¿Y si bajar el ritmo permitiera limitar el sufrimiento en el trabajo y recuperar su sentido? De director de orquesta a gran cocinero, y de yudoca a surfista, Pierre Moniz-Barreto reúne testimonios esclarecedores en su ensayo ‘Slow Business’
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Sensatez y serenidad son términos poco empleados en los tratados de management laboral. Sin embargo, están en el corazón de la perspectiva ‘slowbusiness’ que Pierre Moniz-Barreto ha contribuido a difundir en Francia gracias a la obra homónima que publicó en 2015.
No se trata de un nuevo modo de gestión que caerá en el olvido como tantos otros antes, no; la irrupción de la filosofía ‘slow’ en el mundo de la empresa responde a un profundo malestar que se expresa de diferentes formas: tensión, pérdida de rumbo, aumento de conflictos, agotamiento, deshumanización, incluso el tristemente célebre burn out.
Pierre Moniz-Barreto se topó frontalmente con la necesidad de bajar el ritmo cuando una noche, agotado, su vehículo fue arrollado por un autobús que no había visto venir. Milagrosamente indemne, este antiguo directivo comercial no podía retomar su vida anterior sin un profundo replanteamiento.
Esta búsqueda filosófica, en tiempos de un turbo-capitalismo y de una aceleración convertida en virtud, nos ofrece hoy una reflexión de una gran riqueza sobre el trabajo que aliena y el trabajo que libera, el trabajo que destruye y el trabajo que edifica.
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Aminorar, el movimiento ‘slow’
“Nos hemos convertido en esclavos de la velocidad”, dice Pierre Moniz-Barreto, que comparte la constatación que hacía en 1989 Carlo Petrini, fundador del movimiento slow food. Ya en aquella época, Petrini se lamentaba por aquellos “que confunden la eficiencia con el frenesí”.
Aunque la reflexión de Petrini se centró inicialmente en cuestiones gastronómicas, como reacción a la comida basura y a la transformación de los hábitos alimentarios según la cultura estadounidense, no tardó en abarcar todo el modelo de vida occidental.
“Buena, limpia y justa”, así definía Carlo Petrini la ecogastronomía, pero es algo que en última instancia apunta a un ideal de vida buena en un sentido más amplio, como reflejan tanto los trabajos de Petrini como los de Pierre Moniz-Barreto. Se trata de la ‘eudemonía’ de los griegos. No es un disminuir el ritmo simplemente por reducirlo, sino por crear de nuevo las condiciones que faciliten una reflexión sobre el sentido de nuestros actos y de una presencia más atenta del mundo.
Resumiendo: vivir con intensidad cada instante y no olvidar el objetivo de nuestra existencia. Para ello los cristianos tienen respuestas eternas, pero que se hacen inaudibles ante el ruido del mundo y la velocidad que se imponen las personas y se vuelven cada vez más difíciles de encarnar.
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¿Cómo se consigue pasar al slowbusiness?
Para apoyar sus reflexiones, Pierre Moniz-Barreto no duda en rebuscar en hermosos éxitos empresariales que han ilustrado cada uno a su manera las intuiciones del ‘slowbusiness’: Patagonia y su mítico fundador YvonChouinard; Cali Ressler y Jodi Thompson, que han lanzado el movimiento ROWE mientras eran directores ejecutivos de Best-Buy o incluso el gran chef francés Thierry Marx.
Obligarse a suprimir actividades en la agenda, organizar huecos fijos dedicados al silencio o a la lectura calmada, tener pequeñas tareas poco intelectuales para poder dar salida al estrés de las actividades burocráticas, reducir al máximo el tiempo de pantalla, recuperar los beneficios de pasear, construir el hábito de la meditación —¡y de la oración, añadiríamos nosotros!—, son algunas medidas concretas cuya eficacia han probado Pierre Moniz-Barreto y sus interlocutores.
El estrés, frecuentemente vinculado a una pérdida del sentido de nuestras acciones, es la enfermedad de nuestro siglo. La pequeña guía Slowbusiness nos anima a aminorar y a dar testimonio, por ejemplo, de que otro tipo de vida es posible.
