No damos suficiente importancia a algo que sostiene nuestra pareja, nuestra familia, nuestra profesión y nuestra vida socialLa psicología, la filosofía, la pedagogía, la sociología y otras tantas ciencias humanas coinciden en afirmar que la confianza es uno de los elementos más propositivos y estimulantes en el desarrollo de las sociedades y en el crecimiento de las personas.
Quizás no le damos la importancia debida, pero todas las relaciones que establecemos se basan en la confianza – y en la falta de confianza – con las personas que nos rodean. Sin confianza no existirían las relaciones de pareja, ni las empresas, ni la economía. La confianza es la base de la relación padre-hijo, médico-paciente, profesor-alumno, empleador-empleado, etc.
También es importante recordar que una de las causas que más debilita la salud de las personas y más propicia la inestabilidad emocional y psicológica es precisamente la falta de bases seguras, de puertos seguros, de apegos basados en una relación que se nutre cada día en la confianza en los demás, y sobre todo, en las personas que son para nosotros un punto de referencia en la vida.
La confianza es necesaria especialmente en los matrimonios, en las familias y en las amistades sinceras. Muchos conflictos que se dan hoy entre padres e hijos porque los padres no han sido merecedores de la confianza de sus hijos y han perdido su credibilidad ante ellos.
Existen estudios que muestran la importancia que tiene la confianza en la sociedad – y también la desconfianza. La confianza social, por ejemplo, es la percepción que tenemos de que la mayoría de las personas tienen buenas intenciones, son honestas y respetuosas. Nuestra experiencia vital nos lleva a aumentar o a disminuir esa confianza en nuestros semejantes.
Pero, ¿qué es la confianza?
La confianza es la seguridad o esperanza firme que alguien tiene de sí mismo o de otra persona o situación. Es el fundamento de toda relación humana. Nadie puede caminar junto al otro sin tener la certeza de que puede confiar en él. Sin confianza es imposible avanzar y crecer.
Cuando hablamos de confianza, hablamos de transparencia. Para confiar en otra persona hace falta primero tener un conocimiento. Cuanto más se conoce, más confianza hay en una relación. Donde hay confianza se da una comunicación bonita y enriquecedora.
En las relaciones es muy importante cuidar mucho la confianza. Ésta siempre se tiene que basar en la libertad. La verdadera confianza existe cuando hay madurez en las relaciones humanas. Implica estabilidad, respeto, amor. Todos necesitamos que alguien confíe en nosotros. Quien confía en otra persona la hace crecer y contribuye a su felicidad.
Para una persona creyente, poner la confianza en su fe es fuente de gran seguridad y serenidad personal. La confianza es la base también de la relación con Dios.
Sin embargo, la realidad que encontramos cada día es que las personas traicionan nuestra confianza – y nosotros traicionamos la de los demás. Lo que creíamos seguro, nuestra ciudad, nuestros amigos, cambian con el tiempo. Incluso por desgracia, podemos haber sido traicionados por nuestra pareja o por nuestros familiares más queridos. Ganarse la confianza de alguien es una tarea difícil. Perderla es muy fácil.
La confianza empieza por uno mismo
La vida de todos los días y los acontecimientos excepcionales están llenos de retos y desafíos para cada uno de nosotros. ¿Qué podemos hacer si nada parece demasiado seguro? La respuesta es muy sencilla: aprender confiar en nosotros mismos, en nuestra fortaleza y poder de adaptación, en nuestra capacidad de responder a los retos que nos pone la vida.
Aunque ninguno de nosotros es un superhéroe y todos estamos sujetos a fallas y errores, siempre debemos estar seguros de que nuestros conocimientos, nuestros valores y nuestros principios son un escudo protector que nos permite avanzar a salvo por la vida. La confianza en uno mismo es señal de sana autoestima.
Tener confianza no es ser arrogante o pretencioso, sino todo lo contrario, es tener la calma de saber que se cuenta con la habilidad, conocimientos y/o autoestima suficiente para enfrentarse a los retos que se le presenta.
Una persona que se muestra con confianza por lo general, tiene una o más de las siguientes características:
- Buscan lo correcto más que mostrarse que siempre están en lo correcto. Nadie tenemos toda la verdad, ni nacemos sabiendo. Una persona con confianza sabe que puede equivocarse, pero es más importante aceptarlo y aprender la lección que necear con que se tiene la razón.
- Piden abiertamente ayuda. Mucha gente piensa que pedir ayuda es signo de debilidad. Sin embargo, una persona con verdadera confianza acepta sus fortalezas pero también reconoce sus debilidades, y hace algo por remediarlas.
- Se preguntan “¿por qué no puedo?”. Muchísimas personas creen que no pueden conseguir ese puesto, no pueden conseguir esa novia, no pueden acceder al presidente de la empresa. Pero una persona con confianza no se conforma y se dice: “¿por qué no puedo? Si tengo el teléfono de…, si contacto a …, si me meto a internet y…”. Buscan nuevos medios para resolver sus problemas.
- No necesitan humillar a otras personas. El clásico cuento de los cangrejos en las cubetas es un triste reflejo de cómo las personas sin confianza se boicotean unas a otras con tal de no verse tan inferiores.
- Aceptan sus errores. A una persona con confianza no le importa el qué dirán de los demás, ni si su caso se usa para escarmentar a los demás. Lo que más le importa es aceptar y corregir sus errores para crecer. Cuando se muestra seguro y confiado ante una “metida de pata”, las demás personas lo perciben como una persona honesta y genuina.
¿Somos confiables? ¿Confiamos en quienes nos rodean? ¿Hay acontecimientos o experiencias negativas que nos han llevado a perder la confianza en nuestros seres queridos? Son preguntas importantes que debemos hacernos todos por nuestro propio bienestar psicológico y espiritual, pero también por nuestra responsabilidad hacia nuestra pareja, nuestra familia y nuestro entorno. Quizás nunca nos hayamos planteado que nuestra mayor contribución a la sociedad pueda ser justamente esa: ser personas dignas de confianza.
Artículo realizado en colaboración con Javier Fiz Pérez, Psicologo, Profesor de Psicología en la Universidad Europea de Roma, delegado para el Desarrollo Cientifico Internacional y responsable del Área de Desarrollo Científico del Instituto Europeo de Psicología Positiva (IEPP).