¿Un acto de rebeldía femenina o puro egocentrismo?
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Hace un par de días, la italiana Laura Mesi fue protagonista de varios titulares de prensa. ¿La razón? Ella decidió “casarse” (las comillas van porque, entre otras cosas, no fue una unión legal) consigo misma. Hubo vestido blanco, torta (con una sola figura en el tope), una fiesta de 70 personas que costó unos 10.000 euros y hasta una luna de miel en solitario a Egipto.
¿Pero se puede tener un cuento de hadas sin el príncipe? Mesi tomó su decisión en el 2015, luego de terminar una relación de más de 12 años, cuando prometió que si para su cumpleaños número 40 no encontraba a su media naranja, se casaría consigo misma.
Dicho así, parece un acto desesperado de resignación; sin embargo, otras mujeres que también se han casado consigo mismas han afirmado que se trata más bien de un acto liberador, donde se comprometen a ponerse siempre en primer lugar y no hacer que su felicidad dependa de un hombre.
Así fue el caso también de la relacionista pública inglesa Sophie Tanner, quien tuvo su ceremonia en el 2015 en las escaleras de su iglesia (ya que su ministro unitario no accedió a casarla por considerar que un matrimonio está conformado por dos personas) y también se vistió de blanco y hasta caminó de la mano de su padre. En el caso de ella, su idea también surgió luego de terminar una mala relación. Ella se preguntó que por qué la familia y amigos sí se reunía a celebrar cuando te unías a otra persona pero no al escapar de una tóxica y regresar a tu felicidad.
Particularmente, si bien considero que ciertamente tenemos que aprender a amarnos a nosotros mismos primero para poder amar a alguien más y que los demás deberían ser parte de nuestra felicidad pero no garantes de ella, creo que esta práctica de sologamia implica caer “yoísmo”, en la individualidad exacerbada que, en el fondo, es lo que también está haciendo más egoístas y aisladas a las sociedades actuales, ocasionando una verdadera crisis de valores por el puro interés propio en una especie de lucha de supervivencia del “yo” contra el sistema.
Sin embargo, es interesante que la mayoría de estas mujeres alegan que es rebelarse a las tradiciones de sus madres y abuelas (generaciones en las que, es cierto, la soltería en ciertas edades a veces es vista como lo peor que le puede pasar a una mujer); no obstante, igual deciden cumplir con los ritos de un casamiento antiguo: ceremonia, anillo, torta, votos y demás.
¿No podrían celebrar el término de una relación tóxica con una fiesta normal y corriente? ¿Por qué jugar con el sacramento del matrimonio? ¿Es realmente un espectáculo público muestra de tu compromiso contigo misma? ¿Cuál es la verdadera razón de fondo? ¿Dónde irá a parar el sentido de familia? ¿Qué hombre se verá interesado en una mujer que sólo piensa en ella misma? ¿Porque un hombre te trató mal o tienes “cierta edad” (nada más tradicionalista que eso, valga acotar) te vas a resignar a encontrar el amor? ¿Qué pasaría si los hombres empezaran a hacer lo mismo? ¿Tú, como mujer, te interesarías en un hombre que no estaría dispuesto a hacer ningún sacrificio por el bienestar común de la familia? ¿Dónde queda el aprendizaje de pareja?
Sin duda, en un mundo donde las estadísticas de divorcio van en aumento y las separaciones parecen ser más dramáticas, casarse con uno mismo podría parecer una apuesta segura… quizá demasiado.
Ya hay compañías que ofrecen paquetes para mujeres que quieran casarse consigo mismas alegando que “ser soltero es la nueva normalidad”, cosa que además resulta inconsistente, porque técnicamente estás haciendo un “matrimonio” para casarte con alguien, aunque ese alguien seas tú misma.
Se está dejando de ver el cuadro completo y podría convertirse en otra práctica u otro granito de arena que fomente el aislamiento, el narcisismo y la ruptura del verdadero sentido de familia.