Razones para que tus hijos y sus amigos lleguen a decidir que “estar desconectado es guay”¿Preocupado por el uso del móvil en casa? Felicidades: mejor un papá o mamá interesado por esta cuestión que alguien que considera normal ver a un chiquillo con móvil a todas horas. Se comienza por pensar que así están localizados, que lo podrán usar de urgencia si les ocurre algo… Pero el caso es que el ambiente presiona para que los niños y adolescentes dispongan de un móvil cuanto antes, y no por esta razón sino porque las compañías quieren crecer, y cuanto antes, en número de consumidores.
Primero son los juegos y enseguida las redes sociales. Evidentemente, hablamos de problemas del primer mundo: mientras en algunos países se mide la muñeca a la infancia para cuantificar el grado de desnutrición, en otros se pelea por las puntuaciones en Instagram o los supercorazones de Periscope.
¿Cómo acertar?
No todos los padres y madres dejan entrar el móvil en casa así por las buenas, pero muchos se preguntan cómo acertar en cuanto a la edad en que es aconsejable que los hijos ya tengan móvil.
Los expertos coinciden en señalar la mayoría de edad, los 18 años, como fecha para permitirles tener un celular: son responsables a efectos legales pero, antes que nada, habrán tenido una mejor calidad en la educación hasta esa edad.
Diez pruebas de que se puede vivir sin smartphone
Enric Puig Punyet conoce bien este problema. Es autor del libro La gran adicción (editorial Arpa), en el que recoge los testimonios de 10 personas importantes, que residen en grandes ciudades, mantienen una gran vida de relaciones sociales y, sin embargo, decidieron mantenerse al margen de internet.
Puig Punyet alerta, refiriéndose al celular, de que “hay que tener la cabeza muy bien amueblada para manejar esos terminales, que no son tan inocuos como nos han querido vender“, explicaba en una entrevista a El Periódico de Catalunya.
El conocimiento fragmentado
Cuando un padre se plantea poner el teléfono móvil a disposición de su hijo, debe saber que la capacidad de aprendizaje del menor se altera respecto a la lectura de libros.
Los libros facilitan una comprensión lineal, cada vez más profunda, que permite desarrollar el juicio crítico frente a lo que se está leyendo. En cambio internet, con la cultura del hipervínculo y la posibilidad de saltar de una página a otra, favorece el conocimiento fragmentado. Se acumula conocimientos pero no se alcanza el mismo grado de análisis.
En cuanto a implicaciones físicas, Puig Punyet apunta que si un menor entra en el mundo del móvil descuida aspectos como la visión: “El 90% de los menores de Corea del Sur, que es uno de los países más digitalizados del mundo, sufre hipermetropía”, dice en la misma entrevista.
Otro tanto ocurre con la caligrafía: “El tipo de letra que tiene cada persona condiciona su personalidad. Por eso existe la grafología. Si un chico solo teclea pantallas, perderá destreza en sus manos, y esto afectará a su psique”.
Los efectos sobre aspectos psicológicos no concluyen ahí: al menor enganchado al móvil le estamos quitando herramientas de autodominio “para aguantar momentos vacíos de aburrimiento, con lo importantes que son esos ratos en la vida de un adolescente, ya que ayudan a forjar su personalidad”. Puig también señala como perjuicios del empleo del móvil la pérdida de atención y memoria.
Mamá, no quiero ser “smombie”
Puig Petit es optimista en cuanto a que es una batalla que merece ser ganada. “Ya empieza a haber menores que renuncian voluntariamente al smartphone porque estar conectados -afirma este experto- ha perdido el carácter subversivo que tenía antes. No quieren pertenecer a redes sociales donde de repente aparece tu abuela pidiéndote ser tu amiga.
Estar desconectado empieza a verse como algo guay entre los chicos por lo que tiene de ir contra la norma. Ahora, lo subversivo es no tener móvil. Son los adolescentes los que han creado el término ‘smombie’ para definir al que va todo el día pegado a la pantalla del ‘smartphone’ como un zombie.
¿Hay adicción?
Pero, ¿cómo saber si están enganchados los jóvenes? Puig señala dos “termómetros”. Uno, si un menor lleva en el bolsillo un smartphone y lo consulta en torno a unas 150 veces al día. Dos, cómo se comporta si ha olvidado el móvil en alguna parte y no puede consultarlo o se ha quedado sin batería y no puede recargar.
¿Dejarías que fuera adicto al tabaco?
Si te preguntas si debes dar a tu hijo un móvil o no, y tienes dudas, prueba a formularte la misma pregunta pero hablando del tabaco. “¿Le dejarías fumar antes de los 18 años? ¿Permitirías que fuera adicto al tabaco?”. Seguro que piensas en el daño de la nicotina, en las imágenes de alguna radiografía de manchas en el pulmón o en la experiencia de algún conocido con cáncer en algún punto del aparato respiratorio.
En la cuestión del móvil no hay campañas de sensibilización por el momento, pero debería llamarnos la atención el comportamiento social de los muchachos, cuando están con amigos pero cada uno mira a su pantalla y no hablan entre ellos.
Hace unos meses llamó mi atención un grupo de jóvenes en un restaurante italiano. Estaban en la mesa de al lado y celebraban el cumpleaños de uno de ellos. Solo hablaron unos diez minutos y luego siguió la cena prácticamente en silencio, porque cada uno atendía a la pantalla de su móvil.
En otra mesa estaban un muchacho, hijo de un directivo de una multinacional alemana al que su padre no ha permitido el móvil hasta los 18, y una amiga de la familia (por edad podría haber sido su madre). Se lo pasaron en grande hablando de sus sueños para la universidad y de lo “insoportablemente rica” que estaba la pizza Nutella.