad pública], había seguido durante 32 años a mil niños desde su nacimiento. Los investigadores querían determinar qué factores diferentes podían predecir determinados resultados en la adultez. Surgieron tres factores: autocontrol, coeficiente intelectual (CI) y estatus socioeconómico.
Predictor de su futuro
El autocontrol se definió como las habilidades relacionadas con la autodisciplina, la diligencia y la perseverancia. El autocontrol de un niño de tres años, independientemente de su CI y nivel de riqueza, se asoció significativamente con los siguientes aspectos a la edad de 32 años: salud física, dependencia y consumo de drogas, estatus social, riqueza, familia monoparental o biparental, probabilidad de cometer un crimen. Incluso más sorprendente es que no era solo que los que menos autocontrol tenían resultaban en peores condiciones. Independientemente de dónde estuvieran “en el espectro”, su autocontrol por sí solo predecía lo bien o mal que les irían las cosas.
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Hermanos con un CI similar en el mismo hogar podrían mostrar evoluciones muy diferentes. El motivo aparente: su nivel de autocontrol o de gratificación retrasada. Los autores probaron el argumento de que el autocontrol se hereda, como el CI u otros factores. Observaron si el aumento del autocontrol durante la infancia suponía alguna diferencia. Los resultados fueron los esperados: cuanto más mejora mostraba un niño, menos peligro de consecuencias negativas como adulto.
Siete habilidades
Como padres, somos los primeros instructores en estas habilidades críticas, aunque nunca ha sido tan difícil como lo es hoy y tampoco nunca tan importante. Hace años, el grupo Mind in the Making empezó a fomentar habilidades básicas en niños. Empleó estas 7 habilidades esenciales como plantilla para ofrecer ideas para educar en el autocontrol y la paciencia:
Concentración y autocontrol: Usa actividades sencillas (por ejemplo, leer un libro, jugar con bloques, hacer un puzle) para enseñar a los niños cómo jugar con objetos que no les dan ninguna respuesta, sino que requieren curiosidad y atención. Empieza atendiendo a cuánto tiempo pueden permanecer concentrados hoy. Gradualmente, trabaja con refuerzo e interacción para incrementar la cantidad de tiempo que centrados en una tarea.
Toma de perspectiva: Asegúrate de educar diariamente y hacer preguntas sobre cómo se puede sentir otra persona a quien encontréis. Cuando quiere algo ahora o quiere algo que tiene otra persona, asegúrate de enseñarle (a su nivel) la importancia de esperar y entender que todo el mundo tiene necesidades también.
Comunicación: Enséñales que no se les puede prestar atención inmediata en todo momento y en todas las situaciones. A veces quizás tengan que esperar, sobre todo si los adultos están hablando. Incluso obligarles a ser pacientes durante unos segundos antes de una respuesta puede ayudarles a entender que hay unos límites convenientes. Edúcales a ser educados en los saludos y en las respuestas. Quizás signifique que tendrán que retrasar un deseo inmediato de jugar o de saludar. También tienen que aprender a respetar los turnos cuando otros están hablando.
Establecer conexiones: Esto es crucial para el aprendizaje: aprender las similitudes y las diferencias y clasificarlas en categorías. Esto no ocurre si no aprenden a gestionar la frustración y los errores. Edúcales a perseverar durante problemas difíciles, a llevar bien la decepción y no evitar situaciones inmediatamente porque sean difíciles o aburridas. Recompénsales por el esfuerzo al margen de los resultados. Ayúdales a entender lo bien que se siente al perseverar hasta superar un desafío.
Pensamiento crítico: La clave es educar a los jóvenes a ser pacientes con las tareas. La frustración no tiene que asentarse cuando el aprendizaje a base de intento y error no funciona la primera vez. Los niños pueden aprender a tomarse una pausa y respirar hondo un par de segundos antes de intentarlo de nuevo. Los padres pueden enseñar paciencia en el pensamiento crítico. Hacer algunas preguntas puede ayudar a guiar a los niños hasta una respuesta en vez de rendirse enseguida.
Asumir desafíos: Los padres pueden reforzar esta habilidad al reconocer que alguna tarea puede ser difícil. Enseñar a los niños a incluso dedicar unos pocos segundos a pensar antes de dar el próximo paso. Cuando algo no funciona la primera vez, todavía se puede mostrar entusiasmo por un buen intento. No debería evitarse de inmediato que los niños participen en desafíos razonables solo porque sean difíciles.
Aprendizaje activo y autodirigido: Ofrece juegos sencillos y oportunidades que animen al niño a ser creativo, como juguetes del estilo de Play-Doh con plastilina, Lego y otros juguetes de construcción. Crea zonas exteriores con areneros, áreas abiertas e incluso espacios en el jardín diseñados para estimular la curiosidad del niño o niña. Recompensa sus intentos de probar cosas nuevas. Aprende a dejarles solos regularmente o con otros niños para que exploren por su cuenta.
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