Sisley es una saga familiar cuyo mascarón de proa, Isabelle d’Ornano, sigue inspirando a las mujeres. Con motivo de la presentación de su nuevo perfume, Izia, nos recibe en París en su apartamento. Familia, trabajo, estilo de vida, fe… Isabelle d’Ornano se confiesa. Una entrevista… ¡mágica!
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Isabelle d’Ornano encarna la belleza y el éxito con el triunfo mundial de la marca Sisley. Se podría pensar incluso que las hadas buenas se inclinaron sobre su cuna al nacer. Pero eso sería desconocer la vida y el carácter de esta mujer que siempre ha encontrado en la fe las claves para el éxito de su matrimonio, su familia, su trabajo y su alegría de vivir.
El último hijo de la familia Sisley es su perfume Izia, diminutivo de Isabelle en polaco. Una esencia moderna y sorprendente, tan singular como las rosas que la componen. La familia de Isabelle d’Ornano era propietaria del castillo de Lancut, al sur de Polonia. Isabelle conserva el recuerdo de aquellas rosaledas que quiso recrear en su casa en medio de Francia. Los aromas singulares de Izia tienen su origen en un paseo por el jardín de su casa, en el corazón de Berry.
Izia es un ramo de rosas en un frasco-escultura concebido por el escultor polaco Bronislaw Krzysztof. La fragancia nace de la colaboración entre varias mujeres: la perfumista Amandine Clerc-Marie, Christine d’Ornano y la artista Quentin Jones. Para dar vida a Izia, Isabelle ha escogido a su sobrina Sonia como musa. La familia y sus raíces, todavía y siempre. Confesiones…
Espíritu familiar
Su marido, Hubert d’Ornano, ha contado en su libro autobiográfico, La belleza compartida, la fascinante historia de la familia d’Ornano. Una historia íntimamente ligada a Sisley, uno de los grandes éxitos de la cosmética francesa. ¿Piensa usted que este espíritu familiar es la clave de su éxito?
Hubert siempre ha trabajado en el universo de los cosméticos. Al principio, tomó el relevo de su padre, Guillaume, que fue el co-creador de Lancôme. Luego lanzó la marca Orlane con su hermano Michel. Fue recibida con un gran éxito, antes de ser revendida en 1968 cuando Michel decidió iniciarse en política*. En esta época, mi marido habría podido vivir de sus rentas. Tenía 49 años y esa idea era del todo contraria a su carácter. Así que decidimos crear Sisley. Hubert me propuso que me uniera. Y así comenzó una gran aventura, la de trabajar en pareja.
Aun cuando en aquel momento trabajaba usted en el mundo de la moda junto al diseñador Jean-Louis Scherrer…
¡Me encantaba ese universo! Mi marido había comprado la marca Scherrer con la idea de desarrollar un perfume. Su línea prêt-à-porter funcionaba muy bien, sobre todo en Estados Unidos, donde yo había contribuido a su desarrollo. En este contexto le presenté a la familia Kennedy.
Familia con la que tenían vínculos familiares. La hermana de Jackie Kennedy, Lee, estaba casada con un tío de usted, el príncipe Stanislaw Radziwill.
Sí, todos estábamos muy unidos. Jean-Louis vestía a Jackie, pero sobre todo a Pat Lawford y a Rose Kennedy. Jackie lo apoyó mucho, le encantaba el sentido que tenía él de la elegancia francesa.
¿Por qué decidió usted dejar la moda y acompañar a su marido?
Quería estar a su lado. Para Hubert, Sisley debía ser nuestra creación común. Debo decir que la transición del universo de la alta costura a los cosméticos fue un cambio enorme para mí. Es como que un arquitecto pase de la concepción de villas hermosas a una arquitectura mucho más rigurosa. El universo de la belleza es mucho más estricto, con todas las regulaciones, los condicionamientos, las exigencias científicas. Necesita de una voluntad infalible para triunfar, una disciplina de hierro.
Sus hijos también se unieron a la empresa. Elisabeth ha sido durante mucho tiempo la musa de la marca. Philippe es ahora el presidente, mientras que Christine es directora general. ¿Es una ventaja trabajar en familia?
Elisabeth había hecho algunas sesiones de fotos para un artículo en Marie Claire. Ella no era modelo profesional, pero era muy hermosa y tenía la elegancia natural de una mujer joven. Nos pareció que su estilo encarnaba el ideal de Sisley.
Philippe quería ser periodista, pero decidió seguir el camino de su hermano Marc después de su muerte. Para su sorpresa, descubrió rápidamente una gran pasión en este negocio.
En cuanto a Christine, dirigió muy bien la filial inglesa antes de asumir la dirección general.
Así que nuestra empresa se ha convertido en un negocio familiar porque la familia estaba capacitada. Nunca hay que olvidar que los negocios son algo muy duro y no nos arriesgaríamos a confiar las riendas a unos familiares si no estuvieran a la altura. Las cosas han surgido de forma natural, no lo habíamos planeado así.
Hemos descubierto unas ventajas inmensas en trabajar en familia, con la condición de que cada uno tenga su dominio y, sobre todo, que nos entendamos bien. Podemos llamarnos en cualquier momento, tomar decisiones muy rápido o, por el contrario, cambiar de decisión para darnos más tiempo, para reflexionar… Cuando una empresa te pertenece, crea una unidad y una visión que cualquier otro administrador no puede tener, porque está demasiado limitado por los objetivos de los accionistas o de los grupos.
¿Cómo se encuentra el equilibrio entre la vida profesional y la vida de pareja cuando ambos dirigen una empresa?
Yo venía del mundo de la moda. Aprendí mucho de mi marido, que conocía perfectamente el universo de la belleza. Me adapté. Quizás también porque siempre me ha encantado trabajar en equipo. Evidentemente, cuando trabajas con tanta intensidad junto a tu marido, es posible que no funcione y que termine en divorcio. Por fortuna, nosotros nos entendimos bien. Cada uno tenía su espacio. Hubert se ocupaba de las finanzas y de lo comercial, mientras que yo más de la creación y de las relaciones públicas e internacionales. Gracias a la moda yo tenía ya algunos contactos en EE.UU. Eso nos sirvió de mucho.
¿La idea de crear cosméticos basados en plantas y aceites esenciales fue de usted?
Desde siempre me han interesado las plantas. De pequeña, mi madre me curaba con homeopatía. Y yo hice lo mismo con mis hijos. Realmente creo en ello. Reflexionando juntos comprendimos que las plantas poseían unas propiedades sin explotar. Hubert tenía esta intuición de que el progreso de la tecnología permitiría unos descubrimientos sorprendentes, sin límites, en el ámbito vegetal. Desde el principio tuvimos la idea de apostar por la fitocosmética. Mucho antes del entusiasmo general por las plantas. En esa época era una elección vanguardista.
Las raíces
Isabelle, usted nació en Polonia, se crio en España, realizó sus estudios universitarios en Oxford y luego vivió su matrimonio en París. Esta riqueza cultural ha hecho de usted una persona tanto internacional como patriota. ¿Son importantes las raíces?
Sí, es cierto, me siento a la vez muy internacional y muy patriota. Las raíces son esenciales para mí. Quizás porque mi familia fue obligada a abandonar sus raíces, la Polonia en guerra.
Usted tenía dos años cuando su madre tuvo que huir de Polonia, con usted, sus hermanas y… con solo una maleta. ¿Qué quiso transmitir ella a sus hijas? ¿Qué se conserva cuando se ha perdido todo?
El idioma polaco es el tesoro que nos quedó. Para mi madre era lo más importante en nuestra educación. Aprendí a hablar polaco aunque ya no viví en Polonia a partir de los dos años.
Viene usted de una gran familia polaca. La historia de Polonia ha cruzado sus caminos con los de su familia. ¿Cuál ha sido la mayor riqueza que le han transmitido sus padres?
La única fortuna que nos dejaron fue la fe, la reputación, la educación y las conexiones. Esto último me permitió estar cómoda con todo el mundo y en cualquier parte del mundo. Mis padres eran ciudadanos del mundo y su agenda de contactos era nuestro único capital. Gracias, sobre todo, a mi padre, criado en Downside, Inglaterra, con los benedictinos, y luego en Oxford.
Además, en los negocios, la libreta de contactos sigue siendo un tesoro. Cuenta más que el capital en dinero. Creo que es una de las grandes ventajas de los estudios que pueden conseguir los muchachos en las buenas universidades: más que las materias que estudian, es el método de trabajo que adquieren y, todavía más, las redes sociales que construyen allí. Gracias a esas relaciones, siempre podemos hacer una llamada telefónica para pedir ayuda o consejo. Disponer de una buena agenda de contactos que le aporte su familia o una buena universidad es una ventaja muy grande para un joven que busca unas prácticas o un trabajo.
La Fe
¿Qué le aporta la fe en su vida?
¡Todo! Me crie en la España de posguerra, una España muy protectora con sus jóvenes, muy católica. Se respiraba el catolicismo, pero la fe que me transmitieron mis padres era más abierta. ¿Qué haríamos sin la fe? Es un gran apoyo y, además, practicar la fe es algo fascinante. Toda mi vida me he aferrado a la fe, incluso entre personas que no compartían la misma visión. Progresivamente, empecé a profundizar, me interesé cada vez más por las raíces cristianas de Europa. Por el camino, tuve la suerte de encontrar a personas excepcionales, sobre todo a grandes pensadores cristianos.
¿Es difícil hablar de fe en Francia?
Sí, con la laicidad –aunque sin duda hay un laicismo positivo– es un tema difícil, que pertenece al ámbito de lo privado. Sin embargo, cuando empezamos a hablar de ello nos damos cuenta de que hay más creyentes de lo que pensamos. La fe da un sentido a la vida. Jean Guitton dijo en su lecho de muerte que “si alguien me demostrara, como que dos y dos son cuatro, que Dios no existe, ¡no me arrepentiría de haber creído! ¡La vida es mucho más apasionante con Él!”.
El matrimonio
Se casó hace 52 años. ¿Tiene algún secreto para la longevidad de la pareja?
¡Hay que regar mucho la planta! (risas) Es difícil… Además del amor, hay que tomar una verdadera perspectiva intelectual y decirse uno mismo “sí, quiero que esto funcione”.
Hablando del tema con mis nietos, les doy este criterio: “¿Esta es la persona por quien estoy dispuesto a hacer el esfuerzo?”. Es una pregunta que hay que plantearse antes del matrimonio.
Mis padres estaban muy unidos, aunque mi madre no me animó a casarme. Le parecía que el matrimonio exigía un esfuerzo demasiado grande.
Me gusta una carta de Tolkien a sus hijos en la que explica que hay que establecer un auténtico planteamiento intelectual (sobre todo para el hombre) y decidir que es por esta persona por quien estoy preparado para realizar este inmenso esfuerzo.
En su matrimonio tuvieron este enfoque…
Me enamoré de una persona excepcional, de una gran lealtad. He tenido mucha suerte. Amaba y admiraba a mi marido. Por supuesto, no fue fácil, pero tenía unas cualidades particulares. Hubert era muy original, diferente a los demás, como un lobo solitario en la jungla. Siguió su propio camino, sin mirar demasiado a izquierda y derecha. Al mismo tiempo, mi marido fue un hombre justo y humano. Siempre estuvo cerca de sus colaboradores. La puerta de su oficina siempre estaba abierta. Fue él quien me enseñó esta proximidad.
Georges Pompidou, mientras fue presidente de la República, le alentó a meterse en política. Pero Hubert le respondió que nunca podría salir a mendigar votos. Para él, lo más importante siempre fue no depender de los demás.
La felicidad
Para usted, ¿qué significa el éxito en la vida?
Luces y sombras, pero siempre amor. En la vida, hay altos y hay bajos. En todo momento traté de ayudar a mi marido. Tener éxito en la vida es, para empezar, asegurar el porvenir de tus hijos. Es algo que conseguimos hacer, con una gran empresa y sus cinco mil empleados que por lo general están felices de trabajar aquí. También es participar en la vida económica de tu país, apoyar proyectos sociales como hacemos con nuestra fundación.
¿Es importante la generosidad para usted?
Poder ayudar es un gran privilegio. Da más alegría y satisfacción que cualquier cosa que se pueda comprar.
¿La felicidad para usted…?
Está en las relaciones con los demás. Las relaciones en el matrimonio, en la familia, con los amigos. Ver crecer a los hijos y a los nietos. Los pequeños placeres de la vida… Y también, debo confesarlo, el éxito. ¡Es placentero y gratificante!
En la vida hay tiempo para todo. Con la edad sentimos cierta urgencia y queremos tratar de marcar la diferencia en algo. Transmitir a nuestros seres queridos nuestra fe en Dios, en el ser humano. Dar a nuestros hijos un interés común. Verles felices y unirles en torno a proyectos de nuestra fundación, por ejemplo… Confiarles nuestra empresa.
El famoso escritor francés Jean d’Ormesson escribió en su libro Un jour je m’en irai [Un día me marcharé] un maravilloso pasaje sobre la diferencia entre la felicidad, con la visión del orden establecido burgués, y la alegría como un estado del alma. “La felicidad es tranquila, tan duradera como sea posible, más bien enemiga del tiempo que pasa, a veces melancólica. Hay algo de aburguesado, de instalado, de retirado y de bovino. No la he menospreciado. La alegría es otra cosa. Lejos de sepultarnos en el mundo a la manera del placer y la felicidad, más bien nos libera de él. Es religiosa y es rebelde. Es metafísica. Estalla como un trueno. (…) Hay algo en la alegría similar a la oración. Nos eleva por encima de nosotros mismos. Nos transporta a otro lugar. Abre las puertas de un universo desconocido y más bello que el nuestro. Salta a nuestro mundo y nos muestra otro donde reina la belleza”. Todos buscamos esta alegría, ¿verdad?
El arte de vivir
Hace mucho que vive en París. ¿Se siente usted una auténtica parisina?
En realidad no. Me siento más internacional, quizás. Sin embargo, le estoy muy agradecida a París. Sisley, como marca francesa, nos vincula a esta ciudad. Su belleza, su arquitectura, su atractivo refinamiento. París tiene un magnetismo para el mundo.
A menudo la califican como la mujer más elegante del mundo, ¿cuál es el secreto de su estilo?
Saber qué va con uno. Siempre me ha encantado divertirme vistiéndome. No me gusta seguir la moda a ciegas. Hay que saberla interpretar a la manera de uno.
¿Qué diseñador de moda le inspira más?
Sigo menos las colecciones… En la moda, hay un lado artístico que me gusta pero que no me lo tomo muy en serio. Me encantan Dries Van Noten, Jean Paul Gaultier, Céline.
¿Y un diseñador de joyas?
Indiscutiblemente, JAR: Joël Arthur Rosenthal, un joyero estadounidense instalado en París. Sus creaciones son barrocas, extravagantes, poéticas. Una joya de JAR es una consagración.
¿Un lugar en la tierra?
La Renaudière, nuestra casa de campo. Y cuando añoro el mar, a menudo vamos a Windsor, “el pueblo en el mar”, en Florida; toda la familia se reúne siempre allí. Ahora sería Biarritz, donde mis tres hijos tienen casa.
¿Un lugar en París?
Me encantan los puentes de París con sus espléndidas vistas. Es maravilloso pasear a lo largo del Sena empezando en el Pont de l’Alma hasta el Pont des Arts. ¡Nunca me canso!
¿Su libro preferido?
El Silmarillion, de Tolkien. Así es como imagino la creación, una imagen soberbia y poética del amor, del ser humano, del destino del hombre…
¿Un héroe?
Juan Pablo II. Quizás sea banal decir que era un hombre, un santo, muy completo, que defendió al ser humano. Desprendía una fuerza increíble. Teníamos la impresión de que nos defendería siempre. También admiro mucho a Nelson Mandela.
¿Qué es lo que más le impresionaba de Juan Pablo II?
Su expresión. El poco tiempo que pasó conmigo, me dedicó su atención exclusiva, no miraba a nadie más que a mí mientras nos reunimos. Su mirada era muy concentrada, profunda, en oración. ¡También era una persona encantadora!
¿Tiene una oración favorita?
Sí, y me ayuda a vivir todos los días. Me ha enseñado a dejarme llevar y soltar lastre. Es una oración francesa que se podría traducir así:
Lo he dejado todo en Tus manos:
aquello que me pesa y que me duele,
lo que me angustia y me molesta,
y las preocupaciones del mañana.
Lo he dejado todo en Tus manos.
Lo he dejado todo en Tus manos:
la pesada carga que arrastro de antaño,
lo que lloro, lo que espero,
y el porqué de mi destino.
Lo he dejado todo en Tus manos.
Lo he dejado todo en Tus manos:
ya sea alegría, tristeza,
pobreza o riqueza,
y todos mis miedos hasta este día.
Lo he dejado todo en Tus manos.
Lo he dejado todo en Tus manos:
ya sea muerte o vida,
salud o enfermedad,
comienzo o final.
Lo he dejado todo en Tus manos
porque todo está bien entre Tus manos.