No hay que negarlo nunca, pero eso es distinto a la prudencia que hay que tener en relación a esa persona“¿Es pecado negar el perdón?” Un lector nos escribe sobre el tema:
“Aquí hablamos de perdón y yo quisiera hacerles una pregunta: ¿es pecado negar el perdón? Si la persona que cometió pecado contra ti no se ha arrepentido y quizá amenaza con hacerlo una vez más y no pide perdón, ¿es pecado no perdonar en este caso? ¿Es suficiente evitar la venganza y las malas palabras, evitar desearle mal o peor aún, la muerte? Quisiera aprender a hacer la voluntad de Dios y estar en paz con la mayor cantidad de personas posible, pero no quisiera que se me faltara al respeto”.
Álvaro Granados, profesor de Teología Pastoral en la Universidad Pontificia de la Santa Cruz, comenta a Aleteia: “Debe aclararse inmediatamente que es pecado negar el perdón. Es necesario entender, sin embargo, que el perdón no es una exigencia de la virtud de la justicia, sino de la caridad. De hecho, si consideramos las cosas sólo desde el punto de vista de la justicia, sería perdonado sólo quien ha sido perdonado y resarcido antes. Pero la caridad va más allá, y exige por ejemplo perdonar a nuestros enemigos, poner la otra mejilla a quien nos golpea y orar por quien nos ha ofendido” (cfr. Mt 5,43-44).
“Se peca contra la caridad”
Y en cambio, en la cotidianidad, observa Granados, “el cristiano que permanece atrapado en el resentimiento sin lograr perdonar, peca contra la caridad, olvidando el alto nivel de caridad que comporta la nueva vida en Cristo, el cual nos ha dejado como ejemplo el perdón a sus verdugos: “Padre, perdónales porque no saben lo que hacen” (Lc 23,34)
El problema del resentimiento
Sin embargo, prosigue el profesor de Teología Pastoral, “se puede aclarar mejor qué quiere decir perdonar. El acto de perdonar concierne sobre todo el corazón de la persona y, por lo tanto, sus sentimientos, sus intenciones, sus pensamientos en relación al ofensor”.
En este sentido el perdón es “una llamada a quitar del corazón los sentimientos de resentimiento y de rabia que siente en relación al otro. Esta eliminación no es automática y no siempre se lleva a cabo inmediatamente: de hecho, a pesar del firme propósito de perdonar, a menudo sucede que los resentimientos resurgen en el corazón, sobre todo cuando la ofensa ha sido particularmente grave. Y esto es porque el perdón en realidad es un camino, un proceso en el que el cristiano, ayudado por la gracia, busca en su oración personal remover los sentimientos que siente hacia el prójimo que lo ha ofendido”.
En camino para superar la antipatía
Este camino, subraya Granados, “a menudo dura mucho tiempo, a veces toda la vida: se intenta perdonar pero desgraciadamente vuelve la antipatía hacia esa persona. Eso no debe sorprender ni desanimar, por el contrario, se debe ver este camino como un ejercicio para crecer y purificarse buscando con todo el corazón un perdón más completo”.
¿Cómo tratar en el futuro a esa persona?
Pero ¿qué implicaciones prácticas tendría el perdón? Se debe pedir al cristiano actuar en relación al ofensor como si no pasara nada? “Sobre este tema – responde Granados – podemos sólo decir que cada uno deberá discernir según su propia consciencia sobre cómo comportarse en el futuro con el ofensor y que el perdón no siempre comporta el tratar a esa persona como antes de la ofensa”.
Prudencia y tolerancia
Además, explica el profesor, “la prudencia, que es una virtud, nos podría decir por ejemplo que no es oportuno continuar a ver a esa persona porque está en juego la serenidad familiar. Es también verdad que el perdón a veces puede exigir soportar a una persona que nos ha ofendido. El hecho por ejemplo que esa persona haya pedido perdón o haya cambiado su actitud, es importante a la hora de determinar cómo comportarse con ella en el futuro”.
Perdón y conducta