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El sueño de los adolescentes

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María Reales - publicado el 23/11/17
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Los adolescentes como los bebés y los adultos también experimentan trastornos del sueño, la sensación de un mal dormir, insomnio o déficit de sueño. 

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A mi hijo adolescente le cuesta dormirse y por la mañana no hay quien lo levante” es una preocupación que manifiestan con mucha frecuencia los padres de chicos y chicas adolescentes.

El sueño juega un papel fundamental en el crecimiento aunque la necesidad de horas de sueño es variable en función de la edad, el estado de salud y emocional de cada persona. Los adolescentes necesitan dormir una media de 8-10 horas diarias pero el tiempo “ideal” es aquel que le permite realizar sus  actividades diarias con normalidad.

Diversos estudios confirman que,  durante la adolescencia, sobre todo a partir de los 14 años,  hay una alta prevalencia de trastornos que afectan la calidad del sueño y provocan problemas  de cansancio, falta de concentración y atención, pérdida de memoria, bajo rendimiento escolar, irritabilidad, somnolencia diurna.  Entre las causas más comunes, se han descrito factores psicológicos –estrés, problemas afectivos-, cambios hormonales y hábitos e higiene del sueño inadecuados.

En este sentido, la mayoría de adolescentes tienden a presentar el Síndrome de la fase retrasada del sueño, una alteración neurológica propia de la edad que les provoca un retraso en el inicio del sueño así como, en la hora de despertarse. Actualmente, el uso y abuso de dispositivos móviles antes de ir a dormir, en la cama y como despertador añade mayor retraso a esta fase e influye en la calidad del sueño ya que  la luz de la pantalla hace que se produzca menos melatonina, una hormona que nos provoca sueño.  Las salidas de fin de semana, el  consumo de tabaco, alcohol y otras drogas son malos hábitos que ayudan a agravar el problema.

Además, existen otros trastornos del sueño que pueden aparecer con cierta frecuencia durante esta etapa y que, en caso de sospecha, debe consultarse con el médico:  el insomnio, el sonambulismo, las pesadillas, el síndrome de piernas inquietas, el bruxismo, entre otros.  

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Mal dormir e insomnio son conceptos diferentes 

El “mal dormir” de los adolescentes, una conducta algo habitual a esta edad, significa  tener una mala calidad o déficit de sueño que, mayormente,  se debe a unos malos hábitos y se puede solucionar si se adoptan unas medidas básicas de higiene del sueño para garantizar un sueño reparador.

  • Establecer una rutina: hora de ir a dormir y hora de levantarse
  • Evitar ver televisión, videojuegos y uso de móviles antes de ir a dormir
  • Proporcionar un ambiente relajante: sin ruido ni luz y temperatura agradable
  • Evitar comidas y bebidas estimulantes como refrescos de cola, chocolate, etc.
  • Evitar siestas largas durante el día

Sin embargo, el insomnio u otros trastornos del sueño se producen cuando existe una sintomatología concreta que nos indica que hay una dificultad real y, a veces inexplicable,  para dormirse, conseguir dormir de manera continuada, despertarse cuando es la hora o tener la sensación de haber dormido bien.

En este caso, hay unas señales de alerta que nos hacen sospechar que no se trata de un  “mal dormir” sino que nuestro hijo puede estar sufriendo un trastorno del sueño más severo.

  • Le cuesta dormirse
  • Se muestra irritable a la hora de levantarse
  • Duerme pocas horas
  • Se duerme en clase
  • Pérdida de memoria, atención o concentración
  • Tiene necesidad de siestas diarias y/o “ataques de sueño”
  • Su horario de sueño es irregular de manera continuada

El insomnio puede resolverse si se diagnostica cual es la causa que lo origina. El tratamiento, ya sea por el “mal dormir” o porque se ha diagnosticado un trastorno específico, consiste en aplicar las pautas de la buena higiene del sueño que se combinan, en caso que sea necesario y bajo prescripción médica, con un tratamiento farmacológico y/o de acompañamiento psicológico.

Dormir no es una pérdida de tiempo. Dormir es reposar el cuerpo y la mente para despertar y dar las gracias de un nuevo día de buenos propósitos.


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