La oración fue escrita a finales del siglo I
La Escritura está repleta de principio a fin de oraciones, pero después de la última página del Apocalipsis, ¿cómo rezaban los primeros cristianos a Dios?
La oración cristiana más antigua fuera de la Biblia puede encontrarse en las obras de san Clemente de Roma, el cuarto Papa de la Iglesia Católica Romana. Ocupó el trono del sucesor de san Pedro desde el 88 al 99 y se dice que fue consagrado obispo por el mismo san Pedro.
Escribió una oración que el historiador A. Hamman, O.F.M., llama “Oración para todas las necesidades”. Es una oración hermosa, rica en simbolismo y firmemente arraigada en el mensaje del Evangelio. A continuación se presenta un fragmento de esta antigua oración, que es considerablemente larga. La oración completa forma parte del final de la Epístola a los Corintios de san Clemente, según señala el Catecismo de la Iglesia Católica (CIC 1900).
Eres sólo el benefactor de los espíritus
y el Dios de toda carne;
que miras en los abismos,
y escudriñas las obras del hombre;
el socorro de los que están en peligro,
el Salvador de los que están en angustia;
el Creador y observador de todo espíritu;
que multiplicas las naciones sobre la tierra,
y has escogido de entre todos los hombres
a los que te aman por medio de Jesucristo, tu querido Hijo,
por medio del cual nos enseñaste, nos santificaste y nos honraste.
Te rogamos, Señor y Maestro, que seas nuestra ayuda y socorro.
Salva entre nosotros a aquellos que están en tribulación;
ten misericordia de los abatidos;
levanta a los caídos;
muéstrate a los necesitados;
restaura a los apartados;
convierte a los descarriados de tu pueblo;
alimenta a los hambrientos;
suelta a los presos;
sostén a los débiles;
confirma a los de flaco corazón.
Que todos los gentiles sepan que sólo Tú eres Dios,
y Jesucristo es tu Hijo,
y nosotros somos tu pueblo y ovejas de tu prado.
Tú, que por medio de tu actividad hiciste manifiesta
la fábrica permanente del mundo.
Tú, Señor, que creaste la tierra.
Tú, que eres fiel de generación en generación,
justo en tus juicios,
maravilloso en la fuerza y excelencia.
Tú, que eres sabio al crear
y prudente al establecer lo que has hecho,
que eres bueno en las cosas que se ven
y fiel a aquellos que confían en Ti,
compasivo y clemente,
perdónanos nuestras iniquidades y nuestras injusticias
y nuestras transgresiones y deficiencias.