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En la ciudad de Ayabaca al noroeste de Perú todos los 13 de octubre se celebra la festividad en honor al "Milagroso Señor Cautivo".
Una gran multitud de peregrinos llegan de diferentes partes del país para pedir por sus intenciones a la imagen considerada muy milagrosa del Señor de Ayabaca.
Con ellos traen instrumentos musicales y sus canciones atenúan la caminata del trayecto hacia la Tierra del Cautivo. Muchos llevan una cruz a cuestas. También peregrinan ese día especial las personas con delitos leves en la cárcel que obtienen permiso para retirarse de la penitenciaría y cumplir con su promesa de "peregrinar" hacia el Divino Cautivo. Una vez cumplida la promesa, regresan a la prisión.
En el día central de la festividad las calles del pueblo son previamente alfombradas con flores y se lleva en procesión esta bella imagen de un metro ochenta de estatura, que representa el momento en que, tras ser apresado en Getsemaní, Cristo fue abandonado por sus discípulos (ver Mt 14, 50). Jesús, de pie, maniatado, refleja en su rostro una profunda desolación. Viste túnica morada con áureos bordados. Sus poderosas manos están atadas con dorado cíngulo y sobre su cabeza una corona.
Un tronco de cedro donde había brotado sangre
Según la historia, en el año 1751, el sacerdote español, García Guerrero quiso dar a su pueblo de Ayabaca una imagen del Señor; para lo cual se decidió utilizar un tronco de cedro, del que había brotado sangre luego que un labrador le diera un hachazo.
Entonces llegaron al pueblo tres hombres vestidos con impecables ponchos blancos de lana, trotaban sobre tres briosos caballos albinos, eran artistas talladores y se comprometieron a esculpir la imagen del Señor Cautivo bajo tres condiciones:
Al pasar varios días y no saberse nada, los pobladores se acercaron a la casa, llamaron insistentemente y al no obtener respuesta, creyeron que se habían burlado de ellos.
Forzaron la puerta y en el interior no había persona alguna, la comida estaba intacta y solo se encontraba una escultura imponente y majestuosa: la escultura de un Nazareno con las manos cruzadas. Sólo entonces se dieron cuenta de que los autores eran ángeles vestidos de chalanes que al concluir la escultura alzaron vuelo y se perdieron.
Así empezó la leyenda de que la imagen del "Señor Cautivo" fue obra de ángeles y creció, al igual que la fe y devoción.