Las primeras logias llegaron con los franceses de Haití en el siglo XVIII. En la revolución cubana tuvieron una vida dura. Hoy están mejor y el futuro es prometedor
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La masonería cubana se tiñe de negro, del primer negro – Lázaro Cuesta, 72 años de edad y cincuenta de masonería – que alcanza el grado de Gran Maestro de la Logia de Cuba en 150 años.
Y pensar que la masonería cubana debe su existencia a un país de negros y esclavos. Precisamente los franceses provenientes de Haití fueron los que fundaron, a fines del siglo XVIII, la primera logia en la vecina Isla.
En el siglo XIX afrontaron serios problemas por su actividad independentista contra la corona española y alcanzaron su esplendor en la primera mitad del siglo XX.
Con el triunfo de la revolución cubana tuvieron una vida dura, aunque Cuba fue el único país socialista “donde continuaron funcionando y trabajando los talleres masónicos”, afirma en su obra el historiador Eduardo Torres-Cuevas, director de la Biblioteca Nacional.
Hasta llegar a este día, el 24 de junio para ser más exactos – día de la masonería moderna y 300º aniversario de la Logia de Inglaterra – cuando, vestido impecablemente de blanco, con collarín y mandil, Lázaro Cuesta cruza las columnas de Salomón y sube los siete escalones masónicos.
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«Se sienta escoltado por la bandera cubana y la de la colmena con siete abejas, la bandera de la “institución”», escribe el periodista Carlos Batista en una crónica desde Cuba redactada para la agencia France Presse. «Cuesta levanta su mano derecha y hace el primero de siete brindis rituales. “Preparen armas, apunten, fuego”, ordena el maestro de ceremonias para cada sorbo. Después los masones entrelazan sus manos en una “cadena fraternal” y proclaman “Libertad, igualdad, fraternidad”».
Lázaro Cuesta, explica El Nuevo Heraldo, es un sobreviviente de los tiempos difíciles: «Superamos una crisis a principios de las décadas del 60 y 70, cuando una gran cantidad de hermanos masones decidieron dejar el país por una razón u otra, y la masonería quedó deprimida”, declara a la AFP.
Muchos tuvieron que irse, corriendo en ese caso la misma suerte que los sacerdotes católicos. De los 34.000 miembros que tenía, la Gran Logia quedó reducida a 19.500. En 1991 el Partido Comunista eliminó de su estatuto la prejudicial que excluye tanto a los creyentes como a los miembros de las fraternidades.
«Fue liberada la fe» declara Cuesta. Masones, católicos, protestantes y cultos africanos vieron crecer sus filas, incluso con militares y militantes del Partido Comunista Cubano. «Una gran cantidad de hombres jóvenes se interesaron en ingresar a la masonería y ha habido un notable crecimiento», sigue diciendo, y ofrece cifras concretas: actualmente hay 27.800 inscriptos con 321 logias activas.
Ahora la bandera de la masonería en la Isla pasa a sus manos oscuras. Con el gobierno «son relaciones respetuosas pero consideramos que pudiera existir una posibilidad mucho más amplia». Su propósito es hacer todo lo que esté a su alcance para que así sea, y encabezar el renacimiento masónico.