La clave está en permitirse sentir las emociones negativas.
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Escribo desde Texas, donde mi familia ha sido evacuada para escapar del huracán Irma. Aunque nuestra pequeña ciudad se llevó la peor parte de la ira de la tormenta y esperamos nerviosos noticias de los daños en nuestro hogar, todos mis amigos han informado de que han salido indemnes de la tormenta. De hecho, hasta ahora nuestro país no ha dado cuenta de pérdidas vitales o de heridos.
Confío en que este balance no varíe mientras mi marido y yo intentamos resolver cuándo serán transitables las carreteras para volver a casa y empezar con la reconstrucción. Vi que nuestra comunidad se mantenía unida de una forma preciosa y estar separados de ellos cuando el ojo de la tormenta cortó la electricidad y la cobertura telefónica fue más angustiante de lo que había previsto. No me di cuenta de lo mucho que amamos nuestra iglesia hasta que la vimos amenazada.
Así que hay una extraña disonancia cognitiva en el aire. Estoy nerviosa por los daños y el coste de las reparaciones, pero también deseosa de volver a casa, a nuestra comunidad, e iniciar el proceso de reconstrucción juntos. Incluso estoy extrañamente contenta, algo que, según varios psicólogos, no es raro en absoluto:
“Reconocer la complejidad de la vida puede ser un camino especialmente fructífero hacia el bienestar psicológico”, afirmaba el psicólogo Jonathan Adler de la Universidad de Ingeniería Franklin W. Olin. Adler considera que la felicidad puede venir de la percepción y la aceptación de un amplio espectro de emociones, tanto buenas como malas.
(…) Por ejemplo, alguien podría decir: “Me siento triste por las recientes pérdidas en mi vida, pero también contento y motivado para trabajar por superarlas y tener un resultado positivo”. Según Adler, “aceptar lo bueno y lo malo, juntos, puede neutralizar las malas experiencias y permitirte extraer un significado de ellas de una forma que fomente el bienestar psicológico”.
Adler y su colega Hal Hershfield realizaron un estudio sobre experiencias emocionales contradictorias y descubrieron que sentirse alegre y abatido al mismo tiempo es un estado precursor de una mejora en el bienestar emocional. Hershfield continuó con un estudio mucho más exhaustivo de 10 años que descubrió una correlación directa entre aceptar la contradicción de las emociones propias y la buena salud física.
La cuestión para mí es cómo aceptar las emociones negativas, en especial la acechante ansiedad de volver a afrontar meses de reparaciones costosas en tiempo y en dinero. La alegría de ver reunida a nuestra comunidad y el entusiasmo de juntarnos no siempre es lo bastante fuerte como para ahogar el miedo.
Sin embargo, según parece, ahogar el miedo es precisamente el error que no hay que cometer. La clave no está solo en admitir que sientes emociones negativas y también positivas; la clave está en permitirte sentir las emociones negativas. Un estudio de 2012 descubrió que practicar concienciación personal, sobre todo en lo referente a emociones, puede ayudar a las personas a superar el estrés al fomentar la aceptación de los sentimientos negativos y luego trabajando hacia una mejoría.
Y es bueno saberlo, en especial para mí. Estoy segura de que habrá muchos momentos de emociones negativas en las próximas semanas, pero cuanto antes aprenda a abrazar esos sentimientos en vez de rechazarlos, antes podré soltar lastre y seguir adelante con el duro pero necesario trabajo de reconstruir… y salir de esta experiencia más feliz y más sana.