Criterios para ofrecer música comercial a nuestros hijos
¿Buscan en la industria musical un ejemplo para sus hijos que no sea una joven artista con escasa ropa?, ¿les preocupa la hipersexualización de las cantantes que escuchan sin cesar nuestros jóvenes?, ¿se han dado cuenta de las letras obscenas de muchas de las canciones que tararean nuestros adolescentes?
Si la respuesta a las dos primeras preguntas es “sí” y a la tercera es “no”, quizá este artículo les interese. Y es que el mundo del show business está lleno de muchas jóvenes y mujeres con un indudable talento al que, sin embargo, añaden un toque sexual totalmente innecesario. Muchas siguen a lo largo de su carrera un patrón más que escrito. Comienzan como cándidas “niñas Disney” protagonizando series para niños. Continúan con una adolescencia “salvaje” en la que “descubren” a “la mujer” que llevan dentro.
Su primera juventud está llena de escándalos relacionados con las drogas, el sexo, los trastornos alimentarios o con insanas relaciones de pareja. Ahí tenemos los casos de Britney Spears o de Demi Lovato.
Es entonces cuando, después de un tiempo de silencio, vuelven con discos “maduros” y “adultos” e incluso algunas parecen interesarse por la religión. En el caso de los cantantes masculinos ídolos de nuestros jóvenes se pueden distinguir también algunas pautas. También ellos pasan de cándidos niños prodigio a convertirse en “los chicos malos” de la música a la misma velocidad que su cuerpo se jalona de tatuajes, véase casos pasados y presentes como los de Nick Carter o Justin Bieber.
Es difícil saber qué porcentaje de todo ese recorrido lo marca la propia industria o productores musicales con pocos escrúpulos, (sobre todo después de conocer casos como el de Harvey Weinstein) y cuál es el que diseñan estos jóvenes artistas. En cualquier caso, sus letras, sus vídeos y su comportamiento transmiten una actitud de “todo vale”, -el famoso “yolo” (you only live once)-, de “acuéstate con quien te apetezca” a la que acompañan de contoneos sensuales o provocadoras poses.
Hace unos años fue bastante controvertido el sencillo de Britney Spears “If U seek Amy”, que fonéticamente es similar al deletreo de las palabras “fuck me”, -f.u.c.k.m. e-. Niños y adolescentes la cantaban chapurreando, en realidad, este último verbo y no “si ves a Amy”, que es la traducción real del título.
Volviendo a nuestros días, el fenómeno musical actualmente en Estados Unidos se llama Cardi B. Se trata de una rapera ex stripper que ha irrumpido en la escena mainstream siendo ya “una chica mala”, cuyas letras giran en torno al dinero, el sexo y la fama. Es la segunda rapera que ha alcanzado el número 1 en toda la historia y ha desbancado de las listas al omnipresente “Despacito” y a la todopoderosa Taylor Swift. “Bodak Yellow” es el nombre de la canción que canta esta neoyorkina de origen dominicano en la que suelta lindezas como “soy una jefa, tú una perra trabajadora” o “ahora yo hago que se mueva la pasta”. Muchas otras frases son de alto contenido obsceno. Pero eso es lo que ahora se llama “descaro”, “frescura” o “actitud”.
Apartado aparte merecería el reggaetón. El ya citado “Despacito”, -bailado y cantado hasta la saciedad-, incluye lindezas de este tipo: “Déjame sobrepasar tus zonas de peligro/Hasta provocar tus gritos/Y que olvides tu apellido”.
¿Y qué alternativa nos queda a los padres? Por suerte, el universo está lleno de estrellas, en sentido literal y figurado. Siempre he sostenido que una de las más grandes de nuestros días, -la que podríamos calificar como la nueva Barbara Streisand-, se llama Adele. Con tres álbumes, “19”, “21” y “25”, ha demostrado que la música va precisamente de eso, de música.
Es la misma chica de Tottenham que hizo una demo para MySpace y así se dio a conocer. No ha perdido autenticidad y eso que se encuentra entre “la realeza” del star system. No muestra ni una pizca de carne ni se contonea espasmódicamente para ofrecer un show inolvidable.
Es modesta, humilde y simpática en sus conciertos hasta el punto de que, en muchas ocasiones, si en medio de un espectáculo no entona correctamente, para la canción y comienza de nuevo. No saca discos cada año, con temas de dudosa calidad, con el único fin de seguir figurando. Bebe de fuentes como Etta James o Ella Fitzgerald y su chorro de voz es incomparable.
Está felizmente casada y tiene un hijo, Angelo, a quien dedica una canción en “25”, “Sweetest devotion”. Además, es la cantante perfecta para compartir “devoción” tanto para madres como para hijos. Se la recomiendo. Es una buena inversión para toda la familia.