Dos letras pronunciadas por Rosa Parks en contra de la discriminación racial, una mujer hasta entonces desconocida que cambiaron la historia de los Estados Unidos
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Imagínate que estás regresando a casa muy cansada luego de una larga jornada laboral, entras al autobús, ves un asiento vacío, te sientas con alivio y cuando empiezas a sentir descanso en tus pies, te exigen que te levantes para darle el puesto a un hombre que acaba de subirse y no presenta ninguna condición… excepto ser blanco.
Eso fue lo que le sucedió a Rosa Parks, una modista afroamericana de 42 años de Montgomery (Alabama, Estados Unidos).
El 1 de diciembre de 1955 le pidieron ceder su asiento a un hombre (aunque éste ni siquiera lo había pedido) porque, según las leyes de aquel entonces, los negros debían sentarse en la parte trasera de los autobuses y, de no quedar más puestos, debían levantarse para dárselos a los blancos y, si se negaban, el conductor podía llamar a la policía para hacerlos bajar o hasta meterlos presos.
Rosa Parks se negó. Como dijo en su autobiografía, “estaba harta de ceder”. También le indignaba que ni siquiera el hombre estaba solicitando el asiento. Era pues una exigencia injustificada (incluso poniéndola en el atroz marco legal de la época) del chófer.
Llamaron a la Policía y Rosa Parks fue llevada a prisión, donde le impusieron una multa de $14 dólares por desobediencia civil para salir en libertad. Se negó a pagarla, presentó un recurso judicial (que no procedió, por supuesto) y fue encarcelada por un par de días.
La noticia no tardó en llegar a la comunidad afroamericana (incluido Martin Luther King Jr., quien todavía no había alcanzado el pico de su popularidad).
Rosa Parks, imagen de la discriminación racial
Su historia se convirtió en la chispa que encendería una serie de protestas contra la discriminación racial a finales de 1955 y comienzos de 1956.
Se hizo un llamado a un boicot al transporte público el lunes después de su arresto, pidiendo que nadie lo utilizara, ya que, aunque los afroamericanos eran más de la mitad de los pasajeros totales (un número necesario para que el sistema funcionara y no cayera en la bancarrota), no tenían derechos y más bien eran humillados y hasta arrestados.
Con los pies cansados pero con el alma libre
¿El resultado? Cientos de hombres y mujeres de color caminando por las calles, “con los pies cansados, pero con el alma libre”, como declaraban a los medios de comunicación.
El boicot liderado por King duró meses, hasta que finalmente en noviembre de 1956 la Corte Suprema declaró que la segregación racial en los autobuses de Montgomery era inconstitucional y dio pie a que se crearan leyes contra la discriminación en lugares públicos.
Es cierto que Rosa Parks no fue la primera en quejarse o en ser arrestada (incluso a ella misma ya le había sucedido un episodio donde tuvo que pagarle al chófer en la parte delantera y, al bajarse para entrar por la parte trasera como exigía la ley, éste la dejó en la calle) pero su acto (sin importar si lo hizo por valentía o simple cansancio) fue, sin duda, la llama del movimiento americano contra las leyes discriminatorias que todavía existían en muchos estados del país en los años 50.
Algunos historiadores creen que el hecho de que ella tuviera un expediente limpio y que además fuera secretaria y ayudante en la Asociación Nacional para el Avance del Pueblo de Color también contribuyó.
La efectividad de su acto fue tal que tuvo que mudarse a Michigan por todas las amenazas que recibió (además que tanto ella como su esposo fueron despedidos de sus respectivos empleos).
Trabajó como secretaria en las oficinas del congresista John Conyers y continuó su lucha por la defensa de los derechos civiles de todas las razas con una institución propia hasta su muerte.
En 1999 recibió la Medalla de Oro del Congreso y falleció en octubre de 2005, siendo la primera mujer en recibir honores fúnebres en la Rotonda del Capitolio.
Si bien Rosa Parks es un símbolo de la lucha de los derechos de los afroamericanos en Estados Unidos, también se ha convertido en un ejemplo de empoderamiento femenino, demostrando que a veces lo que parece un acto simple puede ser el comienzo de los grandes cambios.