Una tradición en Ecuador llena de desafío y devoción
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La cima del volcán Guagua Pichincha -que en sus faldas tiene a la ciudad de Quito, Ecuador- se transforma en escenario de auténtica devoción en el mes de agosto para los habitantes de la localidad de Lloa, entre otros.
La protagonista es una réplica de la Virgen del Cinto, también conocida como la Virgen del volcán, una imagen que tiene su gruta a más de 4.500 metros sobre el nivel del mar y cuya devoción comenzó hace varios siglos. El santuario de la Virgen del Cinto está a pocos minutos de la ciudad de Quito y la celebración central ocurre en el mes de septiembre.
Según diversas versiones, la imagen está asociada al fraile dominico Pedro Bedón, quien la pintó sobre una piedra, se especula, hace más de 500 años. Además, se se trata de una Virgen muy venerada, milagrosa y encargada de fortalecer la fe de un pueblo entero.
Para los pobladores, la Virgen del volcán es una auténtica protectora y a través de la larga caminata que comienza muy temprano, entre otras cosas, también le piden que los proteja del volcán.
Es por ello que esta curiosa peregrinación, además de ser una oportunidad para pedir favores, también se transforma en momento de agradecimiento.
La tradición es vivida entre familias, amigos, además de curiosos y fieles provenientes de otras regiones y países. En esta ocasión fueron 22 las familias que se encargaron de la organización de los festejos, indica El Telégrafo, medio que estuvo en el lugar acompañando a los peregrinos y priostes (personas que encabezan las celebraciones).
“Es una tradición que se lleva desde hace años y estamos avanzando todos hacia el volcán”, dice Christian Aguirre, uno de los peregrinos y prioste, a El Telégrafo.
“Ser prioste es un orgullo, es la manera más cercana para agradecer a la virgencita los favores recibidos. La salud, los alimentos, las cosechas, el día a día de vivir con nuestras familias, con nuestros hijos especialmente”, expresó también a ese medio Elizabeth Cueva, otra de las encargadas de la organización de la procesión este año.
Durante el trayecto también es posible contemplar el maravilloso paisaje de esa zona de Ecuador, que se va haciendo más “celestial” y casi entre nubes a medida que se acercan a la cima y entre algunos tramos hasta nevados. Y todo esto acompañado de danzas, cánticos y oraciones. Allí arriba el momento vuelve a ser emotivo e incluso de la mano de celebraciones religiosas.
“Nosotros los peregrinos le tenemos mucha fe ¡Qué vivan los que cargan! ¡Qué viva la Virgen del volcán!”, grita un grupo de hombres que carga la virgencita –la original no pasa los 50 centímetros- en medio de un camino dificultoso, con poco aliento, pero con mucha fe y esperanza.
Las familias encargadas son las que también ofrecen hospitalidad y alimentos a quienes se animan a experimentar la procesión más alta del mundo.
Con información en base a El Telégrafo