Ejercicio espiritual de moda, la meditación de plena consciencia causa furor hoy en día. Anclada en la fe cristiana, la oración de meditación llega incluso más lejos. Testimonio.
Comencé con la oración contemplativa para recuperarme de una depresión posparto. Entonces me di cuenta de que no necesitaba una disciplina que me distrajera del sufrimiento del mundo. Necesitaba acercarme a él.
Después del nacimiento de mi tercer hijo, sufrí una depresión posparto. Esta forma de ansiedad afecta a muchas mujeres después del parto.
Sentía tal angustia psicológica que tuve que ir a consultar a un médico. También me replanteé mis hábitos espirituales.
Fue entonces que mis amigos y médicos me aconsejaron practicar la meditación de plena consciencia.
Según un artículo publicado en The Huffington Post, “la consciencia plena es el elemento clave de la experiencia espiritual para muchas religiones”.
Esta forma de meditación es muy popular en este momento, y no es de extrañar: hoy estamos abrumados por tanta información.
Las redes sociales y los canales de información nos mantienen informados constantemente sobre todo el dolor que hay en el mundo, sin parar.
Ni siquiera tenemos tiempo para digerir lo que estamos viendo. Estamos tan absortos por las imágenes que desfilan por nuestras pantallas que nos olvidamos de nosotros mismos. Y no nos estamos implicando tanto como antes en nuestras comunidades locales.
Cuando empecé a practicar la meditación de consciencia plena, me sentaba en una silla con los ojos cerrados y dejaba que mis pensamientos se perdieran.
Estaba buscando paz y tranquilidad. Pero me di cuenta de que no era suficiente para mí. Quería una práctica espiritual que estuviera arraigada en mi fe cristiana. E
ntonces empecé a leer autores católicos como Henri Nouwen, Richard Rohr, Thomas Merton y otros santos fervientes practicantes de la oración contemplativa. Pero tenía miedo de no poder introducir la oración contemplativa en mi vida diaria de joven mamá.
¿Qué es la oración contemplativa?
Es difícil de explicar sucintamente qué es la oración contemplativa… Hay muchas obras dedicadas a este tema, pero el monje cisterciense Thomas Merton, que vivió entre 1915 y 1968, sugiere en su libro La oración contemplativa, que esta forma de oración no pide nada a Dios ni tampoco le busca siquiera.
Según afirma, la oración contemplativa es un medio de “reposar en Dios, que nos ama, que está cerca de nosotros y que viene a nosotros para atraernos a Él”.
La “oración centrada” es una oración particular que entra dentro de la gama de oraciones contemplativas. Se asemeja a la oración contemplativa, pero quienes la practican no buscan despegarse de Dios, sino todo lo contrario, estar en su presencia y permitirle actuar en ellos.
Al principio, tenía un poco de miedo a la oración contemplativa.
Aquellos de nosotros que estamos acostumbrados a orar, a menudo nos atrapamos en el hábito de pensar en Dios como en un amuleto de buena suerte, alguien que nos concederá nuestros deseos y nos hará felices si hacemos todo lo que debemos hacer.
Con la oración contemplativa, tuve que esforzarme por no pedir nada a Dios y seguir el consejo de Merton: elegir una palabra sagrada y repetirla una y otra vez, y aceptar la presencia de Dios sin pedirle nada.
Es muy difícil y se necesita mucha práctica para crear un hábito diario (a veces con 10-20 minutos es suficiente).
Pero cuando esta práctica está en nosotros, podemos realizarla en cualquier momento: lavando los platos, hablando con alguien (¡sobre todo si esa persona nos incordia!) y también cuando tenemos que afrontar un trauma o un dolor profundo.
Proceder con cautela
No obstante, es necesario practicar la oración centrada con prudencia.
A algunos críticos les preocupa que tenga demasiada influencia de las religiones orientales, pero no es de eso de lo que quiero hablar. Después de todo, la historia del cristianismo también está repleta de prácticas espirituales.
Los santos católicos, los padres del desierto y místicos incluso más ancianos que san Francisco, son conocidos por haber practicado intensamente la oración contemplativa, además de por una intensa y extrema dedicación a las prácticas espirituales de oración, meditación y ayuno.
Hago esta advertencia por otra razón más: la oración contemplativa no es para personas frágiles.
En su libro Fransican Prayer, Ilia Delio, hermana franciscana, cuenta que santa Clara y san Francisco consideraban la oración contemplativa como un medio “de ver a Dios con los ojos del Espíritu”, con el fin de ir hacia una “visión de la humildad de Dios (…), el humilde movimiento de Dios hacia la humanidad”.
Para Clara, la contemplación de Dios y, en particular, de Jesús en la cruz, implica una profunda toma de conciencia de la presencia de Dios en la humanidad y, por tanto, tener plena conciencia del sufrimiento propio.
Salir de la zona de confort
Cuando empecé a practicar esta oración, me di cuenta de que no necesitaba una disciplina que me distrajera del sufrimiento del mundo. Al contrario, necesitaba algo que me permitiera estar lo más cerca posible de este sufrimiento.
En otras palabras, me di cuenta de que la oración contemplativa no solo hace posible encontrar la paz, sino también estar en el corazón del dolor del mundo, como Dios cuando se hizo humano. La oración contemplativa supone salir de nuestra zona de confort para que Dios pueda mostrarnos la verdadera realidad.
Antes de comenzar su ministerio, san Francisco pasó varios días en una caverna en las montañas cerca de Asís. Dedicó aquellos días a lúgubres y penitenciales oraciones de confesión.
Francisco permitió quedar despojado totalmente por Dios. En esta cueva, descubrió otra realidad más cierta: Dios entra en la humanidad, sufre con nosotros y nos llama a amarnos unos a otros.
La contemplación me ha permitido descubrir el camino de Dios, que es humilde y lleno de amor.
Hay muchas otras prácticas contemplativas. Para tener una espiritualidad desarrollada, es importante practicar diferentes tipos de oraciones y disciplinas espirituales.
A veces necesitamos el consuelo y la tranquilidad de una práctica de oración más clásica. Pero ese no era el propósito de los santos y místicos. Y ese no es el propósito de la oración contemplativa.
Esta forma de oración me ha aportado una paz de otra naturaleza, una que descansa en la inquietud del verdadero amor de Dios.