¿De verdad crees que vistiendo camisetas con la idea de que están comercializadas a través de un sistema justo estás reduciendo la dependencia de los países pobres?
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Sarah Butler, editora asociada de U.S. Catholic, ha escrito un importante texto sobre la moralidad de las compras en el que se pregunta: ¿qué pasa cuando las compras son las únicas que mantienen en alerta nuestra moral?
Consumo, consumismo, compasión
“Comprar es siempre un acto moral y no simplemente económico”, dijo el papa Francisco, parafraseando la encíclica de Benedicto XVI (2009) Caritas in Veritate. Pero muchas veces el llamado “consumismo compasivo” hace de la compra de un objeto el único medio de responsabilidad social de las personas. ¿Es esto válido?
Por ejemplo, la empresa estadounidense de zapatos marca TOMS dona dinero a obras de caridad usando fondos de las compras de los consumidores. Los productos que portan el listón rosa apoyan la lucha contra el cáncer de pecho, los que tiene insignia roja apoyan la investigación sobre el SIDA,…
“Estos productos, que hacen sentirse bien al consumidor porque está apoyando una causa social, no son necesariamente malos, dice Butler en su reflexión de U.S. Catholic, pero han de guiar a los católicos a cuestionarse cuál es la mejor práctica de hacer la caridad”.
Profundizar en la caridad
David Cloutier, un teólogo moral de la Universidad Católica de América, dice que el papa Francisco nos ha comunicado vivamente el mejor modo de ser en verdad caritativos: el encuentro cara a cara con aquellos que están luchando por una causa social, preferiblemente en nuestra comunidad.
En términos de teología moral, según Cloutier, nuestra preocupación más grande frente al “consumismo compasivo” debería ser si la donación hace el bien previsto.
Por ejemplo, algunas empresas ofrecen regalos de sus productos a personas en países lejanos. Los regalos suelen tener un efecto perverso, dice Cloutier, pues “compiten con los productores locales y obstaculizan el desarrollo de empresas en los propios países pobres”.
No se trata de no comprar, o de no entrar en campañas en las que puedo agregar un granito de arena a la caridad, sobre todo en estos tiempos donde se está convirtiendo en una especie de artículo de lujo: se trata “de profundizar en nuestro entendimiento sobre cómo podemos hacer mejor la caridad”.
Una camiseta no hace solidaridad
La autora del texto hizo un recuento de cinco obras caritativas ligadas al consumo popular (productos que dicen que una parte del precio se va a los pobres; productos con el listón rosa del cáncer de pecho o el distintivo rojo de la investigación contra el SIDA, el cuidado del medio ambiente y la promoción de la justicia social a través del lema de comercio justo) para encontrar caminos católicos que hagan mejorar la caridad sin caer en el “compasivismo” del mercado.
Los consejos que Butler da, finalmente, tienen que ver con evitar caer en la tentación de creer que comprando un par de zapatos se ayuda a la gente necesitada en otro lado del planeta, cuando ni se dice cómo ni con cuánto se le ayuda.
O de que comprando productos de belleza con el listón rosa o teléfonos celulares con el distintivo rojo, se apoya, realmente a la gente de escasos recursos con cáncer en fase del 2 al 5, o a enfermos de SIDA.
Menos aún que comprando muchas bolsas recicladas estamos disminuyendo la basura que hay en el planeta o que vistiendo camisetas con la idea de que están comercializadas a través de un sistema justo estamos reduciendo la dependencia de los países pobres.
Capaces de lo mejor
De nuevo, sin que nada de esto sea malo, dice la autora del texto, lo que podemos hacer es guiarnos por organismos serios, que rindan cuentas y que estén preparados para hacer el bien (como las Cáritas en todo el orbe católico).
También podemos donar a instituciones científicas que de verdad sepan cómo curar el cáncer en fases avanzadas o, por ejemplo, en el caso del SIDA, entrar en un voluntariado para acompañar a los enfermos. A menudo la presencia y el testimonio son más efectivos que el dinero, y más aún, del dinero anónimo.
Para Butler, todas las formas de discernimiento católico sobre caridad se resumen en la siguiente frase del papa Francisco: “Si el ser humano es capaz de lo peor, también es capaz de elevarse por encima de sí mismo, elegir lo que es bueno, y empezar de nuevo”.