Cómo hacer que tus conversaciones sean un poco más estilo Jane Austen y menos Kardashian
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¿Recuerdas haber visto Orgullo y prejuicio (la versión de la BBC, obviamente) y quedar embelesado por las elocuentes conversaciones de los personajes? Incluso sus observaciones más ligeras y banales son poéticas y hacen que las más corteses de nuestras conversaciones modernas suenen burdas.
La conversación solía ser un arte. Las personas aprendían de sus padres, maestros, institutrices, etc., a conversar educadamente, con ingenio y elegancia. En un mundo en el que un emoji vale más que mil palabras y expresiones como ‘LOL’ se hablan en voz alta y no necesariamente redactadas con premura en los móviles, es seguro decir que nuestra capacidad para la comunicación ha menguado enormemente.
Pero que no cunda el pánico. Aquí dispones de unas cuantas prácticas que puedes incorporar a tu charla diaria para que el estilo de tus conversaciones sea más como el de Austenland y menos como el del show de Las Kardashian.
Decir algo, lo que sea
Bueno, tal vez no cualquier cosa, pero se acerca mucho a lo que debes intentar. Quizás suene a obvio, pero el primer paso para convertirte en un conversador cautivador es empezar a hablar. Estos días, la mayoría de nosotros probablemente busca absorberse por los teléfonos móviles ante la primera señal de un momento aburrido.
No seas así. Mira a tu alrededor y haz un comentario relevante. No digas simplemente: “Mira, está lloviendo”. Te has lucido. Mejor di algo que incite una respuesta, como: “Madre mía, seguro que habrá largas colas hoy porque todo el mundo se está aprovisionando para ver la final. ¿Eres hincha de algún equipo?”.
Probablemente, la persona con la que converses tendrá una opinión al respecto o, al menos, una razón interesante para que no le importe el partido. Si empiezas una conversación con una pregunta o una observación que es digna de una respuesta más detallada, de repente du charla se llena de contenido y puedes…
Intentar aprender algo
Haz preguntas a tu interlocutor. La cháchara no tiene por qué ser una forma desdeñable de rellenar el tiempo. Si, por ejemplo, en el escenario que describí antes, la persona respondiera que prefiere el fútbol americano y que es fan de los Steelers porque fue a la universidad en Pittsburgh, podrías decir algo como: “¿Te gustó vivir en Pittsburgh? Nunca he estado allí. ¿Cómo es?”.
A las personas les gusta compartir su conocimiento y hablar sobre sus pasiones, así que hacerles preguntas les hace sentirse valoradas como una especie de experto de confianza. Pero tampoco hagas un interrogatorio ni olvides añadir tus propias observaciones. No se trata de una entrevista cara a cara.
“Las personas que hacen más preguntas, en particular preguntas que siguen el hilo de la conversación, son consideradas más agradables”, informaba The Huffington Post en junio haciéndose eco de un estudio de Harvard. “El objetivo en las conversaciones superficiales, según [el estudio], es conseguir un equilibrio entre preguntar y responder, sin ser demasiado interrogativo”.
Evitar la confrontación
Mantén un tono ligero. La mejor opción, bien es sabido, si no conoces muy bien a alguien, es evitar temas controvertidos como política y religión. Por supuesto, no tienes por qué estar de acuerdo con todo lo que diga tu interlocutor o interlocutora, y puede ser divertido desafiar a la otra persona a que explique sus puntos de vista en profundidad, pero si notas que la conversación empieza a ponerse contenciosa, da un volantazo hacia un terreno más neutral. Ya podréis luchar más adelante, cuando seáis amigos íntimos o estéis casados.
Prestar atención
Buena parte de la capacidad de hacer preguntas estimulantes y ofrecer comentarios detallados deriva de la atención a la hora de escuchar y asimilar lo que dice la otra persona. También es cuestión de cortesía. Sé agradable. Establece contacto visual. Permanece centrado. No mires tu móvil o las distracciones que pasan por la ventana. Ríete con sus chistes, o al menos ofrece una sonrisa si son malos.
Buscar conexiones
Una buena manera de mantener viva una conversación es encontrar una conexión con la otra persona y explorarla. Tener algo en común con alguien es algo tremendamente útil y esencial para establecer un vínculo, además de que os ofrece combustible para una conversación divertida y amistosa.
Si estás subiendo al ascensor con una compañera de trabajo y notas que se ha puesto ropa deportiva, pregúntale a qué gimnasio va, por qué lugares corre, qué música prefiere escuchar mientras levanta pesas… Una vez establezcas una conexión, es más probable que la charla evolucione, que encuentres más conexiones y la conversación surgirá de forma natural.
El odioso señor Collins —para cerrar el círculo con Orgullo y prejuicio— admite con orgullo que prepara en su cabeza elaborados cumplidos para las damas. Aunque no creo que sea necesario ensayar contigo mismo potenciales conversaciones (mucho menos confesar que lo haces), sin duda no hace ningún daño tener en la reserva unos cuantos inicios de conversación para romper el hielo.