No es sano dejar de hablar de las personas que se han ido, ni tampoco ver la muerte como un “castigo”Uno de los aspectos más difíciles de explicar cuando hablamos a los hijos de la muerte es el tema de los sentimientos que ésta nos produce. La mayoría de las veces ni siquiera nosotros podemos aceptar los sentimientos de tristeza, rabia o frustración ante la muerte de un ser querido, y esto hace difícil que podamos guiar a nuestros hijos a través de esta experiencia.
Es muy importante ayudarles a reconocer estos sentimientos y enseñarles a validarlos: no tiene nada malo llorar o estar triste.
Hay que tener mucho cuidado con las frases que podemos decir que los llevan a reprimir esos sentimientos: “no tienes que llorar”, o “no tenemos que estar tristes porque al abuelo no le gustaría vernos así”. Es esencial que ellos puedan sentir libremente y que puedan encontrar en sus padres apoyo y reconocimiento a esas emociones que están sintiendo.
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Vivir estas emociones no significa que debemos quedarnos estancados: es recomendable también reconocer todas las emociones buenas que vivimos con esas personas. Los recuerdos son esenciales para poder transformar los sentimientos de tristeza y rabia en amor y agradecimiento.
No es sano dejar de hablar de las personas que se han ido, más bien, es indispensable que nuestros hijos sepan que pueden hablar de ellos, de los recuerdos felices y de todos los momentos que vivieron juntos. Esto también les ayudará a reconocer que todos en un momento dado seremos recordados por nuestros seres queridos.
Otro tema que debemos evitar es que nuestros hijos vean la muerte como un castigo. A veces, sin querer, hablamos de la muerte como algo que solo le pasa a ciertas personas como consecuencia de malos comportamientos. Tal vez ellos perciban esa muerte como castigo de Dios. Cuidado con esos comentarios porque confunde a los niños sobre todo cuando alguien cercano y querido por ellos muere.
Nuestros hijos deben saber que la muerte es algo que nos llega a todos, algunos más temprano que a otros, y que no tiene nada que ver con nuestra conducta o con si somos malas o buenas personas.
También debemos alejar los miedos de nuestros hijos y tratar de que vivan el hoy y el ahora sin preocuparse tanto por el momento de la muerte.
Muchos niños cuando viven la muerte de una persona cercana pueden quedar marcados pensando en cuándo será su turno, o el turno de sus padres o familiares más cercanos. En estos casos debemos tranquilizarlos reafirmando que nadie sabe el momento de su muerte, que lo normal es que las personas vivan muchos años y que debemos aprovechar y querer mucho a las personas que tenemos a nuestro alrededor mientras estén cerca de nosotros.
Por último, es importante también aprovechar la ocasión para hablar sobre la trascendencia, de vida después de la muerte, de la esperanza de encontrarnos con nuestros seres querido en cielo y de la vida eterna en la que nos encontraremos con Dios y en la que seremos realmente felices.
Indudablemente son temas muy difíciles de tocar con nuestros hijos, pero mientras seamos sinceros, comprensivos y reconozcamos sus emociones, ellos sabrán acudir a nosotros pues confían en lo que les decimos y sabrán que cuentan con nuestro apoyo incondicional.