Solo Cristo crucificado nos salvará de los demonios que nos hacen "deslizar lentamente hacia la mundanalidad”, salvándonos también de la “necedad” -de la que habla san Pablo a los Gálatas- y “de la seducción”.
Así lo dijo el papa Francisco en la Misa en Casa Santa Marta, reflexionando sobre el evangelio en el que Jesús dice:
“Si yo expulso los demonios con el dedo de Dios, entonces ha llegado a ustedes el Reino de Dios”.
El Papa exhorta a hacer examen de conciencia, a las obras de caridad, "las que cuestan", pero que "nos llevarán a estar más atentos" y vigilantes para que no entren "astutos" personajes, o sea, los demonios.
El Señor, explica, “nos pide estar vigilantes”, para no caer en tentación. Por eso el cristiano está siempre “vigilando, está atento”, como un “centinela”.
El Evangelio habla de la lucha entre Jesús y el demonio, de “algunos” que decían que Cristo tenía el “permiso de Belcebú” para hacerlo.
Posesión diabólica de salón
Jesús no cuenta una parábola, sino que “dice una verdad”: cuando el espíritu impuro “sale del hombre”, vaga “por lugares desiertos”, buscando alivio y, al no encontrarlo, decide volver de donde había venido, donde vive el hombre “libre”.
Entonces el demonio decide tomar “otros siete espíritus peores que él”, de manera que la condición del hombre sea "peor que antes”. Justo la palabra “peor”, subraya el Papa, tiene “mucha fuerza” en el pasaje, porque los demonios entran “en sordina”.
“Empiezan a formar parte de la vida. También con sus ideas y aspiraciones -aclara el Papa- ayudan a ese hombre a vivir mejor … y entran en la vida del hombre, entran en su corazón y desde dentro empiezan a cambiar a ese hombre, pero tranquilamente, sin hacer barullo.
Es distinto, este modo es distinto del de la posesión diabólica que es fuerte: esta es una posesión diabólica un poco ‘de salón’, digamos así".
"Esto es lo que el diablo hace lentamente, en nuestra vida, para cambiar los criterios, para llevarnos a la mundanalidad. Se mimetiza en nuestra manera de actuar, y nosotros difícilmente nos damos cuenta.
Y así, ese hombre, liberado de un demonio, se vuelve un hombre malo, un hombre oprimido por la mundanalidad. Esto es lo que quiere el diablo: la mundanalidad”.
Una suave seducción
La mundanalidad, por otra parte, es “un más en la ‘posesión’ del demonio”, añade Francisco. Es un “encantamiento”, es la “seducción”. Porque es el “padre de la seducción”.
Y cuando el demonio entra “tan suavemente, educadamente y toma posesión de nuestras actitudes”, explica el Papa, nuestros valores “van del servicio de Dios a la mundanalidad”.
Así se vuelven “cristianos tibios, cristianos mundanos”, con una “mezcla” - que Francisco define como “macedonia” - entre “el espíritu del mundo y el espíritu de Dios”. Todo ello “aleja del Señor”.
¿Cómo no caer?
Francisco responde entonces a la pregunta de cómo se puede hacer para “no caer” y para salir de esta situación. Reafirma el tema de la “vigilancia”, sin “asustarse”, con “calma”.
“Vigilar significa comprender lo que pasa en mi corazón, significa detenerme y poco y examinar mi vida. ¿Soy cristiano? ¿Educo más o menos bien a mis hijos? ¿Mi vida es cristiana o es mundana? ¿Y cómo puedo entender esto? La misma receta de Pablo: mirar a Cristo crucificado. La mundanalidad sólo se entiende dónde está y se destruye ante la cruz del Señor. Y este es el objetivo del Crucificado ante nosotros: no es un adorno; es justo lo que nos salva de estos encantamiento, de estas seducciones que te llevan a la mundanalidad”.
El Papa exhorta a preguntarnos si miramos a “Cristo crucificado”, si hacemos el “Via Crucis para ver el precio de la salvación” no sólo de los pecados “sino también de la mundanalidad”.
“Después, como dije, el examen de conciencia. Pero siempre ante el Cristo Crucificado. La oración. Y después, hará bien una fractura, pero no de los huesos: una fractura en las actitudes cómodas: las obras de caridad. Yo estoy cómodo, pero haré esto, que me cuesta. Visitar a un enfermo, ayudar a alguien que lo necesita… no sé, una obra de caridad. Y esto rompe la armonía que intenta crear este demonio, estos siete demonios con su jefe, para hacer la mundanalidad espiritual”.