Última vía de escape de los Papas, ese pasaje secreto es una especie de fantasma que persigue a muchos escritores
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Más que un pasaje subterráneo, se trata de un interesante corredor incrustado en la única muralla medieval de Roma, conectado al Palacio Apostólico Vaticano en el Castel Sant’Angelo, o Castillo San Ángel, al borde del río Tíber, desde el siglo XIII.
Última vía de escape de los Papas, ese pasaje secreto es una especie de fantasma que, con numerosas imprecisiones, asombra la imaginación de muchos escritores. Es más, fue al visitar ese pequeño corredor cuando Dan Brown tuvo la idea de escribir el best-seller Ángeles y Demonios, una desvariada ficción que transforma el Vaticano en escenario de extravagantes conspiraciones.
El escritor norteamericano afirma que el pasaje tiene alrededor de 400 metros de extensión y llega hasta la biblioteca privada del Papa. En realidad, el recorrido es de 800 metros y llega hasta cerca de la residencia pontificia, por encima de la sede actual de los correos vaticanos.
Uno de los raros vestigios medievales de Roma, este pasaje fue construido a partir de un pequeño muro construido por los reyes de los ostrogodos que invadieron Roma en el año 546. El muro, en la época, conectaba la parte inferior de la colina vaticana al mausoleo de Adriano, sobre el cuál sería erigido, poco tiempo después, el actual Castel Sant’Angelo.
Sobre estos cimientos, León IV edificó al inicio de su pontificado un verdadero muro de protección para la antigua Basílica Vaticana, saqueada por los sarracenos en el año 846. Un muro leonino, construido por prisioneros sarracenos e inmigrantes corsos, recorre la colina y se orienta hacia el río. Pesadas corrientes extendidas de un lado a otro permitieron bloquear, en aquel tiempo, el paso de las embarcaciones.
Un primer pasaje fue preparado por orden de Nicolás III, que decidió hacer del Palacio Vaticano la residencia del Papa e instaló a su familia en el Castel Sant’Angelo. En el siglo XV, la vía de escape ya existente fue transformada en un pasaje doble; la parte de abajo, cubierta y protegida por dispositivos de defensa, era reservada al Papa; la parte superior, a las tropas pontificias.
Aunque a mucha gente le guste pensar en escapadas de los Papas para encontrarse con sus supuestas amantes o para asistir a sesiones de tortura de los prisioneros del castillo, el paso es, en realidad, sólo una ruta de escape y de socorro, usada en emergencias.
Alejandro VI, el famoso papa Borgia, la usó en 1494 para refugiarse en el Castel Sant’Angelo cuando las tropas francesas del rey Carlos VIII invadieron Roma.
El 6 de mayo de 1527, las facciones protestantes de Carlos V saquearon Roma: 147 guardias suizos murieron intentando proteger la tumba de Pedro, mientras que otros 42 protegieron al papa Clemente VII que, atravesando el pasaje de emergencia, se refugió en el castillo. Desde entonces, el día 6 de mayo de cada año, los guardias suizos prestan juramento de fidelidad al deber y rinden homenaje a sus heroicos predecesores.
Cedido a la República Italiana en 1990 y restaurado con ocasión del Jubileo del Año 2000, la mayor parte del pasaje “secreto” ya es accesible al público desde 2013, gracias a un acuerdo bilateral con el Estado Vaticano. El trabajo del Ministerio de Cultura italiano volvió posible recorrer la estrecha galería hasta la Torre del Mascherino, cerca del Palacio Apostólico. La diferencia de manutención entre el lado italiano y los 80 metros pertenecientes al Vaticano es flagrante: la parte vaticana está cubierta de hojas muertas, tal como su uso defensivo, relegado a otras eras…