En análisis con Aleteia, el diplomático Milos Alcalay evalúa las acciones de la Santa Sede en el caso Venezuela. El ex embajador y consejero en asuntos internacionales cree que al igual que ocurrió con Slobodan Milóshevich, dictadores de América Latina podrían ocupar dentro de poco una instancia en La Haya
La aceitada maquinaria de la Santa Sede juega un rol fundamental en el proceso que conduce al desplome de muros y al desmantelamiento de las dictaduras. La historia lo confirma, y el caso venezolano no parece ser la excepción.
Aunque muchos hablan de fracaso, el mismo Secretario de Estado, cardenal Pietro Parolin, reaccionó en las últimas horas para recordar que su accionar en la geopolítica internacional no es con personal de guerra, sino con una “diplomacia de paz”.
Su carta, desnudando los incumplimientos por parte del gobierno de Nicolás Maduro, en la que además pone en evidencia los cuatro puntos fundamentales para el proceso de diálogo y negociación en Venezuela causaron en su momento una enérgica reacción.
Una vez más la comunidad internacional pone los ojos en el Vaticano. La razón es su más reciente documento contra las dictatoriales acciones del mandatario sudamericano. Y para analizar el impacto real de esta acción, Aleteia conversó con Milos Alcalay, uno de los más respetados diplomáticos de carrera de América Latina.
Tras desempeñarse como embajador en Brasil, Israel y Rumania, fue representante de Venezuela ante distintas instancias internacionales hasta acumular más de tres décadas de experiencia en el ramo. Fungió además como la voz de su país ante el Parlamento Andino, el Latinoamericano y el Europeo, escenarios en los que es mundialmente reconocido como analista.
“Una cosa muy importante de este comunicado es la reacción a la cizaña que con su maquinaria mediática ha intentado crear Maduro al decir que el Papa y los obispos no están en la misma línea. Cosa que es absurda y que queda muy clara en esta última declaración: no hay diferencia alguna entre el Papa Francisco, la Secretaría de Estado y la posición de la Iglesia”, explica.
¿Qué otros elementos tiene de particular este comunicado?
Es sumamente importante porque constata la radicalización en cuanto al aumento de los muertos, heridos y detenidos. Y exige soluciones inmediatas a la gravísima crisis que afecta incluso a nivel espiritual. Además, señala al Gobierno de violar las libertades y la vigencia de la Constitución.
En estos momentos cuando cínicamente acaban de atropellar a la Asamblea Nacional electa con 75% de los votos, imponen una Constituyente ilegal, no solamente en cuanto a su origen, sino tras un proceso de elecciones demostradamente fraudulento.
¿Cuál es la lectura que debe hacerse del mensaje?
Este llamado del Santo Padre, de la Secretaría de Estado y de la Iglesia en conjunto es un clamor a la comunidad internacional para que se detenga esta gravísima situación, un pedido que ya es acompañado por más de medio centenar de Estados. El peso de la diplomacia vaticana es extraordinariamente importante en este momento. Ya lo ha tenido en el pasado y adquiere un protagonismo especial en esta ocasión.
La prensa argentina y parte de la latinoamericana ha reclamado con dureza que el pronunciamiento es tardío… ¿Es así?
La gravedad de Venezuela ha hecho que este comunicado surja en momentos sumamente graves, en momentos cuando hay un incendio en el país. Está señalando la urgente necesidad de suspender el fraude constituyente, pero además destaca que no es solamente la diplomacia vaticana sino el mundo entero.
La Santa Sede ha sido contundente cuando ha tenido que serlo. Otras veces ha sido más discreta. Pero la gravedad del asunto ha llevado a que se evite todo tipo de especulación con respecto a dos posiciones: ¡no hay dos pensamientos, sino uno! Incluso, más allá del válido pluralismo que puede haber dentro de la Iglesia, su posición conjunta es unánime y absolutamente contundente, tajante y muy clara.
La carta del cardenal Parolin empleó términos nunca vistos en la diplomacia vaticana. ¿Es un giro o hay precedentes en procesos de acercamiento con regímenes totalitarios y comunistas, como los que él encabezó en conversaciones con China y Vietnam?
El arte de la negociación, que el Vaticano tiene muy clara, siempre busca puntos de unión cuando hay buena fe en las dos partes. Como facilitador, lo que hace es impulsar una solución pacífica de la controversia. Pero esa buena fe nunca existió en el gobierno de Maduro, aunque el Vaticano le dio inicialmente el beneficio de la duda.
En ese contexto, cuando ve una mala fe de desconocer los acuerdos de la negociación, no puede hacer caso omiso de los puntos que se han tratado y son los que plantea Parolin, quien además conoce de forma excepcional la realidad venezolana.
El gobierno pretendió engañar a la opinión pública mundial ventilando elementos absolutamente distintos a los que fueron planteados en la negociación: reconocimiento de la Asamblea Nacional, canal humanitario, libertad de presos políticos y elecciones generales. Y frente a esas mentiras, el cardenal Parolin lo desmintió, algo que el régimen de Maduro no se esperaba.
No se trata únicamente de una posición en contra del Gobierno, sino de una posición completamente a favor de la verdad por parte de Parolin como máximo representante vaticano.
¿Y por qué adquirió tanta relevancia la Santa Sede en Venezuela, si otros organismos han intentado el proceso de mediación?
Porque es el único actor al que las partes en conflicto solicitaron expresamente su intervención. En todos los demás, no. UNASUR fue rechazado por parte de la oposición; los expresidentes de IDEA fueron propuestos por la oposición, pero rechazados por el gobierno; la presencia de los cuatro facilitadores fue descartado por la oposición. Incluso, la intervención de la OEA no contó con beneplácito del Gobierno. Ha habido choque de trenes. Solamente a la diplomacia vaticana le pidieron formalmente los dos actores intervenir.
Sugiere el comunicado vaticano la necesidad de una “salida negociada”, algo que parte de la población rechaza. ¿Cuál es la lectura que debe hacerse de tales términos en el caso venezolano?
No solamente el Vaticano, sino que todos los gobiernos en estas circunstancias deben hacerlo. La Santa Sede sigue la carta de las Naciones Unidas, que es la que norma en la búsqueda de soluciones pacíficas, y no está sino apegándose al Derecho Internacional, el cual impulsa la búsqueda de mecanismos de creación de confianza y aquellos que permitan a los actores cumplir con las reglas de juego siguiendo los acuerdos internacionales.
Cuando se habla de posición pacífica, el Vaticano va en la misma línea del derecho internacional público con la carta de la Organización de Naciones Unidas (ONU), las convenciones regionales: la Convención Interamericana de Derechos Humanos, de los tratados que signan la cláusula democrática en las subregiones.
¿Cómo se debe entender la negociación de la que habla el Vaticano?
Todo apunta a la necesidad de llevar adelante un proceso de negociación, pero transparente; no un monólogo, no una Asamblea Nacional Constituyente monocolor.
Llama mucho la atención que habiendo una Constitución que el gobierno ha promovido como la mejor del mundo, y estando en ella los mecanismos de solución, pretenda ahora cambiar las reglas de juego a través de una nueva carta magna. Por eso expresa muy claramente el documento del Vaticano su rechazo, porque además no puedes crear una regla de juego a tu conveniencia, además con un mecanismo fraudulento de elección.
¿Debe haber negociación? Sí, pero no con la mala fe en cuanto a las declaraciones, como ya denunció Parolin, sino con acciones que eliminen la violencia y el uso desproporcionado de la fuerza. Una negociación que conduzca a la paz y a una verdadera justicia para el encuentro de las soluciones. Ese es el planteamiento vaticano.
La Iglesia ha dejado claro que el gobierno de Nicolás Maduro busca “institucionalizar la dictadura”. Y la mayoría de la población sostiene que una “dictadura no sale con votos”. ¿Se puede avanzar en situaciones como ésta, con presión como la vaticana para lograr soluciones pacíficas?
Sí, pero siempre y cuando las reglas de la democracia sean claras. Tú no puedes ir a unas elecciones en medio de una trampa avisada: cuando hay un Consejo Nacional Electoral que miente, un Tribunal de Justicia que inventa sentencias y atropella a los electos, que tiene en las cárceles a gobernadores y alcaldes de oposición y que amenaza a los ganadores.
¿Entonces, no hay salida electoral…?
Lo que plantea el gobierno de Maduro en este momento con los comicios regionales: eso no es una elección, sino un sistema dictatorial y arbitrario.
¿Alguna opción al respecto?
Sería necesario que se establecieran reglas de juego claras, con verdaderos mecanismos de credibilidad, con observadores internacionales, con acciones que conduzcan a una aceptación de parte y parte. Entonces sí se podría pensar en unas elecciones. Pero ha habido casos de manipulaciones como ésta. Si van a ser con las reglas actuales, será entonces una elección monocolor para darle más oxígeno a la dictadura y para seguir atropellando al pueblo venezolano, que lo que quiere es democracia, justicia y libertad.
¿Cuál es el impacto real de la posición internacional del Vaticano con este comunicado de la Santa Sede?
Esto es una bola de nieve. Creo que cada vez se irán sumando más Estados. Cuando ves a naciones que hace dos años daban solidaridad automática al gobierno de Chávez, y cómo hoy en nuestro hemisferio, en América Latina e incluso en los mismos países caribeños que eran solidarios con este régimen, ahora se han resquebrajado. Lo mismo viene ocurriendo con la posición europea, no solamente de forma multilateral la Unión, sino las cancillerías individuales como la alemana, la francesa, la italiana y la española; además del contexto integral de Europa.
Algunos de esos pronunciamientos tienen que ver con una acción silenciosa de la Iglesia, y esta posición de la diplomacia vaticana sí va a ayudar y mucho a que siga creciendo el respaldo mundial contra la dictadura. La de la Santa Sede, para decirlo en sus propios términos: es una diplomacia admirada “urbi et orbi”.
Algunas medidas internacionales incluyen sanciones a funcionarios del gobierno venezolano, no sólo desde Estados Unidos sino también intentadas desde el Parlamento Europeo…
Han sido sanciones individuales: condenar a aquellos que han sido acusados de narcotráfico; así como a quienes violan los derechos humanos o trasgreden la democracia. Pero el gobierno reacciona de manera cínica: los promueve, les regala la espada de Bolívar y los califica de héroes.
¿Es previsible que apliquen otro tipo de acciones?
Sí. Frente a la burla de un gobierno absolutamente forajido, se están contemplando otras medidas a nivel subregional: la expulsión de Mercosur es una de ellas. La reunión de cancilleres como la que está propiciando el presidente de Perú, Pedro Pablo Kuczynski. La acción a nivel de la OEA y la Unión Europea. Inclusive existe la posibilidad del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas: único organismo que tiene la facultad del uso legítimo de la fuerza para remediar.
¿Qué ocurrirá una vez no estén al mando los hoy sancionados y se restaure la democracia?
Habrá un gobierno de transición que necesitará usar todos los mecanismos regionales y mundiales para reconstruir un país devastado por un gobierno ineficaz y absolutamente torpe.
Si prospera la denuncia contra Nicolás Maduro en la Corte Penal Internacional, ¿podríamos pensar en verlo juzgado y detenido?
Yo sí creo. La carta lo que ha hecho es energizar algo que se hizo después de la Segunda Guerra Mundial. Nadie creía que el juicio de Nuremberg o los juicios de Tokio pudieran repetirse. Sin embargo, el Tratado de Roma volvió de nuevo a los juicios de Nuremberg para procurar que aquellos seguidores de un Hitler o de un Mussolini, o las dictaduras feroces pudieran también ser llevadas a un tribunal penal internacional permanente. Esa posibilidad, desde 2004 está vigente.
Ha habido muchas demandas que cada vez van configurando una situación en donde más tarde o más temprano los violadores de lesa humanidad están con la espada de Damocles encima.
Lo veo posible, porque lo fue con Slobodan Milóshevich. Su gente nunca pensó que podría morir en una prisión en La Haya. Y los seguidores de los dictadores en África tampoco lo pensaron, pero sí se les aplicó. Entonces, ¿por qué dictadores de América Latina habrían de quedar exentos?
La Santa Sede es un actor excepcional en materia de diplomacia y confiamos en que pronto se verán más frutos.