El famoso arquitecto francés no sólo hacía torres…
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En París en 1889, el señor Gustave Eiffel ocupó un lugar de honor. Entre las muchas obras que presentó, su torre, la más alta del mundo, fue el punto culminante de la Exposición Universal. Fue también el único elemento que no se desmontó después de la celebración.
Sin embargo, más allá de las construcciones extraordinarias, lo que interesaba al señor Eiffel era la realización de estructuras “prefabricadas” desmontables que pudieran volver a ser montadas según las necesidades. Esta voluntad del ingeniero fue una bendición para Francia, que pudo brillar en el extranjero gracias a los numerosos edificios (puentes, estaciones o salas) enviados en piezas sueltas por los cuatro rincones del mundo.
Entre estos logros hay uno cuya historia no es bien conocida. La iglesia de Santa Bárbara de la ciudad de Santa Rosalía, en México.
Desde 1865, y tras el descubrimiento de importantes vetas de cobre en Baja California, las compañías mineras competían por conseguir los permisos de explotación del suelo. Una empresa francesa, ‘El Boleo’, obtuvo el preciado permiso en julio de 1885.
Para permitir que la mano de obra mexicana que empleaba viviera con dignidad, la empresa decidió construir una ciudad y todas las estructuras necesarias para el buen funcionamiento de la vida en ella: mercado, ayuntamiento, oficina de correos y, por supuesto, una iglesia.
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Fue en Bruselas donde el señor Charles Laforgue, por entonces director de la compañía, acompañado de su esposa, encontró el monumento ideal para su nueva ciudad. La iglesia diseñada por Gustave Eiffel estaba guardada en la capital belga desde el fin de la Exposición Universal (la iglesia se había expuesto junto a la Torre Eiffel) y esperaba allí una hipotética partida hacia África. Corría el año 1894. Después de unas breves transacciones, la compañía se hizo con su compra.
Algunos años más tarde, marchó en barco para un viaje de ocho meses con destino a Santa Rosalía. El montaje del edificio se completó en 1897.
Compuesta por un imponente armazón de acero sobre el que descansan unos paneles de la misma aleación, la iglesia es un ejemplo típico de las construcciones en metal de finales del siglo XIX. La inmensa mayoría de los elementos originales de su estructura siguen en su lugar y a día de hoy solamente faltan en el inventario unos cuantos vitrales.
En cuanto a los otros edificios de la ciudad, la antigua sede de El Boleo, el ayuntamiento o incluso la oficina de correos siguen en pie y dan a la ciudad un ambiente muy particular.
La elección de consagrar la iglesia a santa Bárbara no es trivial, puesto que, de hecho, esta santa mártir es la santa patrona de los mineros.