¿Cuáles son las características de la prudencia? ¿Por qué su educación es tan importante?Mi padre es dado a conservar muchas anécdotas familiares que han tenido siempre como centro de gravedad los valores humanos. Lo hace como homenaje a la aportación que todos sus ancestros han hecho en la herencia cultural familiar, de la que está muy orgulloso.
Muchas veces sus recuerdos brotan señalando viejos retratos colgados en la pared de la sala, son los de mis tatarabuelos, bisabuelos y abuelos por la línea paterna y materna; todos gente de bien que posan con cierta gravedad, a excepción de mi tatarabuelo paterno que aparece en una retocada fotografía con cara rechoncha, bonachona, enfundada en un gran bigote y con una leve sonrisa, inusual al posar para el fotógrafo en esos tiempos.
Era el abuelo de mi abuelo, un hombre íntegro, muy prudente personal y familiarmente hablando, que influenciado por familiares que le antecedieron, le correspondió ser el principal aportador en el anecdotario familiar de mi padre, el mismo que ha enriquecido a la familia.
Fue capitán de barco pesquero por muchos años. A su regreso de cada viaje sentaba sobre sus rodillas a sus hijos y posteriormente a sus nietos, para contarles mil aventuras que tenían que ver sobre el cómo un barco con su tripulación se preparaban para enfrentar todo tipo de contingencias al navegar.
Hablaba de días de fuerte viento y oleaje, lluvias y tormentas; otros de gran calma… días de sol abrazador. Circunstancias cambiantes, unas favorables y otras difíciles.
Decía que eso era como la vida misma en familia, como si esta fuese un barco donde la tripulación ha de tomar continuas decisiones para no perder el rumbo, no arriesgar la nave y conducirla con seguridad a su puerto con las acciones adecuadas y oportunas en cada circunstancia.
Explicaba que “en ese barco” debe existir una prudencia vivida “hacia adentro” en mil pequeños y grandes detalles de la convivencia íntima y cotidiana, donde cada uno de sus miembros ha de poner la parte que le corresponde.
Así como una prudencia “hacia afuera” en su relación como grupo con tantas cosas de su entorno, es decir, de las circunstancias y condiciones del mar en que se ha de navegar.
Luego, a través de anécdotas iba explicando las principales características de esa prudencia que hecha vida se ha transmitido de generación en generación.
Previsión
Lograr que las actuales circunstancias y su evolución futura, no nos sorprendan ignorantes, desarmados, sin la reacción adecuada, “desprevenidos”.
La prudencia nos sirve para anticipar el futuro con un importante control de seguridad sobre él, evitando que nos desborde.
Realismo
Nos guste o no, aceptar lo que nos pasa aquí y ahora, con sus aspectos tanto positivos como negativos sobre los que de manera concreta existe la posibilidad de deliberar, decidir y ejecutar la acción que sea acertada, oportuna y buena, para esa y no otra circunstancia concreta.
Buscar lo bueno y verdadero
Sin disposición a aceptar la verdad por difícil que resulte, nos ponemos en peligro de ser astutos y falseadores de las circunstancias y situaciones que vienen a nuestras vidas.
La acción prudente por acertada y recta, contiene la luz de la verdad, mientras que la acción astuta, por interesada y retorcida, quiere permanecer oculta y odia ser desenmascarada.
Apertura de mente y equilibrio de juicio
No ser parciales, necios, tercos, obstinados en un solo punto de vista y estar dispuestos a escuchar a todos los afectados en una situación.
Recibir con gusto un consejo, un nuevo punto de vista, siendo flexibles y receptivos.
La medida en las cosas
La medida prudente es fundamental para evitar que la mejor intención sea fuente de errores y desaciertos.
La solución, ayuda, consejo, consecuencias, deben guardar clara relación y proporción con respecto al objetivo que se busca. El exceso del mejor fertilizante puede quemar una planta.
La buena intención
Las circunstancias que nos trae la vida, pueden ser muy difíciles, inesperadas y novedosas, poniendo a prueba nuestra falta de experiencia. Pero a pesar de todo eso, si somos bien intencionados, aunque no acertemos en todo o en parte, siempre nuestra acción nos reportara el beneficio de su propósito recto y bondadoso.
Por eso, el prudente, aunque falle, no se destruye, no se amarga. Con sencillez y humildad corrige errores y vuelve a intentarlo.
En cambio, el mal intencionado oculta su verdadera intención en su oculto acierto, siempre teme ser descubierto y se amarga si no logra sus objetivos.
Como mi tatarabuelo, deseo que mis hijos, nietos, bisnietos, tataranietos y más generaciones sigan aplicando estos principios de vida. Significa que de la forma prudente como nos portemos ahora, dependen muchas cosas en la vida de muchas personas tanto en el presente como en el futuro.
Y puede ser un rastro imborrable de luz.
Este texto ha sido elaborado en respuesta a los emails que han llegado al consultorio de Aleteia gestionado por Orfa Astorga de Lira, orientadora familiar y Máster en matrimonio y familia.
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