Angelus del Papa sobre la mansedumbre y la humildad
Para ayudar a Aleteia a continuar su misión, haga una donación. De este modo, el futuro de Aleteia será también el suyo.
Como Jesús, que es manso y humilde de corazón, así debemos ser sus discípulos. Lo dijo el Papa Francisco al reflexionar en el XXXI domingo del tiempo ordinario sobre el Evangelio del día, ambientado en los últimos días de la vida del Señor en Jerusalén.
En sus últimos días el Maestro denuncia abiertamente algunos comportamientos negativos de los escribas y los fariseos, «Les gusta ocupar los primeros puestos en las comidas y los primeros asientos en las sinagogas; que los salude la gente por la calle y los llamen maestros » (vv.6-7), dice. De este pasaje evangélico partió el Santo Padre para hacer el punto en algunos defectos frecuentes de las personas que detentan una autoridad, como aquel de exigir de los demás cosas, que pueden ser inclusive justas, pero que ellos no practican en primera persona.
Así el Obispo de Roma recordó que los discípulos de Jesús no debemos buscar títulos de honor, de autoridad o supremacía, sino que entre nosotros debe haber una actitud de hermanos. Y añadió asimismo que “si hemos recibido cualidades de nuestro Padre Celestial, debemos ponerlas al servicio de los hermanos, -y no aprovecharlas para nuestra satisfacción personal”.
El mal ejercicio de la autoridad – dijo también el Papa – no permite que la gente crezca y crea un clima de desconfianza y hostilidad, mientras que en cambio, la autoridad debería tomar precisamente su fuerza del buen ejemplo, que sirva para ayudar a los demás a practicar lo que es justo y debido, y sostener en las pruebas a quienes se encuentran en el camino del bien.
A continuación, la alocución del Papa Francisco antes de la oración mariana del Ángelus:
Queridos hermanos y hermanas: ¡buenos días!
El Evangelio de hoy (Mt 23: 1-12) está ambientado en los últimos días de la vida de Jesús en Jerusalén; días cargados de expectativas y tensiones. Por un lado, Jesús dirige severas críticas a los escribas y los fariseos, y por el otro, realiza importantes entregas a los cristianos de todos los tiempos, por lo tanto también a nosotros.
Él le dice a la multitud: «En la cátedra de Moisés, se han sentado los escribas y los fariseos» Ustedes hagan y cumplan lo que ellos digan». Esto para hacer entender que ellos tienen la autoridad para enseñar lo que es conforme a la ley de Dios. Sin embargo, inmediatamente después, Jesús añade: «pero no los imiten; porque dicen y no hacen. (V 2- 3). Un defecto frecuente en quienes tienen una autoridad, es exigir de los demás cosas, inclusive justas, pero que ellos no practican en primera persona. Jesús dice: «Atan fardos pesados, difíciles de llevar, y se los cargan en la espalda a la gente, mientras ellos se niegan a moverlos con el dedo» (v. 4). Esta actitud es un mal ejercicio de la autoridad, que en cambio debería tomar su principal fuerza precisamente del buen ejemplo, para ayudar a otros a practicar lo que es justo y debido, sosteniéndolos en las pruebas que se encuentran en el camino del bien. La autoridad es una ayuda, pero si se ejerce mal, se vuelve opresiva, no permite que la gente crezca y crea un clima de desconfianza y hostilidad.
Jesús denuncia abiertamente algunos comportamientos negativos de los escribas y fariseos: «Les gusta ocupar los primeros puestos en las comidas y los primeros asientos en las sinagogas; que los salude la gente por la calle y los llamen maestros » (vv.6-7). Esta es una tentación que corresponde a la soberbia humana y que no siempre es fácil de vencer.
Luego, Jesús realiza las entregas a sus discípulos: «Ustedes no se hagan llamar maestros, porque uno solo es su maestro, mientras que todos ustedes son hermanos […] Ni se llamen jefes, porque solo tienen un jefe que es el Mesías. El mayor de ustedes que se haga servidor de los demás» (vv. 8-11).
Nosotros, los discípulos de Jesús no debemos buscar títulos de honor, de autoridad o supremacía, porque debe haber una actitud fraternal entre nosotros. Todos somos hermanos y no debemos dominar a los demás de ninguna manera. Si hemos recibido cualidades de nuestro Padre Celestial, debemos ponerlas al servicio de los hermanos, y no aprovecharlas para nuestra satisfacción personal. No debemos considerarnos superiores a los demás; la modestia es esencial para una existencia que quiere estar conforme a las enseñanzas de Jesús, que es manso y humilde de corazón.
La Virgen María, «humilde y alta más que otras criatura» (Dante, Paradiso, XXXIII, 2), nos ayude con su intercesión maternal, a rehuir del orgullo y la vanidad, y a ser dóciles al amor que viene de Dios, para el servicio de nuestros hermanos y para su alegría, que también será la nuestra.
Tras rezar la oración mariana del Ángelus el Santo Padre saludó a los fieles y peregrinos presentes en la Plaza de San Pedro, a quienes dirigió unas palabras en memoria de la nueva beata de la Iglesia.
“Ayer, en Indore, India, fue proclamada Beata Regina Mary Vattalil, religiosa de la Congregación de las Hermanas Franciscanas Clarisas, asesinada por su fe cristiana en 1995”, dijo el Santo Padre. “La hermana Vattalil dio testimonio de Cristo en el amor y la mansedumbre, y se une a la larga fila de mártires de nuestro tiempo. Su sacrificio es una semilla de fe y paz, especialmente en tierra india”.
Asimismo el Pontífice saludó a varios grupos de peregrinos, en particular los provenientes de Gomel, Bielorussia, los miembros del “Centro Académico Romano Fundación” de Madrid, los fieles de Valencia, Murcia y Torrente en España, así como a las religiosas Hermanas de la Divina Providencia que celebran los 175 años de la fundación de su Instituto.
“Saludo al coro juvenil italiano Los polifónicos de Trento, la coral de las ciudades italianas de Candiana, Maser y Bagnoli di Sopra; y a los participantes del Festival de música y arte sacra, llegados de varios países, los fieles de Altamura, de Guidonia y de la parroquia de San Lucas en Roma”, concluyó el Pontífice deseando a todos un buen domingo y recordando su petición de rezar por él: “¡Buen almuerzo y hasta pronto!”.