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Por décimo año consecutivo, se celebra hoy el Día Internacional de las Mujeres Rurales (con el hashtag #mujeresrurales en las redes sociales). La mujer que trabaja en la agricultura y la ganadería preferentemente en el medio rural es un activo silencioso en la sociedad. Supone un tercio de la población mundial y, sin embargo, todavía hoy sus condiciones laborales y sociales no están a la altura de lo que en justicia le correspondería.
Según un informe de la FAO, se calcula que si la mujer dispusiera de los mismos recursos que el varón al llevar a cabo sus tareas en el campo, sería posible alimentar hasta 150 millones de personas más. Esto es, podría alcanzar el alimento anual para una población similar a México, Guatemala, Belice y Bolivia.
Según la misma fuente, el 46% de las mujeres rurales no dispone de ingresos propios. Difícilmente puede independizarse quien no cuenta con recursos para hacerlo. Las que son empleadas cobran un salario que alcanza solo el 75% del que cobra un hombre. Esta brecha salarial ha sido denunciada en numerosas ocasiones pero queda aún mucho por hacer. Por eso las Naciones Unidas acordaron en diciembre de 2007 poner en marcha el Día Internacional de las Mujeres Rurales, para poder dar visibilidad a este sector y hacer un llamado en favor de acciones como:
El 54 % de las trabajadoras agrícolas en América Latina y el Caribe está por debajo del nivel de pobreza. Sus explotaciones son de menor tamaño que las del varón y suelen estar en zonas marginales.
La dificultad para llevar una vida próspera en su ambiente de origen ha ocasionado que la mujer emprendiera el camino del éxodo a las grandes ciudades. La oficina de la FAO para América Latina y el Caribe detectó que en 1990 había 61,6 millones de mujeres rurales mientras que en 2010 ese número se redujo hasta 57,7 millones. Esta organización insta a los gobiernos a que tengan presentes las necesidades y potencialidades diferenciadas de hombres y mujeres en el desarrollo de sus políticas y fortalezcan y escuchen la voz de las organizaciones de mujeres campesinas.
Frente a esta situación global, se dan casos relevantes de empoderamiento por parte de mujeres rurales. Una de las estrategias consiste en transformar su medio en punto turístico de una manera justa y que les permita un crecimiento económico sostenible. En Perú, es significativo el trabajo de formación en Racchi. Es un punto de la cultura inca en el que las pobladoras hoy atienden a los turistas en sus casas.
Sin renunciar a sus raíces, las mujeres de Racchi, en San Pedro (Canchis), se han capacitado para atender a forasteros. Esto sin perder su idiosincrasia. Esther Camino Morón, presidenta de la Asociación Turismo Vivencial de Raqchi “Raíces Inka”, lo cuenta en este vídeo facilitado por Naciones Unidas:
http://www.youtube.com/watch?v=P6zQdY69JIw
El turismo rural permite dar a conocer las tradiciones, la historia y la cultura de los pueblos. Al mismo tiempo, supone una fuente de ingresos para cada familia. Esto permite dar una mejor educación a los hijos y mejorar las condiciones de vida, en general. Por otro lado, puede haber un estímulo a la economía local ya que hay más consumo de alimentos y más interés por la artesanía.