Setenta y un años más tarde, todavía ansiamos los grandes mensajes de esta obra maestra icónica de Frank Capra
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Cuando era niña, me encontré en la televisión con una película navideña en blanco y negro. Me habló de una vida de fe, de redención y del poder de la oración. Terminé comprando la película para compartirla con mis padres y hermanos y, así, nació una nueva tradición familiar: ver ¡Qué bello es vivir! de Frank Capra cada diciembre.
Ahora, como madre, la he presentado a mis propios hijos. ¿Cómo una película que salió hace 71 años este mes puede seguir transmitiendo un mensaje actual para mi familia o la tuya? Abajo tenéis seis razones por las que todavía veo ¡Qué bello es vivir! todos los años.
1. Muestra que todas las personas importan
Hasta que el ángel Clarence se lo muestra, George Bailey no sabe sobre cuántas personas había tenido un impacto desde su sencilla vida en su pequeño pueblo natal. El haber salvado la vida de su hermano siendo niños resultó en evitar cientos de muertes durante la guerra. Una pequeña buena obra en favor de Violet, una joven mujer que iba por el mal camino, cambió la dirección de su vida para mejor.
La lealtad constante y calmada de George tiene unas consecuencias que jamás habría imaginado. Esto enseña a nuestros hijos que, aunque nunca sepamos el impacto que tenemos sobre otras personas, lo que hacemos y cómo tratamos a los demás sí tiene un efecto duradero. Enseña a nuestros hijos que sus vidas tienen propósito, incluso cuando ese propósito no resulta obvio.
2. Fortalece nuestros músculos de empatía
Llegué a convencerme de que mi hija preadolescente no sentía mucha compasión por sus colegas humanos. No ayudaba que la única vez que pareció mostrar preocupación por alguien en el cine fue porque era un animal…
Sin embargo, año tras año, cuando ve al tío Billy perder el dinero que ‘Building and Loan’ necesita para sobrevivir, y al viejo señor Gower llorando de angustia, ella siente su dolor. Y, en vez de parecer desfasados, los problemas que padecen resultan actuales y cercanos: pelear para mantener a una familia, enfrentarse a un abusón, dolor, sueños interrumpidos, inmigrantes que luchan por tener dignidad y un lugar seguro para vivir.
Quizás sean imágenes en blanco y negro (o a color, si prefieres la versión coloreada) que nos hablan desde una pantalla pero, con el paso del tiempo, los personajes se han convertido en personas reales para nosotros y empatizamos con ellos y sus problemas.
3. Ilustra el poder de la comunidad
Los pequeños préstamos y la amabilidad de George hacia sus clientes durante la Gran Depresión no parecen gran cosa, pero así mantiene a sus vecinos a flote económicamente.
De igual forma, al final de la película, cuando la comunidad se reúne para rezar por George y ofrecer sus a veces exiguas contribuciones económicas para evitarle la prisión, puedes ver cómo incluso los pequeños gestos pueden tener un gran impacto. George Bailey estaba desesperado y creía que estaba solo, pero su comunidad le demostró lo contrario.
Quizás nuestros hijos no crean que pueden hacer mucho para ayudar a un mundo enorme lleno de problemas enormes, pero sí pueden aliviar la carga con pequeños gestos en sus propias escuelas, iglesias y comunidades, percatándose de la tristeza de un amigo, ofreciendo lo que se puede y acercándose a las familias en crisis.
4. Enseña que Dios escucha nuestras llamadas de auxilio
George Bailey cree que su vida está más allá de redenciones y reparaciones. Se siente un fracaso. Desesperado, llama a Dios: “Dios… Dios… querido Padre celestial, no soy hombre de oración, pero si estás ahí arriba y puedes escucharme, enséñame el camino”. George quiere poner fin a su vida, pero Dios le manda al desafortunado ángel Clarence en su ayuda.
Dios conoce lo bastante a George como para saber que su corazón es tan grande que, incluso desde su desesperación, intentará ayudar a otro; en este caso, evitar que el ángel Clarence se ahogue. Dios escuchó la oración de George. Dios conocía bien a George, tanto como para saber cómo llegar a él de forma personal.
Rodando la escena de la oración, el actor James Stewart contó al entrevistador Richard H. Schneider que se emocionó y que las lágrimas eran suyas, no actuadas. “Cuando dije aquellas palabras, sentí la soledad, la desesperación de las personas que no tienen adónde ir y mis ojos se llenaron de lágrimas. Rompí a llorar”, dijo Stewart. “No estaba planeado en absoluto, pero el poder de aquella oración, entender que nuestro Padre en el paraíso está ahí para ayudar a los desesperados, me hizo llorar”.
Podemos compartir con nuestros hijos que nunca están fuera del alcance de Dios y de la redención y que nadie pasa desapercibido a Dios.
5. Enseña paciencia
Muchísimo de lo que ven nuestros hijos es ruidoso, rápido y descarado. Los vídeos de Snapchat duran segundos y a veces nuestra capacidad de atención no se extiende mucho más que eso. Con 2 horas y 15 minutos, Qué bello es vivir es una película larga. Se desarrolla a lo largo de décadas y la narración va de la mano de los personajes, no de la acción.
Por supuesto, no todos los pequeñajos inquietos serán capaces de verla entera sentados pero, con un poco cada año, con muchas palomitas y chocolate, podemos enseñar a nuestros hijos a dedicar el tiempo necesario para conocer a los personajes e invertir en el mensaje de la película.
A día de hoy, ¡Qué bello es vivir! es la única película “antigua” que consigo que vea toda la familia, pero me encanta que la encuentren tan digna como yo.
6. Demuestra que las apariencias a veces engañan
La vieja casa de George Bailey necesita reparaciones, la carrera de George nunca despegó como él quiso… pero, al final de la película, es proclamado “¡el hombre más rico del pueblo!”. Los niños verán que los adornos que el mundo considera signos de éxito no siempre están en línea con la realidad. Reconocerán que el señor Potter, con todo su dinero y poder, está insatisfecho y solo, mientras que George Bailey tiene una fortuna de amor y apoyo en su vida.
Por extensión, la película en sí ilustra este mensaje. Cuando se estrenó en 1946, perdió cientos de miles de dólares en taquilla y no ganó ningún premio, adelantada en los Óscar por una película titulada Los mejores años de nuestra vida. Sin embargo, 70 años después, ¡Qué bello es vivir! todavía es vista y querida por millones de personas. Lo que una vez pareció un fracaso comercial, ahora es un fenómeno de Hollywood.
Mis hijos, y quizás los tuyos, tal vez no crean que sus vidas son tan maravillosas, a juzgar por lo que el mundo les dice y por las “cosas” que desearían tener, pero esta película enseña que lo más importante es la fe, la familia y los amigos. Según dijo James Stewart a Schneider, 40 años después de hacer la película, el mensaje responsable de su éxito tardío es: “Simplemente el de un hombre corriente que descubre que vivir cada día ordinario con honradez, con fe en Dios y con una preocupación desinteresada por los demás, puede hacer que la vida sea de verdad maravillosa”.
¡Creo que merece la pena verla al menos una vez al año!