El arzobispo de Santa Cruz reclama una investigación “exhaustiva y transparente”
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Sucedió el pasado 13 de julio, pero aún permanecen las huellas y varias interrogantes tras atraco de “película” a una joyería ubicada en la localidad boliviana de Santa Cruz. La sociedad quedó conmovida tras un dramático desenlace que dejó como saldo la muerte de cinco personas, además de siete heridos. Este martes, por ejemplo, trascendió el cierre definitivo de la sucursal que sufrió el asalto, por lo que los trabajadores deberán ser distribuidos en otras agencias.
Una de las primeras hipótesis tras el asalto, incluso pronunciada a nivel oficial, fue la de vincularlo con el Primer Comando de la Capital (PCC), un temido grupo criminal con raíz en Brasil –asociado al crimen organizado y al narcotráfico- pero con deseos de expansión a otros países de la región, entre ellos Bolivia, Paraguay, Argentina y Uruguay.
El modus operandi de este grupo también llama la atención por la inclusión en sus movimientos de dinamita, granadas, fusiles, entre otras cosas.
En abril de este año, Paraguay también fue víctima de un atraco a una empresa de caudales de características fuera de lo común que transformaron la zona fronteriza de Ciudad del Este en una auténtica “zona de guerra”. Inmediatamente, debido a la similitud con otros ataques, a nivel regional se han tomado algunas precauciones, entre ellos mayor “cruce de información”.
Pero el miedo impera y deja de manifiesto que el tema de la inseguridad, tráfico de armas, narcotráfico, de la mano con grupos delictivos organizados, sigue siendo uno de los más preocupantes en el continente.
En ese sentido también se refirió recientemente el arzobispo de Santa Cruz de la Sierra en diálogo con El Deber de Bolivia, Sergio Gualberti, quien dejó entrever que el asalto del jueves 13 de julio reveló la existencia de un problema más profundo vinculado a los cárteles internacionales y al narcotráfico, aspecto que ya había sido denunciado por la Iglesia en 2016.
“Este último acontecimiento (el asalto a la joyería Eurochronos) lo ha revelado en toda su gravedad, pero algunas personas que hubieran querido leer los antecedentes se daban cuenta que el fenómeno es grave y que viene de lejos. La primera vez que los obispos en Bolivia hablaron del narcotráfico fue en 1984, por lo tanto, estamos retrocediendo muchísimos años”, indicó a ese medio.
Gualberti reafirmó estos conceptos en una de sus homilías recientes al hacer referencia a que las muertes luego del atraco de la joyería en Santa Cruz confirman “el grave problema de inseguridad ciudadana y violencia descontrolada que domina en las calles” de la ciudad.
“En primer lugar es urgente y necesario implementar una exhaustiva y transparente investigación para despejar cualquier duda posible acerca de lo ocurrido. Además, hay que tomar medidas de prevención, como contar con fuerzas del orden debidamente preparadas para que preserven la vida humana por encima de todo y eviten que casos similares terminen en un baño de sangre”, prosiguió.
“Pero también hace falta que todas las instituciones sociales, educativas y directivas instauren políticas responsables que reencaucen el rumbo de nuestra sociedad, impulsando los valores humanos y cristianos del respeto de la vida, de la no violencia, de la concordia y de la paz”, culminó.
Lo sucedido en Bolivia, que generó conmoción en el país, no parece un hecho aislado y esconde un problema más profundo, tal cual reflexionó el obispo boliviano. En manos de las autoridades y diversos actores sociales ahora está la tarea de “despejar todas las dudas” tal cual reclama el propio Gualberti entender mejor un fenómeno que hasta el momento ha costado contrarrestar.
Con información de El Deber y Arquidiócesis de Santa Cruz