Lars Adams sigue los pasos de su padre, el médico que inventó la fisioterapia
“Hace tres años me encontraba en un hospital oncológico en Marruecos. Acababa de salir de una habitación llena de adolescentes donde estábamos jugando con gran energía, alocadamente.
Cuando dejé la habitación sabía que tenía que desprenderme de esa energía porque no sabía qué me iba a tocar en la siguiente habitación… Abrí la siguiente puerta y me encontré con cuatro mujeres con burkas, con sólo sus ojos al descubierto, una de ellas Amina estaba en el fin de su vida.
Cuando me vieron entrar, vieron a un americano vestido con ropas color arco iris, era un extraterrestre para su mundo, no teníamos nada en común, ni la lengua, ni la cultura, con experiencias de vida muy distintas.
¿Cómo nos vamos a comunicar? ¿Qué hago aquí? Sin embargo había un aire en la habitación que me decía que tenía que estar ahí…
Vi una silla vacía a su lado e hice el gesto de “¿puedo?”. Ella asintió. Nos miramos a los ojos sin saber qué hacer. Tome mi pollo de goma y dejé que hablara por mí: “pooo,popo, popo”. Vi cómo sus ojos se iluminaban y ella me respondió con su mejor voz de pollo.”
Con este hermoso testimonio Lars Adams, hijo del famoso Patch Adams inventor de la risoterapia, que sigue los mismos pasos de su padre, demuestra que ser payaso de risoterapia es mucho más que hacer reír, es comunicar con un solo idioma, el idioma del amor, de la caridad para el que sufre, es dar un aliento de vida para el que ha perdido las esperanzas, es ir más allá de las barreras culturales.
Lars en ese momento supo que no se había equivocado de vocación, y que ser payaso es dar vida…
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