Aquí tenéis unos modelos de belleza interior que inspirarán a vuestras pequeñas
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Todas quieren ser princesas. Bueno, no todas. Yo, al menos, no tengo ningún deseo de ser una princesa. Pero si eres una niña de cierta edad y de ciertas convicciones, ser una princesa quizás no te parezca mala idea. Ve a Disneyland y verás decenas, no, cientos de princesitas, todas con un metro de altura y todas vestidas como corresponde a su personaje: Bella, Cenicienta, Jasmín, Tiana… Están todas y a ninguna le falta un alfiler. (Seguramente Ariel, de La sirenita, tendría más representación si sus admiradoras resolvieran eso de esperar de pie en una fila mientras tienes una cola de pez en vez de piernas).
Sin embargo, los padres sabemos que no se nace siendo una princesa de verdad —o al menos el tipo de princesa al que queremos que nuestras hijas aspiren—. Hace falta algo más que un vestido bonito y una tiara brillante. Cualquier princesa digna de su purpurina tiene que ser hermosa en su interior.
Habrá todo un cortejo de princesas desfilando por varios servicios de streaming, ofreciendo sus gracias reales en Netflix y Hulu (en Estados Unidos). Muchas de ellas mostrarán a sus jóvenes espectadoras cómo ser una princesa, una princesa de verdad, llena de valentía y esperanza y conocimiento y, también, amor. Aquí tenéis una muestra de algunas de ellas…
La bella y la bestia (2017)
Bella no empieza como princesa. Es sencillamente la preciosa hija un inventor, una apasionada de los libros que quiere algo más de la vida que resignarse a emparejarse con Gastón, el bruto héroe local. Pero cuando su padre desaparece en el bosque y Bella sale en su búsqueda, descubre a un príncipe hechizado, gruñón y profundamente peludo. Con un poco de valor y un mucho de amor, Bella se las arregla para transformar no solo a Bestia y su propia vida, sino las vidas de casi todo el mundo a su alrededor.
Quizás vuestra niñita no pueda transformar a la tetera de la familia en una actriz ganadora de un Óscar, pero cuando una niña muestra el tipo de valentía y corazón de Bella, puede lograr mejorar el mundo que le rodea. Y, sin duda, este es un valioso mensaje.
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Mulan (1998)
Cuando los hunos vienen a llamar a tu puerta, no te andas con tonterías. En China lo sabe todo el mundo. Así que cuando un ejército de hunos invade China, se espera que toda familia envíe un hombre al frente, incluso si a ese hombre se le necesita mucho más cerca de su hogar. Esto no convence mucho a Fa Mulan, dado que su anciano padre probablemente no sobreviviría a otra guerra más. Así que roba la armadura de su padre, se hace pasar por hombre y le sustituye camino a la batalla.
Ciertamente, la mayoría de padres no querría que sus hijas fueran a la guerra con ropa que le hayan birlado del armario. Pero es que Mulan —basada en una heroína popular china— hace sobrada gala de valor, amor y lealtad. No os será fácil encontrar una princesa más heroica.
La historia sin fin (1984)
Puede que la Emperatriz Infantil parezca una niña pequeña, pero no dejéis que sus delicados rasgos os engañen. Es tremendamente anciana y de muy vital importancia para los tejemanejes de la tierra de Fantasía. La Emperatriz gobierna con mano cálida y corazón puro. Pero ahora, ella y su tierra están bajo el asedio de una terrible fuerza llamada “La Nada”, que amenaza con inundarlo todo. Resulta que lo único que puede salvar a la Emperatriz y su reino mágico es la imaginación.
La Emperatriz (interpretada por Tami Stronach) aparece más que nada en el telón de fondo de la historia de este antiguo pero siempre encantador y fantástico clásico. Sin embargo, el secreto que alberga —que la imaginación tiene el poder de no solo salvar al mundo, sino de crear otros nuevos— es un mensaje importante. Nuestro mundo valora en gran medida las habilidades concretas y, en cierto modo, no hace mal. Pero esas habilidades son más efectivas si están al servicio de grandes sueños y siempre deberíamos animar a nuestros hijos a soñar a lo grande.
Pocahontas (1995)
El cambio es inevitable, nos guste o no. Y para la tribu Powhatan, el cambio ha llegado en barco. Un grupo de colonizadores ingleses ha atracado en lo que será la costa de Virginia en 1607 con la esperanza de iniciar una nueva vida y (según ansía el malvado gobernador Ratcliffe) robar nuevas riquezas. Pero digamos que los colonos no se hacen querer por los Powhatan: pronto, estos nuevos americanos y los nativos americanos llegan al borde de la guerra. Hará falta que la princesa Pocahontas y su nuevo amigo, el capitán John Smith, convenzan a todos para abandonar sus armas y vivir en paz.
Si vuestros hijos están empollando para un examen de historia americana, Pocahontas de Disney no es la película que tienen que ver. Pero lo que le falta de rigor histórico lo compensa con corazón, con una heroína que logra construir un puente sobre un abismo cultural gigante. Esta película valora la diversidad de la mejor de las formas y, para una historia que tiene lugar hace 500 años, su mensaje no podría ser más oportuno.
Nuestros cuentos de hadas antiguos nos decían que puedes detectar a una princesa si haces que vaya a dormir sobre una pila de colchones y es capaz de notar un guisante debajo de todos los colchones. Pero las películas nos dicen algo diferente, algo mucho más positivo, en mi opinión: lo que importa es el carácter.
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