Dos propuestas de santa Bernardita y santa Teresita del Niño Jesús
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¿Aprender a superar enfermedades y retos de la vida? El otro día, mi amiga Andrea me envío un video. En él se le hace la pregunta de “si pudieras pedir un deseo ahora mismo, ¿qué pedirías?“ a diversas personas, entre ellas personas que están luchando contra el cáncer o personas que tienen familiares que están luchando contra el cáncer.
Usualmente le daría “me gusta” a este vídeo, posiblemente lo compartiría en mi muro y seguiría con mi vida normal. Pero ya ven que Dios tiene planes más grandes para nosotros.
Al día siguiente, recibí un correo cargado emocionalmente donde me compartían la triste noticia de que a un amigo de la familia le habían diagnosticado cáncer de próstata. Jeremy, es un devoto padre de tres bellos niños.
Hace seis meses consiguió un nuevo y más estable trabajo que le ha permitido brindarle una mejor calidad de vida a su familia y la semana pasada, a sus 38 años, le diagnosticaron cáncer de próstata.
Todos seguimos orando por un milagro. Y ahora veo ese video con otros ojos. Me pongo en los zapatos de Jeremy y me imagino que desearía regresar al día del diagnóstico y recibir otras noticias.
La noticia es aún muy reciente y todos estamos aún en el proceso de digerirla. Él se está preparando para una cirugía en unos pocos meses.
Pero me pregunto, si fuese yo, ¿Cómo reaccionara? ¿Qué pediría? No se me ocurre otra cosa que orar y me vienen a la mente santa Bernardita y santa Teresita del Niño Jesús.
La enseñanza en la vida santa Bernardita
Así a grandes rasgos, santa Bernardita era una sencilla niña que desafortunadamente sufría de asma y cuya condición se veía empeorada por el clima terriblemente frío y las pobres e inhóspitas condiciones de la casa en la que vivía.
En sus primeros años santa Bernardita sufrió, además de la enfermedad de cólera que la dejó sumamente debilitada. Su débil condición física y las enfermedades la acompañaron y la atormentaron toda su vida.
Hacia sus últimos años, esta santa sufrió además de tuberculosis. En ella se cumplieron aquellas palabras de Jesús descritas por Juan (Jn 15:1-2):
“Mi Padre, el árbol que más quiere, más lo poda (con sufrimientos y padecimientos) para que produzca más frutos“.
¡Qué honor el de Bernardita! Y ahora pienso ¡Qué honor el de Jeremy! ¡Qué honor el de todas las personas entrevistadas en ese video!
Bernardita cargó con su cruz demostrando alegría y mucha paciencia, pero sobretodo fe. Cuando le llegaban los ataques terribles ella exclamaba:
“Lo que le pido a Nuestro Señor no es que me conceda la salud, sino que me conceda valor y fortaleza para soportar con paciencia mi enfermedad. Para cumplir lo que recomendó la Santísima Virgen, ofrezco mis sufrimientos como penitencia por la conversión de los pecadores”.
¿Crees que tal oración no le agrada a Dios? Yo estoy convencida de que eso es lo que Él espera de todos nosotros.
La enseñanza en la vida santa Teresita
Santa Teresita por su lado, perdió a su madre a los cinco años de edad a causa de un cáncer de pecho y desde entonces vivió con una continua sombra de tristeza sobre ella.
Luego de que su hermana Paulina entrara en el Carmelo de Lisieux, Teresita cayó gravemente enferma: síntomas alarmantes de una regresión infantil, alucinaciones, anorexia.
La medicina no podía hacer nada por ella y no es sino hasta que una imagen de la Virgen María le sonríe que es curada súbitamente.
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Nuevamente la entrada al Carmelo de su hermana María la desestabiliza. Sufre una grave crisis de escrúpulos obsesivos e hipersensibilidad. Ella deseaba morir y ser liberada.
Al regresar de la misa del Gallo en 1886, la gracia tocó su corazón. Es una verdadera conversión que la transformó en una mujer fuerte y decidida a luchar para entrar en el Carmelo.
Ellas tuvo grandes y varios obstáculos pero todos los venció con fe. Encontró su vocación en el amor misericordioso de Dios.
Fortaleza y alegría en medio de las pruebas
Cada vez más atormentada por la inquietud de que los pecadores no conocían el amor misericordioso de Dios, durante la Pascua de 1896, Teresita entró en una noche oscura en la que su fe y su esperanza combatían.
Mientras tanto, la tuberculosis minaba también su salud y la debilitaba. Teresita empleó sus últimas fuerzas en enseñar su camino de infancia espiritual a las cinco novicias que tenía a su cargo y a sus hermanos espirituales, sacerdotes y misioneros en África y China.
Agotada por la hemoptisis, Teresita guardó su sonrisa y su exquisita caridad para animar la moral de sus hermanas, consternadas al verla morir llena de atroces sufrimientos.
Por obediencia continuó, hasta el agotamiento, la redacción de sus recuerdos en los cuales, con una verdad transparente, cantó las misericordias del Señor en su corta vida.
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Abandonarse completamente a Dios
Santa Teresita comprendió que no podía subir sola la escalera de la perfección, pero que Jesús la cogería en sus brazos y la subiría como en un ascensor rápido.
Desde entonces ella no encontró ningún obstáculo, al contrario, fue pequeña y ligera en los brazos de Jesús y alcanzó la santidad por un camino rápido.
El amor misericordioso de Dios le permitió cargar más ligeramente su cruz y se entregó a sí misma como instrumento para la conversión de las almas.
Teresita nos muestra entonces un camino de santidad que se abre para todos, a los pequeños, a los pobres, a los que sufren: aceptar la realidad de las propias debilidades y ofrecernos a Dios tal como uno es para que Él intervenga en nosotros.
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¡Cuánto poder y cuánta fuerza le transmitió el amor misericordioso de Dios a santa Teresita que desde su pequeña celda y desde lo cotidiano de su vida logró irradiar en el mundo las misericordias del corazón de Dios!
Nuestro Padre nos regala milagros a cada momento. Jesús nos ofrece además Su amor y Su misericordia, e incluso a Su mismísima Madre para que nos abramos al Padre.
Nuestros pecados, nuestro orgullo, nuestra ignorancia y nuestra terquedad cierran nuestros corazones y nos privan de la gracia del Padre.
Las pruebas son oportunidades
Al final del día, los sufrimientos, las pruebas, las enfermedades y todos los problemas que vivimos a diario son oportunidades que se nos brindan para regresar a la gracia.
Si bien es cierto hace falta gracia para poder ver la gracia, tenemos una madre en el cielo que no mira nuestros pecados y que quiere para todos sus hijos la salvación.
A través de ella podemos encontrar esa gracia. Podemos incluso encontrar fortaleza para cargar nuestras cruces y convertirnos en instrumentos de Dios.
Jeremy, es sólo uno de muchos casos. Incluso en mi corta vida he visto ya casi una decena de estos casos entre familiares y amigos.
El peligro es endurecer nuestros corazones y esperar hasta que lleguen estos momentos de prueba para buscar nuevamente a Dios.
Todos los Jeremys del mundo merecen nuestras oraciones. Se vale seguir esperando un milagro. Pero creo que tiene más valor descubrir el amor misericordioso de Dios en los momentos de angustia y verlos como una oportunidad.
Es una oportunidad para ser misionero, testimonio, instrumento. Podemos ser el lápiz con el que Dios escriba una historia de salvación, de conversión.
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Una oración a Nuestra Señora de Lourdes
Oremos por nuestros hermanos y por nosotros mismos que estamos atravesando pruebas, sufrimientos y pidamos la intercesión de Nuestra Señora de Lourdes:
“Dóciles a la invitación de tu voz maternal, oh Virgen Inmaculada de Lourdes, acudimos a tus pies en la humilde gruta donde aparecisteis para indicar a los extraviados el camino de la oración y penitencia, dispensando a los que sufren las gracias y prodigios de tu soberana bondad.
Recibid, oh reina compasiva, las alabanzas y súplicas que pueblos y naciones, unidos en la angustia y la amargura, elevan confiados a Ti.
¡Oh blanca visión del paraíso, aparta de los espíritus las tinieblas del error con la luz de la fe! ¡Oh mística rosa, socorre las almas abatidas, con el celeste perfume de la esperanza! ¡Oh fuente inagotable de aguas saludables, reanima los corazones endurecidos, con la ola de la divina caridad!
Haz que nosotros tus hijos, confortados por Ti en las penas, protegidos en los peligros, apoyados en las luchas, amemos y sirvamos a tu dulce Jesús, y merezcamos los goces eternos junto a Ti.
Amén“.
Oración por la Salud de los enfermos:
“¡Oh amabilísima Virgen de Lourdes, Madre de Dios y Madre nuestra! Llenos de aflicción y con lágrimas fluyendo de los ojos, acudimos en las horas amargas de la enfermedad a vuestro maternal corazón, para pediros que derraméis a manos llenas el tesoro de vuestras misericordias sobre nosotros.
Indignos somos por nuestros pecados de que nos escuches: pero acuérdate, te diré unido tu siervo San Bernardo, que jamás se ha oído decir que ninguno de los que han acudido a Ti haya sido abandonado.
¡Madre tierna! ¡Madre bondadosa! ¡Madre dulcísima! Ya que Dios obra a través de tu mano curaciones sin cuento en la Gruta prodigiosa de Lourdes, sanando tantas víctimas del dolor, guarda también una mirada de bendición para nuestro pobre enfermo…
Alcánzale de Tu Divino Hijo Jesucristo la deseada salud, si ha de ser para mayor gloria de Dios.
Pero mucho más, alcánzanos a todos el perdón de nuestros pecados, paciencia y resignación en los sufrimientos y sobre todo un amor grande y eterno a nuestro Dios prisionero por nosotros en los Sagrarios. Amén.
Virgen de Lourdes, ruega por nosotros.
Consuelo de los afligidos, ruega por nosotros.
Salud de los enfermos, ruega por nosotros.
Recemos tres Avemarías
Amén“
Por María Mercedes Vanegas
Artículo originalmente publicado por pildorasdefe.net