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La naturaleza debería ser el patio de juegos de los niños

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Marta Brzezińska-Waleszczyk - publicado el 25/10/17
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Cuando estaba embarazada, me molestaban las vistas que tenía por mi ventana. Era algo a lo que nunca le había prestado atención antes: niños jugando en el arenero del parque del barrio todo el día.

Lo que me perturbó no era el hecho de que estuvieran jugando, sino sus limitaciones; el arenero no tenía más de 2 metros cuadrados. Me sentía mal por ellos cada vez que los veía vertiendo arena de un lugar a otro una y otra vez. Y luego, por supuesto, estaba el grupo de padres helicóptero sentados en este diminuto parque y vigilando cuidadosamente cada movimiento, asegurándose de que los niños no hacían nada peligroso o siquiera se dedicaban una mirada fuera de lugar.



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Fue entonces cuando decidí que buscaría parques ajardinados y bosques donde llevar a mis hijos. Sentí que mi pequeño estaría más feliz correteando por el bosque, recogiendo palos y bichos y observando caracoles, por no mencionar las competiciones de lanzar piñas y, por supuesto, los saltos en los charcos.

Recientemente, me encontré con una entrevista que confirmó mi intuición maternal. “Si quieres que tu hijo vaya a Harvard o que sea un gerente bien pagado, déjale jugar en entornos naturales al aire libre en vez de en esos aburridos parques de suelos de goma”, sostenía Richard Louv en una conversación con Lukasz Dlugowski en Large Format, una publicación del periódico polaco Gazeta Wyborcza.

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Déficit de naturaleza

Por supuesto, animar a nuestros hijos a jugar entre los árboles no será suficiente para prepararles para ir a una universidad de prestigio, pero tampoco esta es la cuestión. No se trata de mandar a nuestro hijo a Harvard o a Oxford. De hecho, la cuestión no es en absoluto planificar la vida de nuestro hijo o hija en base a nuestras ambiciones, sino ofrecerle todas las herramientas que le ayuden a madurar y construir su propia vida, una vida feliz, además.

Kasper Jakubowski, arquitecto de jardines y ecologista vinculado al Movimiento Ecologista de San Francisco de Asís (REFA) afirma que “los científicos llevan muchos años hablando de un ‘trastorno por déficit de naturaleza’ en la actual generación de niños que muestran una serie de defectos de desarrollo causados por una falta de contacto con la naturaleza, entre otros factores. Estos niños sufren de sobreestimulación, lo cual implica que están saturados por el exceso de juguetes de plástico, aparatos electrónicos, colores, sonidos y contenidos. Mientras tanto, la naturaleza es la fuente de lo que a veces se llaman ‘fascinaciones suaves’: aspectos del medio ambiente que atraen nuestra atención de una manera calmada, estéticamente agradable y no amenazadora, como las nubes moviéndose por el cielo, el susurro de las hojas, los patrones en la naturaleza, etc. El contacto con la naturaleza regenera y mejora la concentración y permite la actividad física y el juego con objetos reales”, afirma.


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No hay necesidad de evitar todos los riesgos

El problema es que los juegos predecibles en los parques infantiles de alguna forma se han convertido en una de las formas más populares de pasar el tiempo con los niños. “Los espacios públicos en muchos barrios no contribuyen a la interacción con la naturaleza. No dan a los niños una forma de encontrar liberación y, como mucho, ofrecen una serie de estructuras blandas y estandarizadas. Los nuevos proyectos de viviendas, a menudo construidos en detrimento de los espacios verdes, lo más frecuente es que estén vallados para mantener fuera la naturaleza”, declara Jakubowski.

Hay un reconocimiento creciente de las deficiencias de esos entornos de juego totalmente planificados, controlados y artificialmente estructurados.

En Estados Unidos, Gran Bretaña y Alemania los parques infantiles naturales están causando furor. Allí los pequeños encuentran “objetos colocados de forma natural y con formas extrañas: troncos abandonados, tocones, raíces de árbol, cortezas, piñas, ramas, materiales de construcción natural… Es decisión de los niños qué quieren hacer con esos objetos”, explica.

Pero para muchos “la naturaleza se percibe como una fuente de peligros: garrapatas, plantas venenosas, ramas que caen, secuestros… No es por trivializar las preocupaciones de los padres, pero es necesario que haya un equilibrio entre el control parental y la libertad de los niños”, sostiene Jakubowski.

¿Cómo podemos llegar a ese equilibrio? “Los niños tienen una necesidad natural de ensuciarse. Necesitan que sus padres les den algo de espacio para la experimentación y la aventura y para que les ayuden a levantarse cuando se caen, no evitando a cualquier precio que caigan. Si eliminamos los riesgos, los chichones y los moretones en la crianza de nuestros hijos, no deberíamos sorprendernos cuando tengan problemas de independencia más adelante en la vida. Los parques de juego de los barrios, tan a menudo vallados contra los extraños, dicen mucho sobre el sentir de los padres en relación a la seguridad. ¿Qué precio pagaremos por esta ilusión de comodidad y paz?”, pregunta Jakubowski.

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Littlekidmoment – Shutterstock

La naturaleza está más cerca de lo que crees

REFA inició una campaña que promueve los entornos naturales dentro y alrededor de la ciudad de Cracovia, Polonia. ¿Qué actividades sugieren? Nada que no podamos encontrar fácilmente: los paseos familiares por la naturaleza que terminan con un picnic, descubrir junglas en parques urbanos, explorar prados en parques más grandes, prestar atención a las mariposas y los pájaros…

La idea es transmitir a los niños y los adultos una pasión por estar en la naturaleza y experimentarla. “De verdad, no tienes por qué salir de la ciudad. Todo lo que necesitas es encontrar tiempo para la naturaleza en tu horario”, asegura Jakubowski.

Dejar la tablet

Hay una cosa importante que todavía no hemos mencionado. ¿Cómo podemos persuadir a los niños para salir al exterior, especialmente a los mayores, que ya están acostumbrados a pasar tiempo con un móvil o una tablet en la mano, y para quienes los paseos en el bosque son aburridos? Según Jakubowski, la solución ideal sería hacer del contacto con la naturaleza una parte del programa escolar. “Necesitamos un equilibrio entre adquirir conocimiento en la clase y participar en el aprendizaje del medio ambiente de forma interactiva.

En las ciudades europeas occidentales, hay centros de educación con este propósito, orientados a diferentes grupos de edad. A menudo se localizan cerca de importantes lugares naturales. Hay que hacer que la naturaleza sea accesible en las ciudades y necesitamos ideas para una educación medioambiental moderna. Los niños más mayores pueden hacer voluntariados en jardines urbanos, protegiendo entornos naturales intactos y especies amenazadas o creando pequeños lagos. Y como padre puedo decir una cosa: tenemos que ayunar de los dispositivos electrónicos, es decir, necesitamos restringir el acceso a los servicios de mensajería, las tablets y la televisión. Convirtamos el sábado en un día off-line y pasemos el día en el bosque, junto a un río o en un prado”, concluye Jakubowski.

Este artículo se publicó originalmente en la edición polaca de Aleteia y ha sido traducido y/o adaptado aquí para los lectores anglohablantes e hispanohablantes.

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