La generación Y, la de los millennials, ha crecido con los avances tecnológicos. Están preparados pero su aportación está poco reconocida. Aquí van sus luces y sombras.
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¿Cómo son los millennials? ¿Qué los define? ¿Cómo convivir, trabajar o conversar con un millennial? Saber qué tiene en su mapa interior ayuda a valorar a esta generación que muy pronto ha accedido a las cotas del poder político y al mismo tiempo se debate entre la precariedad laboral, el idealismo social y la perplejidad sobre su entorno familiar.
Aquí unas pistas que dan conocimiento sobre esta generación.
- Nacieron entre 1980 y 2000. Atrás quedan los de la generación del baby boom de los años 60 y la Generación X (1969-1979). A los millennials también se les llama Generación Y. Ojo, no son plato de segunda respecto a la Generación X, nada que ver. Pero como el tiempo vuela, ya se han hecho mayores y ha aparecido -y empujando- la Generación Z, llamados también centennials: son los que han nacido en el siglo XXI. Así que saben que uno no se puede dormir en los laureles.
- Crecieron en paralelo a las nuevas tecnologías. En 1984 se comercializa el primer celular, que pesa 1 kilogramo. En 1993 aparece la primera web de dominio público. Ellos son testimonio del paso del móvil al smartphone, de la aparición de las tablets y de la smart tv. Han visto morir el fax y aparecer el mail. Han visto morir la máquina de escribir y el typ-ex. Les gustan los “wearables” y todo lo smart.
- Hiperpreparados académicamente. Son graduados, tienen (varios) másters. Han formado parte de programas de intercambio universitarios como Erasmus. Su currículum grita “es injusto” cada vez que abren LinkedIn para buscar trabajo porque sus expectativas laborales no encuentran eco si no es a 1.500 kilómetros de casa como poco.
- Son solidarios e inconformistas. Se muestran críticos frente al “statu quo” y creen que las cosas se pueden cambiar. No esperan a que otros lo hagan sino que quieren ser protagonistas del cambio. No dudan en involucrarse en cuestiones sociales aunque esto exija de ellos dedicación de días y de esfuerzo. Les interesa especialmente la solidaridad vinculada a su formación académica: arquitectos, abogados, médicos e ingenieros que se encuentran como pez en el agua trabajando en el tercer sector aunque el salario sea inferior a lo que podrían pretender. Han conseguido que el sector se profesionalice después de unos años de desencanto de los voluntarios.
- Son grandes consumidores de ocio. Primero fue por televisión, después por smart tv o tablet y ahora es por el móvil. Ven cine a través de este canal y también series completas. Eso implica, entre otras cosas, que no acuden al salón de casa con su familia, porque disponen del celular para pasarse horas y horas sin pestañear.
- El móvil es su referencia de actividad. Para un millennial el banco está en el móvil, el quiosco está en el móvil, el centro comercial está en el móvil y el cine está en el móvil. Por eso están desapareciendo físicamente el banco, el quiosco, el centro comercial y el cine. En el móvil también consultan las calorías que ingieren y los kilómetros que han de recorrer para el siguiente triatlón. Las app son como cajoncitos de su mesa de trabajo, de su cocina y de su armario del baño.
- Viven una sociabilidad diferente. Sus amigos pueden estar en cualquier parte del planeta. Se conectan las 24 horas del día y establecen relaciones de amistad y amor a través de las redes sociales como vehículo habitual. La multitarea también se aplica a la “multiatención“: están con los amigos de la adolescencia y a la vez con los que se encuentran en otro país. El chat es la nueva mesa camilla donde cabe incluso la intimidad.
- La ecología viene de fábrica. No es algo impostado o políticamente correcto. Preguntan el origen de lo que comen y de lo que visten. Quieren reducir la pisada ecológica. Al diccioknario de la alimentación han incorporado las palabras “vegano”, “granja” y “casero”. No buscan coche o moto nueva para la ciudad: la bicicleta es el medio de transporte del millennial por definición. Prefieren el turismo rural o la web airbnb al confort preestablecido en hoteles de cadena.
- Son autogestionarios. Desarrollan habilidades para organizarse la vida por sí solos. Les sobran mediadores: en política no creen en los partidos ni en el sector laboral en los sindicatos. Las webs y las apps donde uno mismo puede llegar a obtener el servicio sin ayuda humana son su hábitat: desde un piso de alquiler hasta la devolución de un producto. Desde su móvil están contentos de conseguir las cosas por sí mismos. Les emocionan los retos y los desafíos, grandes o pequeños.
- Algunos han conseguido hacerse hackers desde la habitación de su casa. Han sido los primeros usuarios que han oído hablar del deep internet, las profundidades de la red donde puede encontrarse comercio ilegal, espionaje… De lo que muchas veces comienza como ocio, se llega a veces a la profesionalización: por ejemplo, chicos que comenzaron como hackers han sido fichados por multinacionales y empresas de seguridad informática. Otros han descubierto que lo suyo son los efectos especiales o el diseño en 3D.
- Tienden a la exacerbación del yo. Están acostumbrados a jugar solos y a interactuar con la máquina. De media, un millennial está 3 horas al día delante de la pantalla. En los casos de frikismo, no es raro que estén 6 horas. Más aisladamente, se detecta que empieza a haber casos de síndrome de hikikomori, “estar aislado” en japonés: chicos que se encierran en su habitación y rompen con la familia y los amigos hasta el punto de que se les pasa la comida sin que haya contacto con el exterior.
- Muestran una alta capacidad para los cambios, lo que les hace buenos candidatos en las entrevistas de trabajo. No les asusta cambiar de país y se acomodan a la perfección a un nuevo equipo de trabajo.
- Les cuestan las relaciones sociales e interpersonales. Sucede que el ordenador o el móvil nunca te lleva la contraria. El millennial tiene una vida social muy apoyada en otorgar su parecer sin que le contradigan demasiado. Él decide en función del “me gusta”. Califica las imágenes, comenta con aparente desdén. Comparte productos y servicios, deja opiniones en la red y es capaz de llevar largas conversaciones por chat (en el whatsapp, por ejemplo). Sin embargo, le cuesta gestionar sus emociones en público, exteriorizar sus sentimientos ante la persona que le gusta. Puede llegar a mostrarse como un déspota o a entristecerse por ver que es torpe.
- Internet es su vida y la pantalla la extensión de su cuerpo. Las 24 horas del día van con el móvil y no conciben salir de casa sin él. Quedarse sin batería puede ser un drama. Hay una falsa idea de “transparencia” entendida como ansia por mostrar públicamente todos los aspectos de su vida. Esto les coloca a veces en una sobreexposición en redes de la que es difícil dar marcha atrás.
- Son hijos de la (dolorosa) generación del “baby boom”. Han vivido de cerca la experiencia del divorcio, por lo que tienen miedo a adoptar compromisos en el amor. La familia no les parece un nido ni un remanso de tranquilidad. aunque parezca una paradoja, en las encuestas apuntan a la familia como valor primordial a preservar. Quieren lo que no han podido tener. Les cuesta creer que son capaces del “para siempre”. Por contraste, al no tener familia van en busca de muletas: “mi equipo de comerciales en el trabajo es mi familia”, “amigos, sois mi familia”, dicen. Buscan asideros como convertir el álbum de fotos del móvil en álbum histórico-familiar.
- Son escépticos. Han visto que sus padres están endeudados por la hipoteca y que de nada les sirvió trabajar duro tantos años. Tampoco creen en la prosperidad porque han palpado la crisis de 2007. Son muy cuidadosos a la hora de gastar su dinero pero no creen en el ahorro. Prefieren gastar el dinero que ingresan y disfrutarlo no vaya a ser que ocurra algo que lo arrebate.
- Aman el deporte. Le dedican buena parte de su tiempo y de su bolsillo. Han hecho que la moda desarrolle un nuevo brazo motor con el prêt-à-porter deportivo. Las zapatillas ya no son solo para ir a correr. La salud y el buen aspecto físico son un objetivo imprescindible en sus prioridades
- No había experiencia del sacrificio en sus vidas. Lo han tenido todo desde que nacieron. Solo con la crisis económica comenzaron a ver que no todo era de color de rosa. Al no haber sido educados en las dificultades, suele ser habitual que sean exigentes con los demás y poco resilientes al fracaso. Con la llegada de la crisis, se han visto en un auténtico naufragio.
- Haber crecido en la abundancia los hizo más idealistas. A la hora de buscar trabajo, han privilegiado las ideas por encima del sueldo. A la hora de escoger un empleo, quieren que les quede tiempo para el gimnasio, las aficiones y los viajes. No piensan jubilarse en la empresa, cuando firman el contrato ya están pensando en cuál será la siguiente. No conciben “entregarse” en el trabajo. Priman la calidad de vida.
- Ciudadanos del mundo. No les importa vivir aquí o allá. Se adaptan con tremenda facilidad.
- Llevan la sed de viaje en el ADN. No pueden estar un fin de semana sin plan de vuelo ni entienden unas vacaciones en el país de origen. Están abiertos a la multiculturalidad, aunque realmente su conocimiento de otras culturas es escaso porque su concepción del viaje no es de transformación interior sino más bien superficial. De viernes a lunes puedo haber viajado a Praga en una línea “low cost”, pero de ahí a decir que conozco la cultura checa…
- Han escarmentado en cabeza ajena. No quieren sufrir por las ataduras de una hipoteca o de una familia desestructurada. Se ven más tranquilos en “fidelidades light”: una ONG en un país difícil, deportes extremos… Por mucho que cuesten, si quiero rescindir el “contrato”, mañana mismo lo hago y nadie me pedirá cuentas.
- Retrasan la vida adulta. En 2007 comenzó la crisis y ellos ya han encontrado dificultades en la inserción laboral. Muchos se ven obligados a seguir viviendo con los padres.
- Tienen hipertrofia de sexo en el cerebro. A través de internet y de las redes sociales, les es muy fácil acceder a imágenes y situaciones de sexo. En la escuela se les ha enseñado más que lo que sus padres sabían cuando se casaron y lo tienen fácil para practicar el sexting y consumir pornografía. Pero ocurre que en un breve lapso de tiempo el cerebro reptiliano queda saturado: el sexo les aburre, no les dice nada y creen que les complica la vida. Les da miedo contraer enfermedades de transmisión sexual (ETS). Desvinculan sexo y amor.
- Se les ha “formateado” en un egoísmo tecnológico. Comenzando por el selfie y acabando por el “What When Where I Want” (lo que yo quiera, dónde y cuando quiera, a un solo clic).
- Entre sus filas la mayoría son “indignados”. A su manera son críticos con el poder establecido y están descontentos en el terreno político. No encuentran empleo, no se pueden independizar… La cuesta arriba se presenta difícil y no llegaron con un manual de instrucciones bajo el brazo. Se cuestionan la democracia en su forma actual y buscan vías alternativas de mayor conexión con los intereses reales de los ciudadanos.
Solo en Estados Unidos, en la actualidad hay 75 millones de jóvenes de la generación Y o millennial. Se calcula que en la población mundial serán en torno al 24%. Sin embargo, solo podemos hablar de países avanzados, lo que reduce la cifra a algo menos de la mitad. Sigue siendo un sector de la población potente, que va camino de la madurez y del liderazgo en la sociedad.