Para ayudar a Aleteia a continuar su misión, haga una donación. De este modo, el futuro de Aleteia será también el suyo.
“Emprender”, “emprendedores”, “emprendedurismo”... Son palabras que se han puesto de moda, especialmente en situaciones de crisis, cuando ya no hay recetas prefabricadas para realizar emprendimientos de cualquier índole; o cuando se quiere fomentar el progreso personal y social, la innovación y el desarrollo.
La mayor parte de la bibliografía especializada en el tema se reduce a “tips” para ser un buen emprendedor en una cultura orientada hacia el éxito.
Pero fácilmente se olvidan las preguntas fundamentales de la existencia humana, las cuales hacen posible un sólido proyecto personal de vida.
En un mundo dominado por la mentalidad técnica, donde nos preguntamos sobre el “cómo” hacer las cosas mejor, hemos olvidado las preguntas más importantes:
¿Por qué lo hacemos? ¿Para qué hacemos lo que hacemos? ¿Cuál es el sentido de nuestra vida?
Emprender no se reduce a la realización de un proyecto personal, sino que es una actitud existencial, una forma de pensarse a sí mismo.
Es vivir como protagonista de la propia historia y no como un mero espectador.
La conciencia de la propia libertad y responsabilidad nos lleva a hacernos cargo de nuestra propia vida y hacer de ella la posibilidad de dar lo mejor de nosotros mismos.
Emprender no es buscar el éxito, sino realizar la mejor versión de nosotros mismos.
Es expresar la propia singularidad contribuyendo a mejorar el mundo a partir de la aportación propia y única de cada uno.
Aquí algunas sabias frases para motivarte a sacar la mejor versión de ti:
Hay dos formas de emprender un proyecto: por necesidad o por convicción personal.
Normalmente en tiempos de crisis, la situación empuja a las personas a emprender iniciando nuevos proyectos, pero la diferencia la hacen quienes se sienten llamados a hacerlo, quienes descubren su lugar en el mundo con ingenio y creatividad.
En la actual cultura orientada al éxito, parece que nadie puede permitirse fracasar y esto genera un gran miedo a tomar decisiones significativas y al riesgo.
Porque no se tolera la frustración que provoca el equivocarse o que las cosas no salgan como uno hubiera querido.
Y es cierto que hay muchas cosas que no dependen de nosotros, donde demasiadas variables pueden frustrar un proyecto innovador.
El miedo al fracaso lleva a que muchos potenciales emprendedores no arriesguen. Las crisis, por otra parte, nos empujan a salir de nuestras seguridades y a ponernos en camino, activan la inteligencia práctica y nos mueven a reinventarnos.
Se necesita coraje para ilusionarse, para entusiasmarse, para soñar.
Los emprendedores de más cuarenta años, que ya han vivido experiencias de fracasos, que ya se han ilusionado con proyectos muy buenos que no pudieron concretarse o que se interrumpieron por alguna razón, tienen la fuerza y el coraje para recomenzar, para re-ilusionarse.
Muchas veces hay que renunciar a un proyecto grande para conformarse con lo que es posible, aceptando limitaciones y dificultades. Pero eso no significa que achiquemos el ideal, que renunciemos a pensar en grande.
Hay quienes eligen vivir sin ilusión para evitar el riesgo de una posible desilusión. Lo cierto es que sin poner amor en lo que hacemos, sin pasión, sin entusiasmo, sin ilusión, nada sale adelante ni funciona bien.
Aunque también es cierto que solo con buenos sentimientos no salen las cosas adelante: se necesita planificar, discernir, contar con los medios necesarios, etc.
La experiencia muestra que muchas veces las cosas que mejor salieron no fueron proyectadas ni esperadas.
Lo cual nos hace más agradecidos y nos muestra que no todo depende de nosotros. Hay una dimensión de gratuidad, del “don” que no viene de nosotros y que hay que aprender a reconocer con humildad, con agradecimiento y aceptación.
Las personas agradecidas son más felices y transmiten alegría en su entorno.
Están los que esperan que otros les solucionen la vida y han perdido sus ilusiones, porque se declaran derrotados antes de comenzar.
Pero los que emprenden son los que ven la vida con objetividad y realismo, pero no se pasan la vida lamentándose, sino que luchan por salir adelante y mejorar en la medida de lo posible, para hacer del mundo un lugar mejor para todos.
Los que son así, son ejemplo de vitalidad y pasión, de alegría y fortaleza interior. Y es que nadie puede vivir con auténtica pasión si se conforma con ser un espectador de su propia vida.
Para emprender es preciso dejar de pensar por qué no podemos hacer las cosas, para pensar cómo podemos hacerlo, porque lo que cambia la vida es la actitud con la que uno vive.
Y esto es una decisión personal.
Cada uno decide cómo vivir lo que le que toca y eso hace la diferencia. Porque no hay que ser mejor que nadie, sino ser la mejor versión de uno mismo.
Muchas veces nos dicen que no podremos conseguir algo o que no vale la pena, pero la mayoría de esas voces esas palabras brotan del miedo de los demás o de sus propias frustraciones.
No hay que dejar que nos quiten las ganas de hacer un mundo mejor. La inquietud del corazón y de la mente de los que buscan ir más allá de lo esperable, es un motor de nuevos proyectos.
Los que valoran a los demás y no se sienten amenazados por las cualidades ajenas son los que crean ambientes sanos donde los demás se sienten a gusto y trabajan con alegría.
Es preciso potenciar en la educación estos valores en todos los niveles, iniciarlos en el arte de emprender, porque los prepara para el futuro, porque afecta todas las dimensiones de la vida, no solo la laboral.
Y para ello es fundamental aprender a trabajar en equipo, porque cualquier proyecto, por limitado que sea, necesita la acción de diversas manos y miradas, necesita de una comunión de talentos en un sueño común.
El futuro no está escrito, y será en gran parte por lo que empecemos a hacer hoy en todas las dimensiones de nuestra vida.
El gran secreto de emprender no es solo tener una gran idea sino poner el corazón en lo que se hace y tomarse la vida en serio.
Bibliografía para profundizar:
García, Juan José. (2015). Valores son acciones. Montevideo: Sudamericana Uruguaya.
Torralba, Francesc. (2016). La revolución ética. Madrid: PPC.