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¿Es correcto decir al volver de vacaciones, “vuelvo a la rutina”?

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Salvador Aragonés - publicado el 18/09/17
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Preguntémoslo de otra manera: ¿es que la rutina tiene por fuerza que ser algo negativo?

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La vuelta al trabajo, después de un periodo de descanso y restauración del cuerpo y de la mente, es fácil oír: “Se ha acabado lo bueno. Vuelvo a la rutina”. ¿Es correcto expresar así el final de las vacaciones? Es indudable que las vacaciones son buenas, pero no pueden durar todo el año. Nos aburriríamos.

En primer lugar conviene señalar que la mayor parte de las familias en el mundo no gozan de vacaciones pagadas. Otros hacen vacaciones una semana o dos. A eso se le llama “desconectar” del día a día del trabajo y volver con nuevas energías. Así lo viven millones y millones de personas.

La rutina

Más allá están las vacaciones largas que duran cuatro semanas seguidas, o un mes, o cinco o seis semanas. Son las menos. En estos casos el cuerpo ha perdido el ritmo diario habitual de un día de trabajo: levantarse, desayunar, trabajar, almorzar, trabajar, cenar, etc. ¿Es correcto llamarlo rutina?

La palabra rutina tiene dos acepciones: una, la repetición de actos iguales que llevan a no utilizar la inteligencia, y dos, el conjunto de hábitos parecidos en los que se requiere siempre el uso del intelecto.

Las rutinas que necesitan del intelecto y del conocimiento son agradables. El campesino que labra, siembra, recoge la cosecha… son rutinas. También lo es el oficio de administrativo u otro cualquiera, para quien sepa descubrir el valor de su trabajo.

En otras palabras, rutina puede tener o bien un significado negativo y despreciativo, o bien un significado ilusionante: volver a la actividad normal, al trabajo habitual con una ilusión nueva: “He cargado pilas” dicen algunos.

La monotonía

En el primer caso la rutina sitúa al hombre/mujer, niño/niña en una especie de automatismo repetitivo de lo mismo, sin necesidad de entender y comprender. En este caso volver al trabajo significa volver al aburrimiento, a la monotonía, al hastío. No es este el modo de volver de vacaciones tras “haber cargado pilas”. Es una vuelta a una actividad, nada valorativa, que no ayuda a mejorar la propia personalidad.

Al trabajo hay que sacarle punta, hay que mover la imaginación, con fantasía, con constancia y tenacidad, con la firmeza de la voluntad, encontrar la propia creatividad, sabiendo que en cada acto sabremos encontrar algo nuevo, humano y divino, que será siempre distinto si lo sabemos aprovechar. ¿Cómo lo aprovechamos? Pensando en Dios, en los demás de la familia, en lo que se hace, en uno mismo. Al fin y al cabo el trabajo es siempre transformador de la realidad que nos rodea y mejora la persona de cada uno/a.

Para los cristianos, esto es así porque Dios creó al hombre “para que trabajara y custodiara” el universo creado (Génesis, 2, 15). Eso lo dijo antes del pecado original, luego el hombre tenía este mandato de Dios desde el principio en que fue creado. Es más, la mayor parte de su vida Jesús la pasó trabajando como artesano al lado de su padre de adopción, José de Nazaret. Por consiguiente, el trabajo es bueno en sí mismo, y la acción de trabajar es santa, porque la santificó Jesús en vida. Así que el trabajo es algo positivo, necesario y bueno para el hombre, aunque después del pecado de Adán y Eva, Dios los castigó y dijo que el trabajo costaría “fatiga” y el parir “dolor” (Génesis, 3, 13-19).

El aburrimiento

El trabajo pues es bueno en sí mismo, es bueno para la familia y para todo lo creado, si se hace con rectitud y respetando la Creación. Por esta razón, decir que al volver de vacaciones se vuelve a la rutina y al aburrimiento, no está en la línea de la Creación, en la línea de la naturaleza del hombre y de las cosas.

El trabajo, la acción de trabajar, hecho de cara a Dios es santificable, como señala el Concilio Ecuménico Vaticano Segundo (Lumen Gentium, 41-42), y en consecuencia no solo es bueno, sino que debería ser agradable, divertido, aunque sea fatigoso. Como decía san Josemaría Escrivá, el apóstol de la santificación del trabajo, “la vocación humana (también la profesional) es una parte, y una parte importante, de nuestra vocación divina” (José Luis Illanes, La Santificación del trabajo, Palabra, 10ª Edición). Si te aburre el trabajo, ¿cómo puedes ofrecer a Dios el aburrimiento?

Entonces ¿Rutinas sin pensar? No, gracias. ¿Ilusión y creatividad? Sí gracias. ¡Qué agradables son las vacaciones y qué bonito volver al trabajo!


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